viernes, 31 de diciembre de 2010

Se va, se va, se va


Bueeeeno, querido añito…
Pasamos cosas bastante piolas, otras no tanto, pero ya te vas, y bueno, otro te va a reemplazar. No nos vamos a volver a ver, pero portate bien, y si te llegas a cruzar con el que está llegando en tu lugar, decile que nos trate bien, ¿dale?

Salú

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Raíces

Fue poco tiempo después de su ruptura con aquella morena de ojos verdes, cuando se dio cuenta que su corazón había echado raíces. Ya no tenía, y posiblemente no volvería a tener jamás, ese mismo corazón de años atrás, cuando todavía no la había conocido a ella. En ese entonces era de todos modos un corazón frágil, pero con una superficie perfectamente lisa y definida, suave al tacto, y que podía ser graficado con bordes claros y concretos. Pero ya no después del paso que ella hizo por él. No estoy diciendo que la morena de ojos verdes haya sembrado el mal en su corazón con intenciones de alterar eso tan perfecto que él poseía. Nada de eso. Incluso es posible que ella nunca se haya enterado de la transformación ocurrida. Una transformación que tuvo que ser gradual e imperceptible a los ojos de ambos, hasta que poco tiempo después de la ruptura él se dio cuenta que algo había cambiado ahí, adentro de su pecho. Y aunque no haya sido un maléfico plan elaborado minuciosamente sino algo casual e incontrolable, fue ella la responsable de esta mutación. O mejor dicho, fue la causante, porque de otro modo puede llegar a interpretarse que fue ella quien tuvo absoluta responsabilidad por lo ocurrido. Pero es posible que también él se haya dejado estar, sumergido en la comodidad y vaya uno a saber en qué pensamientos, y se acordó de revisar el estado de su corazón cuando ya era demasiado tarde para remediarlo. Ese músculo que supo tener una textura impecable, casi meritoria de ser expuesto en una vitrina, hoy aparenta absolutamente diferente, plagado por cientos, y tal vez miles de raíces que como pequeños bracitos emergen de su interior y salen disparados en todas direcciones, generando que ese corazón que tiempo atrás supo ser libre, hoy permanezca suspendido en el centro de una telaraña autoprovocada por sus incontables raíces, que se extienden hasta mucho más allá de lo que se consigue ver. De todos modos no cuesta demasiado trabajo imaginar o suponer cuál es el destino de esos brazos. Es posible que el extremo allá distante de cada uno de ellos se encuentre sujeto con mucha fuerza a un recuerdo. Recuerdos que vinculan al propietario del corazón con aquella morena de ojos verdes. Algunos de ellos pueden ser de momentos muy puntuales como algún beso, pero otros, y tal vez sean éstos los que están fijados por raíces más difíciles de quebrantar, sean de cosas mucho más sutiles como la sensación provocada por un roce, el brillo de aquellos ojos verdes, un rayo de sol entrando a la cocina durante una mañana primaveral, e incluso otros tan sutiles e inexplicables que sólo poseen sentido en su mente, y resulta imposible siquiera pretender exteriorizarlos.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Muerte.com

