lunes, 30 de noviembre de 2009

Perros de la calle

Hoy Perros de la calle, el programa de radio Metro, cumplió 2000 programas, por lo cual hubo varios invitados. Uno de ellos fue Sebastián Decaro, quien fue parte del programa hasta principios de año.
Sebastián dijo algo, que fue muy gracioso, una premisa, una ayuda para la humanidad. Esto consiste en una forma rápida para llevar a una chica a la cama en 5 mensajes de texto. Es fundamental que la otra persona responda a los mensajes, para que sea efectivo el resultado. El primer mensaje debe decir:
"Alguna idea?"
Sin importar lo que la otra persona responda, el segundo mensaje será:
"Tuve un sueño"
La mujer, por curiosidad o cortesía va a preguntar que soñamos, a lo que hay que responder:
"Estábamos en el campo, era de noche..."
Sebastian explicó al importancia de los puntos suspensivos. Ni dos ni cuatro, tres. El cuarto mensaje tiene que ser:
"Uno de los dos no tenía ropa"
Ella podrá esbozar una risa, o preguntar quién estaba desnudo, a lo que se dará fin con un último mensaje que dirá:
"Me copa Maradona"

No se que onda, pero Decaro es groso.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Karma Police III

Previously on Karma Police:
Estaba regresando del laburo a casa. Frena un patrullero, y me hacen subir al mismo, pero había alguien más ahí adentro...


Había un flaco sentado en el asiento trasero del auto. Lo vi medio de reojo mientras subía al patrullero. Era de unos 30 años aproximadamente y con razgos norteños. Podía ser un delincuente al que estaban deteniendo, o simplemente otro que estaba en mi misma situación. El policía viejo le dice a este flaco que me cuente a donde estábamos yendo. En ese instante se me cruzó por la cabeza que era un ladrón al que habían detenido, y yo había caído como testigo. Pero no estaba bueno estar sentado en el mismo asiento que un delincuente. El flaco abre su boca y dice "tenemos que ser testigos", lo cual fue una especie de alivio; saber que estabamos los dos en igualdad de condiciones. Pero testigos de qué? Ya me había pasado meses atrás que nos detuvo la policía volviendo de capital, y un amigo y yo tuvimos que atestiguar la detención de unos camochas. Tal vez esto era algo similar. El policía me cuenta brevemente la historia para que esté al tanto: había un canadiense que está viviendo acá. Parece que el tipo está loco, y en esta ocasión amenazó de muerte a su mujer, y se atrincheró en su casa armado con unos cuchillos, y aparentemente tendría de rehén a su mujer. Ellos tienen que entrar a la casa para sacarlo, y necesitaban dos testigos para el procedimiento. En parte era tranquilizador saber que estaba pasando, pero igualmente me encontraba yo metido en un tema que no era de mi mayor agrado. Entre risas de los dos oficiales, el patrullero se detuvo y llegamos al lugar de destino...

Continuará...

