domingo, 23 de octubre de 2011

lunes, 17 de octubre de 2011

Gansing

El sábado pasado, para aprovechar el día que estaba lindo, salimos con mi hermano a dar unas vueltas en bicicleta, para terminar el recorrido en Dardo Rocha, que para quien no conoce es un boulevard con una amplia extensión de pasto, donde la gente suele ir a disfrutar del aire libre, matear, charlar y hacer actividad física. Así que nos tiramos al solcito y nos pusimos a jugar a las cartas y a tomar mate. En eso pasa un flaco que aparentemente estaba haciendo un poco de ejercicio, pero con una vestimenta un tanto sugerente. Estaba vestido con una calza blanca que le marcaba el bulto de una manera impresionante. Mi hermano me hizo notarlo, y fue algo verdaderamente desagradable. Hay que tener muy poco amor propio para salir con ese atuendo. A nuestro alrededor había varios grupitos de chicas que también parecieron notar a este sujeto, pero con más asco que excitación. El tipo se queda merodeando la zona, dando vueltas como sin un destino definido, y luego se dirige hasta un árbol, y apoyándose en el mismo se pone a elongar. Pero fue una mezcla entre gracia, vergüenza ajena y disgusto, porque era como si estuviese apuntando con su ganso a uno de los grupitos de chicas. Obviamente ellas lo vieron e incómodamente hicieron como si nada pasara. Yo estaba de espaldas a todo lo que pasaba, y no me interesaba demasiado voltearme para mirar, pero según el relato de mi hermano, el tipo después de una ínfima elongación, se quedó parado y llevando su mano al evidente miembro, comenzó a bombearlo. Según el relato, luego de esto fue evidente un aumento significativo en el tamaño del mismo. El tipo estaba al borde de ser un violador, o como mínimo un exhibicionista. Se quedó un rato más por ahí, y disimuladamente las chicas empezaron a levantar sus cosas y se fueron. Después el flaco se subió a una camioneta y se las tomó. Muy desagradable.

martes, 11 de octubre de 2011

Pasillo

Abrí los ojos confundido. La sensación era como la de despertarse luego de una dura borrachera; esa pesadez en la cabeza, esa absoluta desorientación que me dejó atontado unos cuantos segundos, con los ojos desorbitados intentando reconocer el entorno. Cuando mi cerebro pareció reaccionar, me di cuenta que la pesadez no era otra cosa que el producto de un golpe que había recibido en la cabeza. Posiblemente eso me había provocado la pérdida del conocimiento y la consecuente desorientación. Todavía sin entender demasiado, me senté en el suelo, cerré los ojos, bajé la cabeza y permanecí en esa posición hasta sentir que las cosas se reacomodaron dentro de mi mente. Pero cuando abrí los ojos, me di cuenta que no conocía el lugar en el que me encontraba. Todavía persistía un dolor en la nuca, pero ya había recuperado la lucidez por completo, y sentí un poco de miedo por encontrarme perdido. En realidad lo que más me preocupaba no era el hecho de estar extraviado, sino saber qué tipo de lugar era el que me albergaba, y cómo había llegado hasta ahí. Porque se me ocurre que despertar en cualquier otro lugar podía resultar menos preocupante. Si por ejemplo me hubiese encontrado en la calle, en una ciudad desconocida y hasta alejada, con tan sólo algunas preguntas podría averiguar el lugar del paradero, y así encontrar una forma de regreso. Incluso despertar en una casa desconocida o en un hospital, puede ser tranquilizador por tratarse de entornos medianamente familiares. Pero yo ahí estaba absolutamente confundido con ese sitio que voy a intentar explicar. Era como un pasillo que terminaba en ningún lado, es decir, en una pared. Es como si ese fuera el final de un recorrido… o en mi caso el principio. Las paredes y el piso eran de cemento gris. No sé si es importante el dato del color, pero lo aclaro por la sensación que me causó ver esa tonalidad en todas direcciones. Lo único que cortaba visualmente con el monocromatismo, era el azul del cielo, ya que las paredes del pasillo no se unían a un techo, sino que terminaban abruptamente en la nada, dejando el cielo al descubierto. Los muros eran de una altura considerable, de no menos de cinco metros, y de una superficie perfectamente lisa, por lo cual era en absoluto imposible siquiera pensar en la idea de treparlas. Lo único bueno era que no tenía que preocuparme por elegir entre varias opciones para intentar salir de ahí, sino que tenía tan sólo una alternativa, la de avanzar por el pasillo, que si bien era bastante largo, necesariamente debía conducir hacia algún sitio.