-Hola.
-Hola, ¿cómo estás? –le preguntó Patricia mientras lo saludaba con apenas un contacto de mejillas.
-Bien… dormido.
-Si, yo también. No pude dormir mucho por la tormenta.
-¿Sabés que no me di cuenta de nada? Me enteré que había llovido recién cuando salí a la calle.
-¿No escuchaste nada?
-No.
-No te puedo creer… hubo truenos, relámpagos, de todo.
-Lamentablemente no escuché nada de nada. Están bárbaras las tormentas eléctricas para dormir –respondió Esteban.
-Ay, no, no me gustan.
-Si, son lo mejor que hay, sobre todo si no hay que madrugar a la mañana siguiente.
-¡Estás loco! No está bueno dormir con tormenta.
-¡Si! Tirado en la cama… tapado hasta el cuello… y que afuera el mundo se venga abajo…
-No, no.
-…El ruido del viento sacudiendo los árboles… las gotas pegando contra la ventana…
-Me asustan las tormentas –confesó Patricia.
-¿Cómo te van a asustar? Si no pasa nada.
-Pasa que una vez tuve una mala experiencia. Estábamos una noche por una ruta en Córdoba con Carlos y la gordita. De repente se largó a llover, pero no una lluvia común… no te puedo explicar la cantidad de agua que caía. Nosotros seguíamos andando, y como la tormenta no aflojaba, se empezó a inundar toda la ruta.
-¡Uh!
-Si, al principio vimos cómo se empezaba a acumular agua en la banquina, pero después llegó un momento en que ya no se distinguía dónde estaba la ruta. ¡No sabés el pánico que me agarró!
-Jodido –dijo Esteban mientras levantaba las cejas por el asombro.
-Fue muy feo, porque no sabíamos por dónde estábamos. Y además, como era de noche, la luz de los faros del auto iluminaban las gotas, y no podíamos ver más allá de la trompa. Más o menos íbamos calculando de estar dentro de la ruta por la distancia a la que estábamos de unos cercos a un lado y otro del coche. El tema es que también nos daba miedo frenar o andar muy despacito, porque podía llegar a aparecer un auto de atrás y nos llevaba puestos.
-¿Y qué hicieron? –preguntó Esteban sin quitarle la vista de encima a Patricia.
-Anduvimos así un rato, unos veinte minutos más o menos, alertas y con mucho miedo. Nosotros queríamos tirarnos a la banquina, bien contra el cerco para asegurarnos de estar fuera de la ruta, y quedarnos ahí esperando a que afloje la lluvia. Pero no nos animamos porque viste que a veces en la banquina hay como una zanja…
-Ah, claro.
-Y si era así y nos llegábamos a caer ahí adentro con el auto…
-No, si, obvio. Te vas a la goma y ahí sí que no salís más.
-Claro. No sabíamos bien que hacer, y encima con la gordita…
-¿Y cómo siguió la cosa?
-En un momento vimos que había como una tranquera ahí nomás, a unos metros de la ruta, así que dedujimos que había un camino medianamente recto desde la ruta hasta ahí. El único problema fue que como era de noche, cuando vimos la tranquera ya estaba a nuestra par…
-Claro.
-…Así que con el riesgo de que viniera alguien atrás nuestro y nos llevara puestos, frenamos ahí nomás, en el medio de la ruta, e hicimos marcha atrás unos metros para poder meternos por el supuesto camino ese.
-Arriesgada la maniobra. Por suerte no venía nadie.
-Si, la verdad. Y ahí nos quedamos a esperar que dejara de llover.
-Pero, ¿no cruzaron la tranquera esa?
-No, ni locos –respondió Patricia-. Con lo que llovía. ¿quién iba a bajar del auto? Estaba todo lleno de agua. Además del otro lado de la tranquera tampoco se distinguía ningún camino.
-Es verdad. ¿Y estuvieron mucho tiempo esperando?
-Hasta la mañana siguiente. Primero estuvimos un buen rato hasta tranquilizarnos, tomamos unos mates, y después el sueño nos ganó y nos quedamos dormidos. Durante la noche me desperté un par de veces, pero seguía lloviendo, así que nada, ni lo desperté a Carlos. Capaz ya no había agua en la ruta, pero como estaba todo oscuro no se veía nada, y había que prender las luces del auto para eso. Y después me volví a despertar mientras estaba aclarando, y ahí vi que ya estaba mejor el panorama, y pudimos seguir camino. Pero la verdad que no la pasé para nada bien.
-Si, me imagino que debe haber sido un poco angustiante la situación, pero…
-¿Un poco? –interrumpió Patricia-. No sabés lo feo que fue. Esa sensación de estar a ciegas en el medio de la nada.
-Bueno, está bien, pero tampoco me parece que sea como para tenerle miedo a las tormentas. No es algo típico lo que viviste.
-Pero el hecho de sentir que la muerte puede estar cerca te cambia completamente el panorama. Ese día sentí que podíamos morir, que cualquier cosa nos podía pasar.
-El verdadero problema era que podías morir muy lejos y nadie se iba a ir hasta Córdoba para velarte –comentó Esteban intentando poner un poco de humor a la charla.
-Es verdad… -Patricia sonrió- …mucha guita en pasajes. No, pero me hubiesen traído y me velaban por acá.
-Me parece que yo no hubiese ido.
-Ah, pero qué mala onda –dijo siguiéndole la broma.
-No, pero hablando en serio, no están buenos los velorios.
