domingo, 28 de noviembre de 2010

Día 35, parte 3: Hay que avisarle a alguien

David se alejó hasta la puerta, y aprovechando esos segundos solo le mandé un mensaje de texto a Víctor comentándole toda la situación por la que estábamos pasando, y de la cual nadie sabía nada. Un par de minutos después se me acerca nuevamente David para reiterarme una vez más que ese lugar era mi casa, que me ponga cómodo, y que si llegaba a necesitar hielo que lo saque de la heladera. Pero en lugar de llamarme por mi nombre de dijo “Víctor”. Yo me sorprendí, porque él sabía mi nombre, y en caso de confundirse era muy poco probable que le pegue justo al de mi amigo a quien le acababa de mandar un mensaje, y a quien él no conocía. Entonces le pregunto:
-¿Cómo me llamaste?
-Víctor. Ah, no, vos eras Martín. Cierto que me habías dicho.
-¿Pero por qué me dijiste Víctor?
-Me equivoqué de nombre.
-Acabo de mandarle un mensaje a mi amigo Víctor.
-Ah… -dice él, mientras se aleja con una sonrisa, tocándose la sien con su dedo índice, como indicando el poder de su mente.
Yo me quedé unos instantes solo, intentando razonar de algún modo lo que estaba pasando. Frederique seguía en el baño, y unos minutos más tarde cuando vuelve a acercarse David aproveché para preguntarle si era un chamán, a lo que me respondió que si. Su padre y su abuelo habían trabajado con este tipo de medicinas naturales, y que en determinado momento, años atrás, él también sintió ese llamado y empezó a dedicarse a ayudar y curar a la gente que lo necesitaba. Me contó que una vez encontró a un nene tirado en la calle, que se había intoxicado comiendo una flor de floripondio, y que gracias a su trabajo el chico pudo salir adelante.

Cuando Frederique salió de baño se la veía un poco mejor, había recuperado su color y parecía tener mejor ánimo. De todos modos David nos dijo que tenía que descansar; que hoy iba a mejorar un poco y que para eso iba a prepararle un segundo te de hierba buena, pero que recién mañana iba a estar bien del todo, después de dormir. Ella volvió a recostarse sobre el banco y yo me quedé a su lado haciéndole compañía. Pero el tema era que ya hacía más de una hora que estábamos ahí y nadie sabía de nosotros, y en un rato más saldría nuestro tren. El grupo no tenía conocimientos de nuestro paradero, si ya habíamos bajado del Machu Picchu o si todavía estábamos dentro del parque. Le comenté esto a ella, y que básicamente teníamos tres opciones para seguir: la primera era intentar ir hasta nuestro hotel para poder dar aviso de la situación al resto del grupo, y además para que ella pudiese acostarse aunque sea un rato; la segunda era que ella me esperase ahí, recostada en el bar, mientras yo iba hasta el hotel rápidamente para dar aviso y volvía; y la tercera era quedarnos esperando ahí a que alguien pase caminando por afuera, ya que el bar estaba en lo que era la principal calle de acceso a Aguas Calientes. De todos modos le dije que no se hiciera ningún problema, y que si ella no se sentía del todo bien como para viajar de regreso a Cusco y prefería pasar ahí la noche, yo me iba a quedar con ella acompañándola, y al día siguiente íbamos a encontrar alguna forma para volver. Me agradeció con la mirada y yo intenté transmitirle seguridad. De todos modos ahora era momento de deliberar qué hacer, y después de unos segundos optó por la segunda alternativa, así que le dije que solamente iba a ausentarme durante algunos minutos y salí corriendo de allí.

Al llegar al hotel, el muchacho de la recepción me pregunta en qué habitación estaba. Con el poco aire que tenía, producto de haber corrido esas cuadras demoledoras, le respondo, pero él me dice que ese cuarto estaba vacío, que sólo había sido reservado por la noche pasada. Ahí reacciono que tenía razón, por lo que el resto del grupo podía estar en cualquier lugar de la ciudad. Además de dar aviso a nuestros compañeros, tenía que ir a buscar el pasaje de vuelta de Frederique, que Henry lo había dejado en algún lado junto con los del resto del grupo, pero no sabía bien en dónde. El flaco del hotel me dice que me fije en el restaurante de al lado, porque ahí estaban algunos de los que habían estado hospedados. Voy para ahí y me encuentro con algunos de los del otro grupo que hizo la travesía con nosotros. Les comento rápidamente la situación, para que por lo menos ellos estuviesen al tanto, pero no tenían idea de dónde podían estar nuestros compañeros. Entra al restaurante el muchacho de la recepción del hotel y me dice que los pasajes de vuelta tienen que estar en el mismo restaurante donde cenamos la noche anterior. Así que salgo nuevamente corriendo hacia ese lugar que estaba a no más de cuatro cuadras, pero las laberínticas calles internas de Aguas Calientes me desorientaron y no llegué a mi destino. Me quedé parado en medio de la calle, muy agitado e intentando recuperar un poco el aire, cuando lo veo a Ziv que venía caminando, así que con un poco de alivio me arrimo, le pregunto si sabía en dónde estaba el resto del grupo, y me señala que apenas cruzando la calle estaban Víctor, Aurelie, Mercedes, Tero y Jaana sentado a la mesa de un bar. Al verme agitado como estaba y con cara de preocupación se borraron las sonrisas que había en ese grupo. Les expliqué lo que había pasado y en dónde estaba Frederique, y por supuesto no tuvieron ningún problema en encargarse ellos de ir a buscar el pasaje de vuelta y las cosas nuestras que habían quedado en el hotel, lo que fue un gran respiro para mí. Arreglamos que cuando fuese el momento de irnos, Mercedes iba a pasar a buscarnos por el bar, así que les agradecí y volví velozmente para encontrarme con Frederique quien había quedado sola.

Continuará...

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