martes, 2 de noviembre de 2010

Día 22: Cuidado al cruzar

14.sep.2010

La fiesta en las calles siguió hasta altas horas de la madrugada, después paró, pero con la salida del sol volvió a arrancar la música a todo volumen, y que por algún misterioso motivo desde nuestra habitación se escucha casi más fuerte que desde la calle. Además durante toda la noche hubo alguien tocando el timbre y golpeando una puerta, creo yo que del hostel. Medio dormido como estaba se me vino a la cabeza cuando Luciano nos abrió la puerta del hostel en Tupiza cuando Alfredo no daba señales de vida, y por un momento pensé en levantarme para ver quién era que llamaba tan insistentemente, pero la verdad que la comodidad me ganó.

Ayer cuando llegamos al río se nos ocurrió de ir a comer algo ahí, en medio de esa tranquilidad, así que llegado el mediodía compramos algunas frutas, galletitas y jugo como para hacer un almuerzo desintoxicante. También agarramos cartas, libros, el nuevo charango de Víctor, y todo lo que podíamos llegar a necesitar para pasar toda la tarde alejados del barullo del pueblo. Comenzamos a ir calle abajo siguiendo el mismo camino que ayer, prestando atención de encontrar el acceso público que nos había indicado David. Pero en esta oportunidad, no se cómo, terminamos saliendo a otro lado, donde corre un arroyo más pequeño que desemboca en el río. Así que empezamos a caminar por las piedras siguiendo el caudal de agua. En un momento teníamos que cruzar obligadamente hasta la otra orilla, cosa que hice primero y sin problemas. Le indico a Víctor para que lo haga por el mismo lugar que yo, pero no me hizo caso y se mandó por otras piedras que evidentemente estaban mojadas, y a la primera que pisa se resbala y cae al agua con charango, mochila, cámara de fotos y todo. Yo un poco me reí, porque no podía ser que al primer intento se vaya a la goma. Se levantó insultando, y seguimos caminando hasta el lugar donde estuvimos ayer, y ahí nos quedamos. Por suerte la cámara no se mojó, y el charango que sí se sumergió íntegro recibió algunos golpes pero nada demasiado serio.


Víctor escurriendo la funda del charango, después de la caída.


Nos quedamos toda la tarde ahí sintiendo el aire fresco en nuestros pulmones y disfrutando de la calma de río, hasta que el sol empezó a bajar. De regreso en el pueblo, y con nuestros estómagos que podríamos decir ya recuperados, volvimos a cenar en los puestos callejeros, que hacía mucho tiempo que no hacíamos, mientras a nuestro alrededor la música continuaba incansablemente. Comimos unos anticuchos, que es una carne hecha a la brasa con papas y una salsa bastante picante, y la verdad que estaba muy bueno. En la plaza la fiesta parece no tener fin, y esto hace que la calle se vea más sucia que ayer, la gente está prácticamente destruida por el alcohol, y se siente bastante olor a cerveza y a orín.


Un señor desmayado en la calle,
producto de la excesiva ingesta de alcohol.

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