-Y, obvio que no. Se acaba de morir una persona. No es una fiesta.
-Si, pero la muerte es algo natural, y que se yo, estaría bueno poder desdramatizar un poco los velorios. A los que tuve que ir, creo que me terminaron bajoneando más que la muerte misma. La sala de velatorios es un ambiente muy frío, lúgubre… la gente está ahí parada, mirando el ataúd, y ni te digo si es a cajón abierto. El fiambre ahí… ¿Qué necesidad hay? Es demasiado morbo. El cajón tendría que estar siempre cerrado, y el velorio… que se yo… tendría que ser distinto. Es muy deprimente que estén todos ahí parados, en silencio, casi empujándolo a uno a sentirse mal y al llanto. El que murió, murió. Ya fue, no se va a poder hacer nada contra eso. Capaz que tendría que haber algo de música en el ambiente, que la habitación esté decorada de una forma un poco más cálida, y no ese frío mármol por todos lados. Unos sillones tendría que haber, y también algo de comida… no se, unos sandwichitos, o unas masas para entretener a la gente.
-No, no podés hacer eso. Es una falta de respeto al que se acaba de ir.
-¿Por qué falta de respeto? Es como hacen en las películas. Capaz que al muerto le gustaría que sus seres queridos la pasen bien en su propio funeral. Sería como ser un buen anfitrión desde el más allá.
-Me parece demasiado.
-O sino directamente que no haya velorios. El negocio de la muerte es de terror. Lo que lucran con todo eso. El cajón vale un huevo, las coronas de flores también, y para mi gusto no sirven de nada. Primero que cuando están en la sala largan un olor que es repulsivo, no tienen un perfume rico. Y después las llevan hasta el cementerio y quedan ahí, pudriéndose… no le veo demasiado sentido. Además genera cierta competencia: como si el que compra la corona más cara fuese el que más quiso al fiambre. Tendrían que desaparecer los velorios y fue.
-Coincido con lo que decís, que hay mucho negocio alrededor de la muerte, pero es necesario el velatorio, porque hay gente que quiere despedirse del que se acaba de ir.
-Bueno, pero entonces habría que buscar nuevas formas. Por ejemplo, se me ocurre que podrían sentarlo al muerto en una silla, y ponerlo arriba del techo de un auto…
-Vos estás loco –comentó Patricia divertida con la ocurrencia de Esteban.
-…Y salir a dar vueltas con el homenajeado ahí, encabezando la caravana. Estaría bueno, sería pintoresco por lo menos. Pero eso sí, hay que tener cuidado y atarlo bien. No vaya a ser cosa que se caiga y que lo pisen todos los que vienen atrás.
-¿Y la gente lo saludaría a su paso? –preguntó sumándose a la idea.
-Claro, esa es buena. Se organiza el paso de la caravana por el barrio del difunto, ponele. Algunos pueden sumarse a la marcha de autos, y los demás están parados en las veredas, saludando a medida que avanza el muerto. Incluso podrían tirarle flores a su paso… aunque pensándolo bien, lo de las flores es como más de lo mismo. Podrían tirarle papel picado, bombitas de agua, serpentinas…
-¿Pero qué es, un velorio o un carnaval?
-Y… si me presionás un poco te digo que el carnaval tiene mucha más onda. Yo creo que si se hiciera algo por el estilo, la gente dejaría de vivir las muertes como algo tan trágico. No tiene mucho sentido sufrir tanto, si de hecho la única certeza que tenemos es que todos vamos a terminar así.
-Bueno, entonces intentá que alguien me avise cuando te mueras, así voy a tirarte de esas espumas en aerosol.
-¡Genial! –exclamó Esteban.
-Igualmente no termina de convencerme del todo. Es como un método demasiado festivo. Pero se me acaba de ocurrir que existen otras maneras para que la gente pueda despedirse. No se bien cómo, pero ya que internet acorta las distancias, capaz se la podría aplicar a todo este asunto.
-Si, totalmente. ¡Sos una genia! –exclamó Esteban-. Habría que inventar un portal que sea de velatorios virtuales. Los que quieran despedir al muerto entran al sitio, y ahí pueden ver imágenes que lo inmortalizan, tal vez acompañadas de su música favorita. Todos los parientes que visitan el sitio pueden chatear entre sí, tal como lo harían en un velorio convencional. Se le pueden dejar mensajes al fallecido, y seguramente varias cositas más. La verdad que me parece una idea muy buena.
-Fuera de toda la locura de esta charla, creo que puede llegar a convertirse en algo realizable.
-Absolutamente. Yo creo que habría que trabajar la idea un poco más y buscar la forma de concretarla. Si se puede hacer algo, vamos mitad y mitad con las ganancias.
-Si, dale, pero lo dejo en tus manos porque yo no entiendo nada de todo eso.
-Ah, bueno, entonces después arreglamos bien el tema de los porcentajes –dijo Esteban, esbozando una sonrisa-.
-Me parece bien. Ahí viene mi colectivo, tarde como siempre. Espero que mi jefe no me mate.
-O por lo menos que espere a que esté terminado el sitio web.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Tiempo al tiempo