sábado, 28 de noviembre de 2009

-No.
-¿No? ¿Cómo que no?
-No pasó nada al final.
-¿No me habías dicho que estaba como servida la cosa?
-No se, eso parecía, pero nada.
-No entiendo, explicame un poco.
-No hay demasiado para explicar.
-No querés contarme, bueno, listo.
-No es que no quiera contar, es que realmente no entiendo los motivos.
-No te guardes nada, largá.
-No estoy conforme con estas cosas.
-No se ahora bien a qué te estás refiriendo.
-No debería ser así. Ellas esperan demasiado de uno.
-No es justo, ahí tenés razón. Es como que te encajan una mirada, y listo, ya se sacan toda responsabilidad de encima. Lo que sigue tiene que ir todo por cuenta tuya.
-No es fácil, no es para nada fácil eso.
-No sólo no es fácil, sino que es muy injusto.
-No te digo que la mina me miró. Me miró varios días, esas miradas encontradas.
-¿No te habrás equivocado?
-No se, que se yo. Ahí está el tema. La mirada esa te confunde, uno la puede interpretar para cualquier lado. En cambio si no existiese esta “ley” y te vinieran de frente…
-No habría margen de error. O por lo menos sería más chico.
-No se, me confunde.
-¿No le habrás dicho lo del sueño, no?
-No, ni a palos. Eso hubiese sido lo peor.
-No se si lo peor… mirá cómo están las cosas ahora.
-No, pero es otra cosa.
-No sirve pensar en cómo podrían haber salido las cosas.
-No suelen salirme bien las cosas.
-No, es verdad, pero lo que pasó, pasó.
-No pasó, igual. O sea, pasó esta historia, pero es siempre más o menos lo mismo.
-¿No será que vos te hacés demasiado problema por todo?
-No me hago más problema del que existe. Qué más quiero yo que estar tranquilo, en paz.
-No, pero siempre tenés algo. Si no es una es otra. Si no es la otra, es la anterior.
-No, no. No digas pelotudeces. Bien sabés que tengo justificadas cada una de mis quejas.
-No siempre.
-No siempre las pelotas. A ver, ¿decime cuál?
-No se me viene a la mente ninguna justo en este momento.
-No hubo ninguna.
-¿No? ¿Y que me decís de la mina de Palermo?
-No me quejé ahí, eso fue diferente.
-No se, siempre encontrás un pero.
-No, pero…
-¿No ves? ¿No ves?
-No me jodas, yo se que tengo mis motivos, y vos tambien.
-No me metas en la misma bolsa, yo no me quejo tanto.
-No te quejás porque a vos te va más o menos bien. Además me refería a que vos también sabés que tengo mis motivos.
-¿No te estarás haciendo adicto a los problemas?
-No, no creo. Además es muy fácil hablar desde tu posición.
-¿No te acodrás cuando salía con Marina, acaso?
-No.
-No seas boludo, como no te vas a acordar de Marina. La morocha de ojos verdes. ¡Maru!
-No tenía ojos verdes.
-No, bueno, más o menos verdosos.
-No sabía siquiera que se llamaba Marina.
-No le iba a decir Maru si se hubiese llamado Romina.
-No me sonaba el nombre, que se yo. ¿Y qué pasa con Maru?
-No se que te iba a decir… ya me olvidé.
-¿No tomaste la pastilla?
-No, ahí esta. Nosotros terminamos y me dolió. Si hasta el día de hoy sigo pensando en ella.
-¿No fue hace como tres años eso?
-¡No! Más de cuatro… Cuatro y medio ponele.
-No te puedo creer que haya pasado tanto tiempo ya.
-No se, y me sigue dando vueltas por la cabeza todavía.
-No entiendo cómo haces para manejar eso con tu novia entonces.
-No es para nada fácil. Más que nada porque viste que con el tiempo las cosas fuleras se disuelven, se filtran, y quedan los recuerdos lindos.
-No podría hacer eso yo. Si tengo a una en la cabeza no tengo chance.
-¿No pensaste que a lo mejor tenés que aprender a vivir con esos fantasmas?
-No se puede convivir con eso, es inhumano.
-No se, yo pude… puedo.
-No somos iguales entonces. O a lo mejor los fantasmas no son todos de la misma magnitud.
-No puedo razonar eso, se está haciendo demasiado filosófica la charla. ¿Qué hora es?
-No tengo reloj.
-¿No querés ir a tomar unas cervezas?
-Si, dale.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Libélula