Me puse en marcha, y en determinado momento me di cuenta que había avanzando tanto que la pared que tenía a mis espaldas al comenzar a caminar había quedado tan atrás que ya la había perdido de vista. Hacia adelante la proyección del trayecto seguía siendo la misma, y por un instante sentí un escalofrío al creerme parado en una línea que se extendía hasta el infinito. De todos modos seguí avanzando. Luego de un rato percibí que el suelo no era horizontal, sino que se había transformado en una subida, sutil pero perceptible. Y mientras más caminaba, más empinado se hacía el trayecto. De todos modos la pendiente no era demasiado pronunciada, así que no resultaba un gran obstáculo. Y directamente dejó de importarme cuando visualicé algo al final del pasillo. Fui acercándome con una curiosidad en aumento, pero manteniendo la calma, porque el hecho de que hubiese algo no significaba una salida de aquel pasillo. Aunque luego de tanto tiempo de no ver absolutamente nada (debo haber caminado cerca de dos horas), el simple hecho de ver algo distinto ya era demasiado. Mientras seguía acercándome, tenía tiempo suficiente para hacer miles de conjeturas, y sentirme ilusionado y desesperado sucesivamente. Se veía como el final del recorrido. El pasillo se cortaba abruptamente en una pared, y no había ninguna curva. Sentí temor, pero me tranquilicé un poco al ver que ese muro era de otro color, como si fuese de madera, y de menor altura que el resto del pasillo; tendría no mucho más de dos metros. Igualmente todavía estaba un poco lejos; tenía que seguir avanzando hasta llegar ahí mismo y ver de qué se trataba. En los últimos metros, la pendiente del suelo se incrementó notablemente. Continué, ya con un poco más de esfuerzo, hasta que finalmente llegué, y sentí cierto alivio al notar que ese final del pasillo tenía aspecto de puerta, una gran puerta que iba de pared a pared. No había ningún picaporte, así que empujé desde un extremo, y luego desde el otro, pero no se abrió. Sí hizo un ínfimo movimiento, como si hubiese hecho tope con algo desde el otro lado, lo cual era lógico por tratarse el suelo de un plano inclinado. Por lo tanto la puerta tendría que abrirse tirando y no empujando. Busqué con la mirada, hasta ver que en la base de la puerta, casi al ras del suelo, había una pequeña manijita como para tirar desde ahí. Lo hice y funcionó perfectamente, pero me resultó llamativo el sistema, ya que las bisagras de la puerta no estaban en uno de los laterales, sino en la parte superior. Igual, lo que más quería era ver que había del otro lado, pero sentí un poco de decepción al ver que cruzando la puerta el paisaje era más de lo mismo: el pasillo continuaba unos metros más, donde aparecía una nueva puerta igual a la anterior, separadas ambas por apenas unos veinte metros de distancia. De todos modos, creo que hubiese sido peor encontrarse con otro pasillo interminable, así que avancé rápidamente para abrir la segunda puerta, y al hacerlo, del otro lado otra vez lo mismo. Dudé por unos segundos, pero seguí adelante, y al cruzar, apareció una cuarta y más adelante una quinta puerta. De repente sentí una gran frustración. Sentía que estaba avanzando sin sentido, que lo que vendría adelante sería siempre más de lo mismo, y que no iba a conseguir nada. Me derrumbé con una angustia creciente y muchas ganas de llorar, pero ni siquiera me brotaban las lágrimas.