El sábado fue el casamiento de Javi, un amigo, con quien fuimos al colegio. Increíble cómo pasa el tiempo. Uno no se da cuenta, pero después aparecen estos momentos clave, que lo devuelven a uno a la realidad de un cachetazo. Y en un momento en particular de la fiesta, me di cuenta que éramos cinco ex compañeros los que estábamos compartiendo la mesa, todos con sus respectivas parejas salvo uno: yo, que no tengo. No voy a apelar al clásico recurso del violín, pero es cierto que una de las tantas cosas que hace el tiempo es “acomodar” la vida. O por lo menos debería. Me sentí como sapo de otro pozo, pero qué le vamos a hacer.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Nieve



Un hermoso recuerdo de aquella helada mañana boliviana del 1º de septiembre, yendo de Tupiza a Uyuni.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Wikiverga

Yo a Wikipedia lo banqué siempre, pero ahora resulta que uno no puede publicar cosas porque te las borran. ¿Bajo concepto de qué? ¿Quién determina qué es válido y qué no? Si aparecen publicadas las reglas de todo tipo de juegos, ¿por qué no pueden aparecer las del Espléntiful?



Y encima Jimmy tiene el tupé de aparecer, mirando con esos ojitos y cara de bueno, pidiendo una ayuda monetaria. Seguramente tiente toda la papota. ¿Te obligó alguien a crear Wikipedia? ¿Eh? Entonces jodete y bancátela. Y te merecés que nadie te de un mango, por forro. Para tu información el mundo necesita conocer las reglas del Espléntiful, así que voy a usar mi blog para difusión. ¿O ahora también me lo vas a prohibir? ¿Tampoco puedo publicarlas acá? Por favor...

martes, 14 de diciembre de 2010

Ex

Julián oía la música cada vez más fuerte a medida que se iba acercando al predio. Apuró el paso, entrada en mano, para poder estar finalmente dentro del festival. Todavía era temprano, y no había ninguna banda que particularmente quisiera ver a esa hora, pero disfrutaba mucho de esos eventos, pasando toda la tarde escuchando música en vivo, bajo el rayo del tibio sol de primavera, y en compañía de algunas miles de personas. El clima era ideal y eso ya lo predisponía a pasarla bien.

Pasó algunas horas caminando, recorriendo las distintas carpas y puestitos que estaban armados a lo largo del lugar, y la música funcionaba como el telón de fondo ideal para todo aquello. Cada tanto la vista se le desviaba hacia alguna linda chica que se paseaba como si nada a su lado, hipnotizándolo casi accidentalmente. Recién Julián podía romper el hechizo cuando las perdía de vista, y ahí seguía su camino, disfrutando la música, el clima y la tarde.

Cansado de caminar, se sentó en el suelo durante algunos minutos, contemplando el escenario desde la distancia, y entrecerrando los ojos para disfrutar mejor de una brisa fresca. Al abrirlos y mirar nuevamente a su alrededor, le pareció que había muchas más chicas de lo que habitualmente se veían en este tipo de recitales. Sin embargo no le dio mucha importancia a ello, y habiéndosele despertado el apetito, se compró algo para entretener el estómago antes que tocara su banda preferida.

El sol empezaba a caer lentamente, tiñendo todo el paisaje con un tinte rojizo, mientras las chicas parecían no dejarlo respirar con sus continuos vaivenes provocadores. Bajo aquella rojura estallaron los acordes de una canción que solía oprimirle el pecho a Julián como pocas otras eran capaces. Sentía el latir del bombo expandiéndose a través del suelo, y retumbando con notable fuerza dentro de su pecho. Era la canción que años atrás lo había vinculado con Mariana, y ahora al volver a escucharla comenzó a sentir una tibieza húmeda en sus ojos. Al limpiarse notó que era sangre, y sin siquiera sobresaltarse, como si se tratase de algo habitual, siguió caminando, restándole importancia a la sangre y a la canción que continuaba sonando.

De pronto vio pasar a una chica que le recordó mucho a Camila, una ex novia a la que nunca pudo olvidar. Al cerrar los ojos todavía escuchaba su dulce voz susurrándole palabras al oído, y le parecía sentir esa fragancia a caramelo que emanaban sus palabras. Seguía recordando continuamente la textura de sus labios tan suaves como la seda. Hacía años que no sabía nada de ella, y si bien muchas veces pensó en llamarla, nunca terminó de animarse por miedo a un rechazo.