Aquel día estaba tranquilo esperando que llegara mi colectivo para regresar a casa, cuando me sorprende el vuelo de una libélula nocturna y solitaria, la cual choca torpemente contra mi cuerpo, y luego cae en la vereda, medio tambaleante y con las patas hacia arriba. En ese instante un par de pies venían avanzando, directamente hacia el pobre insecto indefenso. La chica divisó a la criatura que estaba como pidiendo súplicas desde allí abajo, e instantáneamente ella interrumpió su marcha salvándole la vida, a la vez que levantaba su vista y me miraba con una sonrisa cómplice como con el placer de estar haciendo un acto de bien, y sabiendo que yo en parte compartía el sufrimiento de la libélula. El pobre engendro parecía aturdido, todavía boca arriba, y ya casi resignado a su pronto deceso. Cualquier insecto en sus condiciones, arrojado cual hoja otoñal sobre la vereda, corre un terrible riesgo, pues el andar de cualquier peatón distraído que no escaseaban a esa hora, suponía más que un simple peligro, y más aún en su estado de completa vulnerabilidad.
En ese momento una sensación de lástima por aquel insecto indefenso se apoderó de mí. Y ahí me di cuenta que debía hacer algo, pero ¿qué? Rápidamente, y sin perder nada de tiempo me agaché y lo tomé delicadamente entre mis dedos. Estaba temeroso al ver que una criatura miles de veces más grande que él lo tomaba en posesión. Luego de levantarlo, abrí mi mano para que pudiese tomar vuelo libremente, pero a pesar de su esfuerzo y del movimiento de sus alas, terminó nuevamente en el duro y peligroso suelo. Nuevamente volví a agacharme para levantarlo y darle aunque sea una momentánea protección. La libélula se agitaba desesperadamente entre mis dedos que la sujetaban delicadamente tratando de no hacerle daño. Pero ¿qué podía yo hacer con ella? Mi corazón no me permitía dejarla abandonada en la calle, siendo una de esas avenidas donde ni siquiera asoma el color verde; ni un cantero, ni un árbol donde poder depositarla. El abandono suponía una muerte segura para el insecto. En minutos más llegaría el colectivo, y en ese momento ¿que debía hacer yo? ¿Qué pasaba si me subía al vehículo con un bicho revoloteando entre mis manos? ¿Debía subir al colectivo? ¿Podía llevarme a la criatura conmigo? Ya me estaba encariñando con la libélula, y me generaba cierto temor dejarla librada a su suerte. Definitivamente no podía abandonarla, entonces básicamente mi espectro de opciones se dividía en dos: conseguir un lugar seguro donde dejarla, o adoptarla. ¿Adoptarla? ¿Se vio alguna vez que una persona tenga a una libélula por mascota? En caso de optar por este camino ¿cuál es el hábitat de estos insectos? ¿De qué se alimentan? No, definitivamente era una locura pensar que una libélula sobreviviría encerrada en un medio desconocido. Sólo quedaba una opción, y era la de llevarla a algún lugar seguro, sin peatones y con verde.
A todo esto diviso el colectivo que se acercaba. Parecía como si la pequeña criatura se estuviese acostumbrando a mis dedos, porque ya no parecía quejarse como antes. Subí al vehículo sosteniéndola en una mano, y haciendo equilibrio mientras con la mano libre ponía la moneda de un peso en la máquina y retiraba mi boleto. Me senté en el primero de los asientos individuales, y abrí lentamente mi mano como para darle un poco más de libertad a mi nuevo amigo. Parecía mirarme, con sus dos enormes ojos aterciopelados, como agradeciéndome por lo que había hecho. Yo le devolví la mirada y le dije que no había sido nada, que fue un placer para mí brindarle esa ayuda. Le hice una delicada caricia sobre el lomo, y ambos quedamos conformes. En eso el colectivo llegaba a destino, así que nuevamente entrecerré los dedos, y me dirigí hacia la puerta de adelante, que era la más cercana. Le indiqué la parada al chofer, y cuando el colectivo de detuvo, descendí. Caminé unos cuantos metros hasta que encontré una planta que supuse iba a brindarle un buen espacio hasta que pudiera levantar vuelo. Yo había cumplido con mi trabajo, y de aquí en adelante debía seguir ella sola. Me despedí de ella con una mirada, la dejé posada sobre una de las hojas de la planta, y me perdí en la oscuridad de la noche.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Karma Police II

Previously on Karma Police:
Estaba regresando del laburo a casa. Frena un patrullero, y uno de los policías me pide el documento, y el otro me dijo que suba al auto...


Al escuchar esta orden medio que me paralicé. No tenía la menor idea de qué estaba pasando. El policía joven, al terminar de ver mi documento, no me lo devolvió, y abrió la puerta trasera del patrullero como para que yo suba, y el subió adelante. Amago a entrar, y me freno para preguntarle cuál era el motivo por el cual tenía que ir con ellos, a lo cual el policía viejo responde "ya te vas a enterar". Yo no tenía mucha opción. Ellos tenían mi documento en su poder, y tampoco estaba preparado a cómo reaccionar en una situación tal. Supuse que tenía que confiar en las fuerzas policiacas, así que con bastante incertidumbre me introduje en el vehículo, y el mismo arrancó hacia un destino para mi desconocido. Pero además de los dos policías, había alguien más en ese automóvil, sentado en el asiento trasero, al lado de donde me tuve que sentar yo...

Continuará...