Después de unos minutos me reincorporé. Sabía que tumbado en el suelo no iba a conseguir salir de ahí; tenía que seguir adelante de todos modos. Fui hasta la siguiente puerta, ya sabiendo que del otro lado se repetiría el mismo escenario, y así lo fue. Mecánicamente continué atravesándolas una y otra vez. Lo único que iba variando a lo largo del recorrido, era que cada vez las puertas estaban un poco más cerca entre sí, pero apenas, y que la pendiente se iba intensificando. Eso sí era más notorio, porque el esfuerzo que tenía que hacer a esa altura para avanzar era importante, a tal punto que ya no podía mantenerme de pie, y tuve que empezar a reptar para no caerme y poder conservar el equilibrio. Algunas puertas más adelante, el piso perdió su superficie lisa, y empezó a presentar cada vez más irregularidades, como si se tratase de un suelo rocoso. En parte agradecí esto, porque me ayudaba para seguir avanzando; tenía de dónde agarrarme, pero la caminata ya había dejado de ser tal, para convertirse casi en una escalada. Bueno, no sé si tanto, pero creo que la pendiente ya debía aproximarse a los cuarenta grados de ángulo. Avanzaba con relativa destreza, pero al llegar a la puerta se volvía un poco complicado el método para abrirla, porque tenía que quedarme aferrado a la superficie rocosa, sosteniéndome con una mano, mientras con la otra tiraba de la pequeña perilla de madera; luego sostener la apertura, y avanzar con mucha concentración para no perder el equilibrio.

Continué, exhausto, y empecé a sentirme cerca de alcanzar mi meta. Esta sensación no era porque hubiese visto algo, no tenía fundamentos: fue como un presentimiento. La pendiente se había vuelto casi imposible: tardaba unos cuantos minutos en avanzar tan sólo algunos metros, pero no desistí. Logré llegar hasta una nueva puerta, y me quedé unos segundos inmóvil frente a ella. Necesitaba de ambas manos para mantener la estabilidad. Intenté acomodarme mejor, para poder abrirla. Lo hice, y cuando ésta ya estaba a medio levantar, el picaporte se desprendió, y yo perdí el equilibrio. Me fui hacia atrás, cayendo de espaldas sobre el suelo. Fue todo tan rápido. Comencé a rodar cuesta abajo, creyendo que al llegar a la puerta me detendría, pero no fue así. Al chocar contra ella, se abrió y yo continué con mi abrupto descenso. Sentía los golpes que recibía mi cuerpo a medida caía, pero mi mayor preocupación era el saber que en tan pocos segundos se estaba deshaciendo el camino que tanto tiempo me había costado avanzar. Tiraba manotazos hacia todos lados, intentando inútilmente aferrarme de algún sitio, mientras las puertas que había cruzado anteriormente, una a una se abrían al recibir el impacto de mi cuerpo.

Debo de haberme golpeado la cabeza y perdido el conocimiento, porque recuerdo abrir los ojos sintiendo una gran confusión y dolor generalizado. Me quedé inmóvil algunos minutos intentando reacomodar mis neuronas. Quise ponerme de pie, pero el dolor era tal que preferí acostarme en el suelo y descansar un poco. La pendiente no era mucha, por lo que deduje que en la caída habría rodado bastante y atravesado unas cuantas puertas, y los golpes y raspones eran una evidencia de ello. Me quedé mirando el azul del cielo, y no sé si habrá sido por la contusión, pero me descubrí sonriendo. El camino que había recorrido fue muy difícil, había fracasado rotundamente, y la caída me devolvió casi al principio. Pero por lo menos lo intenté, y en un rato, cuando recupere un poco de fuerza, voy a ponerme de pie y a seguir avanzando ya sabiendo que puedo caer.