La noche ya era absoluta, y allá en un rincón una morocha bailaba sola, sacudiendo sus caderas tan elegantemente como lo hacía Paula, su último gran amor. Sí que la habían pasado bien en su momento, y esa frescura, y esa desinhibición que tenía ella lo habían divertido muchísimo. En esas épocas la rutina no parecía ser un tema de preocupación, porque ella siempre salía con alguna ocurrencia tan original y acorde a la circunstancia que era imposible no sentir el deseo de estar en su compañía. Sin embargo no fue tan agradable cuando se enteró que Paula no podía seguir con la relación porque sentía que él ofuscaba sus ansias de libertad. Es que ella tenía ese algo que a él le faltaba, y por esto se le hizo difícil su ausencia.

Al terminar de tocar la banda, comenzó a hacerlo otra en un escenario ubicado en la otra punta del predio. La masa de gente, como bajo un encantamiento sonoro, se fue desplazando hacia allí, y en esa migración Julián se topó caminando detrás de una peticita de cabello lacio, largo hasta media espalda. Le fue inevitable pensar en Valeria, su primera novia. Todavía recordaba la ebullición de su sangre al posarle las manos sobre la cintura, y el profundo amor que llegó a sentir por ella. Esas largas caminatas que hacían abrazados o simplemente tomados de la mano, haciendo planes a futuro que nunca se concretarían, durante aquella juventud en que ese amor parecía algo inquebrantable.

Julián, intentando esquivar esos recuerdos que lo sumergían en una angustia casi desesperante, se escabulló hacia su izquierda para perder de vista a aquella chica. Pero al hacerlo se topó con un par de ojos azules que lo penetraron tan profundamente como lo supieron hacer los de Romina. Aquellas mañanas eternas en que ambos se quedaban recostados, con una leve sonrisa en sus rostros y sin poder dejar de mirarse durante horas, mientras el sol se filtraba por la ventana, regando con su luz cada pliegue de las sábanas. Con ella disfrutaba mucho de esos momentos en los que el tiempo parecía no avanzar, y quizás eso mismo fue lo que generó que se estancaran las cosas entre los dos.

Hacia donde Julián dirigiera la vista encontraba a alguien que lo llevaba a acordarse de sus ex novias. Pese al paso del tiempo seguía conservando en su memoria muy gratos recuerdos de todas ellas, y en el fondo aún las seguía extrañando. A todas ellas, menos a Mariana, que lo abandonó de un día para el otro sin motivo alguno, y eso lo dejó con la sangre en el ojo.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Discos


Dublin, año 1997

Bono: Che, ya se me ocurrió como puede ser la tapa del disco nuevo.
The Edge: Uh, joya, porque yo estoy re quemado y no se me ocurre nada.
Bono: Ésta es buena de verdad, eh. Es, ponele, la tapa del disco dividida en cuatro partes. En cada parte aparece uno de nosotros, y como para hacerlo más flashero, le metemos un color diferente a cada foto.
Adam Clayton: ¡Groso, Bono! ¿Ves?, por estas cosas es que sos el líder de la banda. Me re cabió. Y además está piola la idea porque queda todo simétrico y equitativo.
Larry Mullen: ¿No había ya un disco así?
Bono: No que yo sepa.
The Edge: Callate, Larry, no seas amargo. No hay ningún disco así. Vos porque sos batero y estás resentido porque nadie se acuerda de tu cara. Pero ésta es tu oportunidad: tu cara va a aparecer en la tapa.
Larry Mullen: Chupala. Sólo dije que me parecía que ya existía, pero capaz me equivoqué.
Bono: Bueno, bueno che… ¡Yo elijo el amarillo, canté pri!
The Edge: ¡Rojo!
Adam Clayton: A mí me da lo mismo, soy daltónico.
Larry Mullen: Entonces yo elijo verde, y que Adam sea azul, así quedan los cuatro colores más pop.
The Edge: Joya, y además eso concuerda con el nombre del disco.
Bono: Señores… ¡tenemos portada!


28 años antes en Nueva York…

jueves, 9 de diciembre de 2010

Estol y los soratíes

Maacá, concubina de Caleb, dio a luz a Séber y Tirjama. Engendró también a Saaf, padre de Madmaná, y a Sevá, padre de Majbená y padre de Guibeá. Hija de Caleb fue Axá. Estos fueron los hijos de Caleb. Hijos de Jur, primogénito de Efratá: Sobal, padre de Cariatiarim; Salmá, padre de Belén; Jaref, padre de Bet-Gader. Sobal, padre de Cariatiarim, tuvo por hijos a Haroé, es decir, la mitad de los manajistas y las familias de Cariatiarim; los jitríes, los putíes, los sumatíes y los misraíes. De ellos salieron los soratíes y los de Estol.