Basura

En uno de esos interminables viajes habituales en colectivo, del norte al oeste, o viceversa, ya no lo puede recordar, por fin Pablo pudo conseguir asiento. Algunos días eso era tarea imposible, y otros había lugar para elegir. Esa tarde, después de algunos minutos de viaje, se desocupa uno de los asientos dobles, el del lado del pasillo. No muy rápidamente, y como restando importancia a la comodidad, se fue acercando hasta ocupar el lugar disponible. En realidad estaba muy cansado y no soportaba más estar de pie, pero sintió la obligación de disiumular. Esas butacas eran realmente cómodas, con la altura suficiente para poder apoyar la cabeza, con un buen acolchonamiento, y hasta con apoyabrazos; poco habituales en colectivos de línea.
Sumergido en esa comodidad, Pablo se relajó y esbozó una sonrisa interior. Cuando tenía que hacer uno de estos viajes, lo que más lo fastidiaba era la espera del transporte público, y tener que viajar de pie. Pero ahora, estando ya sentado, lo que restaba era dentro de todo placentero: cuarenta minutos para no pensar nada, simplemente mirando hacia adelante, eventualmente por la ventanilla, y si la situacuón lo permitía, dormir unos minutos.
Reclinó su asiento un poco, como para aprovechar al máximo la comodidad que le brindaba ese vehículo. A su lado, del lado de la ventanilla, había un sujeto de casi cincuenta años, con camisa leñadora y gorra. Al estar Pablo levemente reclinado hacia atrás, girando apenas su cabeza hacia la derecha, podía mirar a esta persona, sin riesgo de ser advertido. Hubiese preferido viajar sin nadie a su lado, lo cual le hubiese permitido además ubicarse del lado de la ventana, y abrir la misma para que el viento le diese en el rostro. Pero tampoco estar al lado de alguien era tan problemático como para arruinar su viaje.
Pablo ya había entrecerrado sus ojos, pero ante un leve movimiento a su lado, los abrió. El hombre estaba con sus dedos índice y pulgar haciendo un esfuerzo inusual por sacar algo del bolsillo de su camisa. Saca un caramelo, y tirando de ambos extremos del envoltorio, saca la golosina y la deposita en su boca. Acto seguido, hace un bollito con el papel y lo arroja por el centímetro de ventana que estaba abierto. Pablo se indignó. Una ira y una temperatura se apoderaron de él, pero no supo como reaccionar. Se preguntó por qué su compañero tenía que ser tan ignorante y egoista, y por qué el mismo era tan cobarde. Ya habían pasado unos cuantos segundos, y si bien era poco tiempo en términos relativos, ya no daba pie a llamarle la atención al hombre. Tendría que haber reaccionado más rápido, instantáneamente, pensó. Mientras estas cosas circulaban por su cabeza, la acción del caramelo se volvió a repetir. La indignación se duplicó, pero la valentía nunca apareció. El asiento doble que estaba del otro lado del pasillo se desocupó, así que Pablo se cambió a ese lugar, abrió la ventana para que el viento lo golpee, y cerró sus ojos masticando la bronca.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Terror en primera fila