1-Crónicas 2, 48-54

Mirá lo que se viene uno a enterar leyendo la Biblia. Martín Estol y los nativos de Sorata están estrechamente ligados al pueblo de Israel.

martes, 7 de diciembre de 2010

Día 39: El final

1.oct.2010

Nos levantamos muy temprano, a eso de las cinco, en nuestra última mañana en Cusco. Sin siquiera tiempo para desayunar nos tomamos un taxi hasta el aeropuerto. Después de despachar el equipaje y pagar la tasa de embarque, pasamos los últimos minutos en la ciudad cusqueña antes de partir. Yo nunca había viajado en avión y era algo que siempre me causó temor, no tanto como para paralizarme, pero sí como para evitarlo de ser posible.

Llegada la hora salimos a la pista y embarcamos. Para mi debut aéreo me senté del lado de la ventanilla para disfrutar del vuelo, porque pese a los temores me sentía bastante confiado. En el momento del despegue el avión empezó a carretear acelerando cada vez más, lo cual me produjo una sensación de adrenalina inexplicable. Después de algunos segundos la nave se despegó del suelo, pero lo hizo tan suavemente que me inspiró mucha más confianza. Ya alcanzada cierta altura, y sobrevolando las montañas de la zona, era muy extraño el paisaje en el exterior, porque al no verse ningún tipo de edificación se perdía completamente la noción de las distancias y las dimensiones de lo que estaba afuera.


Desde las alturas, pocos minutos despues del despegue.


Luego de una hora de vuelo muy tranquilo y con un aterrizaje perfecto, llegamos a la ciudad de Lima, donde teníamos que tomar la conexión rumbo a Buenos Aires. Teníamos un rato de espera entre ambos vuelos, que usamos para comer algo y también para dar un paseo por el free shop. Volvimos a embarcar, y esta vez por la manga, como yo tenía ganas. Si bien mi experiencia en vuelos había comenzado tan sólo una hora atrás, lo sentía como algo absolutamente habitual, y ya había perdido todo temor. De todos modos el despegue de este segundo avión me pareció un tanto más brusco, y algún motor o turbina había un ruido como si estuviese sobreexigido, pero de todos modos intenté relajarme y disfrutar del momento. En alguna ocasión el avión se inclinó demasiado para mi gusto, y ahí por un instante tuve la sensación de que nos podíamos ir al carajo, pero después se enderezó y siguió su curso. También hubo alguna que otra turbulencia menor que hizo que la nave se sacudiera un poco, pero ni siquiera llegó a preocuparme.

El viaje duró unas cuatro horas, pero como la mayor parte del tiempo fue por sobre las nubes o directamente entre ellas, no podía apreciarse ningún tipo de vista aérea. Aterrizamos pasadas las cuatro de la tarde, hora argentina, en el aeropuerto de Ezeiza, donde después de tramitar el ingreso al país y recoger nuestro equipaje fuimos recibidos por la familia de Víctor que había ido a buscarnos.


Muy rico todo, muy lindo todo, pero nosotros queríamos seguir viajando.


No se si el viaje va a continuar luego de un tiempo tal como estaba planeado desde un principio, si se modificarán la ruta y los destinos, si seremos nosotros dos nuevamente o si se sumarán más amigos, pero sí se que lo vivido en estos 39 días fue algo en verdad increíble, tanto por los lugares maravillosos que conocimos como por la gente. Pero es algo muy complicado de explicar con palabras, y siento que tal vez haya un antes y un después en mi vida al hacer un viaje de estas características.

-FIN-

lunes, 6 de diciembre de 2010

Día 38: Suspiro cusqueño

30.sep.2010

Fue un día casi sin contenido, y en el cual hubo prácticamente durante todo el tiempo un halo de melancolía por el tan próximo y prematuro final. Ocupamos nuestras horas recorriendo el mercado y las ferias cusqueñas, comprando cantidades de obsequios. Era un poco cómico porque en tres oportunidades salimos a dar una vuelta y regresamos al hostel cargando bolsas llenas de artículos recién comprados. Compartimos nuestra última cena de Cusco ahí mismo, en The Point, junto a otros viajeros, y después de clavarme un buen fernet salimos en busca de un restaurante para probar el suspiro limeño, el postre que Víctor quería probar antes que abandonemos el país.


Última noche caminando por las calles de Cusco.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Sr. Penergido


Bajo ningún punto de vista voy a llamar por teléfono y preguntar por el señor Penergido. Me estaré perdiendo la oportunidad más importante de mi vida, no lo se, pero es cuestión de principios.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Día 37, parte 4: Nos volvemos

Yo me veía venir ese final a medida que él hablaba, pero una cosa es imaginarlo y otra es que te comuniquen algo que ya está definido. Su postura era la correcta y era el mismo camino que hubiese tomado yo estando en su lugar. Me preguntó que qué iba a hacer yo, porque pese a que iniciamos el viaje juntos, sabíamos que cada uno tenía la libertad de tomar sus decisiones y seguir adelante por su cuenta. Una de las opciones que tenía era la de seguir viajando yo solo, pero no me terminaba de convencer. Soy muy miedoso como para mandarme a viajar por lugares desconocidos. Tal vez sea una de las experiencias más grosas por las que se pueda pasar, y de hecho durante el viaje encontramos a mucha gente que sale a recorrer el mundo sin ningún tipo de compañía, pero me parece que eso depende muchísimo de cada persona, y no se si yo hubiese podido hacer todo el viaje que restaba. Rápidamente mandé mails a mis amigos contando la situación y preguntando si alguno podía llegar a sumarse, y obviamente fue imposible. Otra opción era quedarme en Cusco un tiempo, como para ver si al cabo de unos días me decidía a continuar solo, o incluso podía llegar a conocer a alguien que tuviese planeado un viaje similar, al cual me pudiese acoplar. Pero en el momento me dio la sensación que quedándome me iba a aburrir rápidamente e iba a terminar volviendo a Buenos Aires. También pensé en la posibilidad de mandarle un mensaje por Facebook a Frederique, para así poder encontrarnos en Copacabana y acompañarla en su viaje hasta Argentina, pero para esto dependía de que ella se conectara a internet en algún momento, cosa que podía llegar a tardar días o incluso semanas, dificultando un posible encuentro. De todos modos también era un poco extraña la idea de continuar viajando como si nada hubiese pasado, sabiendo que mi compañero se volvía por una delicada situación familiar. A todo esto el padre de Víctor ya le había comprado un pasaje en avión para él, y por las dudas había reservado otro para mí, el cual tenía que ser confirmado o rechazado antes de las 19:00hs de ese día. Así que después de pensarlo durante unas horas, pero sin estar cien por ciento convencido, me incliné por el retorno a Buenos Aires.

Como Víctor también se estaba quedando con muchas ganas de seguir viajando, la idea del regreso no significaba el fin de todo, sino una pequeña pausa en la travesía, que pensamos reanudar en algún momento no muy lejano. Y lo otro que me reconfortaba por el hecho de tener que volver a Argentina, era que ahora sí iba a poder encontrarme con Frederique. Esto funcionó como un efectivo calmante al dolor de tener que cortar todo así tan bruscamente.

Cerca del mediodía fuimos hasta la terminal a devolver los pasajes, pero nos dijeron que vayamos más tarde, porque no se encontraba el administrador de la empresa. Así que regresamos a la hora que nos indicaron, y nos quedamos sentados esperando al hombre que estaba por llegar. Mientras tanto, yo miraba para todos lados buscando al tipo que había estafado a las chicas francesas esa misma mañana. Veo a uno que estaba apoyado contra una columna, y que tenía la apariencia de trabajar en el lugar. Me pareció que podía ser, pero no estaba completamente seguro de ello. El flaco llevaba una campera de cuero negra al igual que el estafador, pero su cara me confundía. Lo veía muy parecido pero no llegaba a darme cuenta del todo, así que me quedé un buen rato mirándolo directamente a los ojos, para ver si al hacer contacto visual reaccionaba de algún modo extraño. No pasó nada. Otro tipo pasó caminando y también me pareció que podía ser, lo cual me desorientó bastante, porque me demostró que evidentemente no podía reconocer su cara.