El viernes pasado fui a ver a Kevin Johansen que tocaba en el Teatro de la Cova, acá en Martinez. Hacía rato que tenía ganas de ir a verlo en vivo, y ésta fue una buena oportunidad para aprovechar. Las entradas eran sin numerar, así que la idea era ir más o menos temprano como para poder conseguir una buena ubicación. Llegué temprano, así que espectacularmente pude posicionarme en la primera fila. Una ubicación impresionantemente buena, a apenas un par de metros de los músicos. Genial, mejor imposible.
Viernes a la noche, que mejor manera de terminar una semana agotadora viendo y disfrutando de un poco de música en vivo. Cinco días de esfuerzo, de levantarse temprano y de mantener la rutina de siempre. Pero ahora eso ya quedaba atrás, ahí, apenitas un paso atrás, pero atrás al fin.
La semana ya no tenía importancia, estaba entrando al fin de semana, sentado en mi butaca. Minutos más tarde se abre el telón, y arranca la música. Fenomenal. Increíblemente cerca estaba. Tan cerca que podía ver con absoluta claridad las expresiones de las caras de cada uno de los músicos.
Pero al cuarto o quinto tema aproximadamente, me doy cuenta que no andaba bien la cosa. El peso de la semana que estaba quedando atrás, empezaba a caer sobre mis hombros. El cansancio se empezó a hacer cada vez más evidente, y la estaticidad impuesta por las butacas no ayudaban mucho a la situación. Un ojo que se entrecierra, y una fuerza sobrehumana por mantenerlo abierto. Mierda, no me tengo que dormir, no me quiero dormir. Para colmo, estoy extraordinariamente cerca del escenario. Tanto que si me duermo, los músicos me van a ver, y no pinta. No da estar tocando, y ver que el de primera fila se quedó dormido, es un garrón. Si aunque sea hubiese estado sentado por el fondo, podría haberme relajado un poco. Pero no, estaba adelante, y no podía darme el lujo de hacer un papelón.
El recital seguía su curso, y el cansancio cada vez mayor. Intentaba a toda costa mantener la vista hacia el frente, pero sentía como que los ojos se me iban dando vuelta lentamente, como que quedaban en blanco, mirando hacia adentro. De a ratos creía estar prestándole plena atención al show, pero ante una de las ráfagas de lucidez que cada tanto me asaltaban, me daba cuenta que no, que había dormitado unos instantes, con los ojos abiertos.
Más tarde descubrí que aunque la mente intentaba apagarse, y entraba en una nube de ensoñamiento, todavía mantenía el control de mi cuerpo. Así que cuando empezaba a ver difuminadamente porque los ojos entraban en un apagamiento gradual, me pellizcaba un brazo (los ojos me abandonaban, pero las manos seguían estando bajo mi control) y el dolor me hacía reaccionar. Genial. Esto funciona. Igualmente, a medida que pasaba el tiempo se complicaba más, porque como que iba perdiendo un poco la fuerza, y además era muy fastidioso estar pellizcandome tan reiteradamente.
Un par de veces me sobresalté con risas generalizadas. Nunca supe el motivo de las mismas. Y otro par de veces di algún cabezaso al aire. De a momentos por ahí me invadía un despabilamiento, que duraba un par de canciones, no más, y luego de nuevo a la lucha por mantenerse. Durante las tres canciones del final logré mantenerme despierto (en realidad no fue un logro mio, sino que simplemente sucedió).
Definitivamente no está bueno dormirse en un recital, y muchisimo menos estando en primera fila. Yo calculo que los músicos se dieron cuenta, no queda otra. En cambio en el cine no existe ese problema. Harry Potter nunca se enteró.
Así que le pido perdón a la banda. Kevin... no sos vos, soy yo.

Si lo votastes...

No lo podía creer. Posta que no podía.
Este cartel que está plagando la ciudad, es impresionante por varios motivos.
Dejando un poquito de lado la barrabasada del mensaje, la palabra "votastes" es espectacular, es genial, los pinta de cuerpo entero.
Del resto... qué querés que te diga? Ya estamos acostumbrados a ver afiches que tienen como fin pegarle palos a ciertos políticos, pero esto supera todo. No entiendo si está ideado por alguien que es representado por el oficialismo, o si por alguien que votó al Pro, y ahora está indignado.
Pero además me da un poco de escozor con la frialdad y naturalidad que se explresa esto, como si claramente el matrimonio gay fuera algo negativo.
Qué raro que está todo.

martes, 24 de noviembre de 2009

Karma Police I

Que dia ayer...
Estaba regresando del laburo a casa. Como el día estaba soleado y lindo, venía caminando desde panamericana y Márquez hasta casa, y pensando de qué manera iba a aprovechar esa tarde soleada. De repente, frena un patrullero, y uno de los policías, de mi edad más o menos, me hace seña para que me acerque. Eran 2 los policías, y el que me llamó se estaba riendo, como que venían hablando entre ellos, lo cual me hizo pensar que no era nada en particular por lo que me llamaban.
El policía joven me pide el documento, y mientras lo miraba, el otro me pregunta si estaba volviendo del trabajo. Le contesté afirmativamente (ya adopté su léxico) y después me preguntó por donde vivía. Le respondí, y me dijo que suba al patrullero...

Continuará...

Ciego

Ayer estaba este sticker pegado en el bondi, en el asiento de adelante. Lo vi, y me llamó mucho la atención. Sólo era esta imagen, sin ningún texto. Me hizo recordar al Informe sobre ciegos de Sábato.

lunes, 23 de noviembre de 2009

No hay marcha atrás

Se acerca fin de año, y calculo que todos nosotros, consciente o inconscientemente, hacemos algún tipo de análisis anual, evaluamos si estos doce meses dejan en nosotros un saldo positivo o negativo. Más o menos empezamos a recordar los logros y objetivos alcanzados, así como también los garrones que nos comimos, y por lo general nos cuesta creer que el año haya pasado tan rápido.
Cuando sentimos que el año que se va fue positivo, no hay mayor inconveniente. Lo revivimos mentalmente con cierto placer, como saboreándolo. Pero cuando fue un año de mierda, o en el mejor de los casos estuvo lejos de ser bueno, ahí se ve la verdad, ya que ante esto la gente se divide en dos diferentes categorías: por un lado los que no ven la hora de que el año se termine de una buena vez, con la esperanza de que el 1º de enero todo empiece a ser diferente, y por otro lado están los que guardan en su interior una esperanza. Esa esperanza que lleva a imaginar que todavía puede pasar algo lo suficientemente trascendente y maravilloso como para inclinar la balanza para el lado positivo. Pero este optimismo de que algo bonito nos pase, ¿cuándo tiene su fecha límite? ¿Se puede mantener esa ilusión hasta el último minuto del 31 de diciembre? Muy posiblemente. Es factible que en todo el mundo la gente crea que hasta hasta el minuto 59 de la última hora del último día la situación pueda revertirse.
Pero entonces, si mientras el calendario no marque el cambio de año hay tiempo para que "nuestro año" pegue un vuelco, ¿por qué planteo en este momento que no hay marcha atrás, faltando más de un mes? Porque es posible que en todo el mundo haya tiempo hasta el fin de diciembre. En todo el mundo excepto en un lugar. Nosotros los que vivimos en la Zona Norte del Gran Buenos Aires, sabemos que no es así, o por lo menos no lo es para nosotros. Hay un hecho clave que marca el final del año, una fecha límite. Es un suceso que al ocurrir decreta automáticamente que no hay posibilidad alguna de revertir el año: si fue bueno, joya; pero si fue malo, lo lamento. Y esta mañana, mientras viajaba en colectivo, me di cuenta que cruzamos esa fecha. Ya está, no hay retorno, el año está perdido. Hoy, 23 de noviembre, vi que la torre del Unicenter estaba decorada con motivos navideños.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Otra vez

Otra vez estamos acá.
Y ayer ya me había quedado pensando en cuál iba a ser el segundo post, porque lo importante no es el primero, sino el segundo.
Pensé en transcribir un cuento de Dolina, pero vi que era demasiado largo, así que descarté esa posibilidad.
Y recién supe qué era lo que tenía que subir. El blog se merece una primicia, y así será: aquí está una canción escrita por mi hace unas semanitas. Desde fines de 2005 que no escribía ninguna canción, había perdido la práctica. Y no es que no haya tenido experiencias para plasmar en un papel, sino que no encontraba el modo.
Pero después de tanto tiempo, he regresado, y aquí mi nuevo hijo llamado "Otra Vez".


Cada mañana al sueño viene a arrebatar.
La pesadilla en la vigilia tiene un tinte de crueldad.
Eternamiente quieto bajo el umbral,
todo parece conducir a un único lugar.

Cientos de días que quedaron muy atrás,
y suenan horas en canciones que no puedo ya escuchar.
Cada neurona evoca un momento.
Lo que ayer era un sueño hoy se torna un tormento para mi.

Si mi presente es tu pasado
es porque me alejé
y no pude olvidarte, otra vez.

Aún tus ojos me hacen daño.
El tiempo no cambió,
el espacio nos separa, otra vez.

Abrió los ojos una mañana
sin reconocer en dónde estaba.
Todo diferente alrededor.
Nunca interpretó ningún adiós.


¿De qué habla? Sólo puedo decir que de algo personal. Pero en la letra hay alguna pista para que se pueda descubrir el eje temático. El que adivina gana una serenata.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Génesis

¿Por qué? Todavía no lo se con exactitud. Como toda herramienta, bien utilizada puede ser productiva, no como esa vez que estaba cortando unas ramas con un machete, y ante una mala maniobra, terminé con el índice de la mano izquierda entablillado, y con antitetánica por todos lados... pero eso es otra cosa.
Veremos como progresa esto. Puede también que termine abandonado antes de lo previsto. Nadie lo sabe.

Enjoy the silence.