Nosotros permanecimos sentados a la espera, hasta que llegó un señor con las mismas características del estafador. Me quedo observándolo, y me dio la sensación de que cuando me vio rápidamente evitó mi mirada y siguió su camino, ingresando a la oficina de Cisne: era el administrador. Yo tenía muchas ganas de increparlo, pero para poder hacerlo tenía que estar absolutamente convencido que fuese el mismo tipo, y si bien estaba en un noventa por ciento seguro, no era suficiente. Le comenté esto a Víctor y le pedí que fuera él a devolver los pasajes. Rápidamente y sin hacerle ningún tipo de cuestionamiento, el tipo le reintegró el dinero, cosa que nos resultó un tanto llamativa, porque veces anteriores como cuando quisimos cambiar los pasajes en Sucre, o que nos devolvieran la plata del micro que nos abandonó en Sorata, resultó imposible llegar a un acuerdo. Así que el hecho de que esto haya sido tan simple daba para pensar que efectivamente era el mismísimo estafador, que quería que nos fuéramos rápidamente. Terminamos yéndonos, y me quedé con la vena, pero no podía hacer nada al respecto sin estar convencido.


No éramos los únicos tristes. Las calles de Cusco lloraron esa misma tarde.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Día 37, parte 3: El pasaje misterioso

Todavía absolutamente desencajado por la situación, les muestro a las chicas el hallazgo que había hecho y ellas también se quedaron perplejas al ver nuestros nombres ahí. El tercer pasaje que ellas tenían abrochado junto al resto era el que las iba a llevar de Puno a Copacabana cuando hicieran el cambio de micro. Éste era un único pasaje que era válido para ambas, y también llevaba originalmente el nombre de Víctor y el mío escritos a mano, y posteriormente tachados y sobrescritos los de ellas dos. Frederique se quedó mirando fijamente el papel y moviendo sutilmente la cabeza, dando a entender que no encontraba lógica para aquello. El chofer me preguntó cuánto habíamos pagado por los pasajes, y al responderle que les costó cincuenta soles a cada una, puso cara de disgusto y dijo que el valor de ese pasaje era de treinta soles. Lo que yo imagino es que el viaje con Cisne puede ser más caro, y que el tipo de la oficina al hacer el cambio de pasajes, se quedó con los de más valor para intentar revenderlos a alguien y así quedarse con unos mangos, pero de todos modos eso no explica la aparición de nuestros nombres impresos ahí. Sentí que el conductor se compadeció un poco por toda la situación y finalmente dejó que las chicas subieran al micro.

Antes de que las chicas subiesen al micro nos despedimos, y Frederique dijo que igualmente nos veríamos en Buenos Aires. Días antes, hablando de nuestros viajes, ella mencionó que iba a estar por la capital argentina para mediados de noviembre, según lo que tenía calculado. Era casualmente la fecha aproximada que teníamos nosotros para el regreso, lo cual me alegró porque significaba volver a verla más adelante. Pero después, haciendo mejor los cálculos, me pareció que ni con suerte íbamos a estar en Buenos Aires para esa fecha, teniendo en cuenta que en cinco semanas de viaje habíamos recorrido todo Bolivia y dos ciudades de Perú, pero todavía nos restaban otras seis de este país, todo Ecuador y Colombia, siendo este último destino donde nos íbamos a encontrar con Manu, lo cual podía extender un poco más nuestra estadía allí. Me parecía imposible poder terminar todo lo que restaba en tan sólo un mes y medio más, y eso un poco me angustiaba, aunque a ella nada le dije y mantuve mi palabra de reencontrarnos en Argentina.


El pasaje que nos desencajó.


Una vez que ellas estaban sobre el bus, aproveché para pedirle por favor al chofer que cuando llegasen a Puno se fijara que no tuvieran problemas con el cambio de micro, ya que me imaginé que podría llegar a ocurrir algo similar. Se fijó en el pasaje y dijo que estaba todo bien, que no iba a haber inconvenientes. Así que más tranquilo les hice señas a ellas de que estaba todo en orden, y después que el micro arrancó me volví caminando al hostel sin poder dejar de pensar en lo ocurrido con los pasajes, y sin encontrar ninguna explicación. Lo único que se me ocurrió era que como nosotros habíamos viajado por Expreso Power diez días antes cuando fuimos de Puno a Cusco, nuestros datos estaban cargados en el sistema de la empresa, y por algún motivo inexplicable imprimieron pasajes con nuestros nombres, y que casualmente llegaron a nosotros. Esa explicación implicaba una seguidilla de coincidencias, pero aportaba cierta lógica al asunto. Pero después me fijé en el pasaje viejo de Power que yo tenía guardado en el fondo de mi mochila, y ahí mi apellido aparecía bien escrito, con las dos “N”, mientras que en boleto misterioso estaba con una sola, lo cual tiraba abajo mi teoría, porque implicaba que los nombres tuvieron que ser tipeados nuevamente. Creo que nunca vamos a saber qué fue lo que realmente pasó.

De regreso en el hostel me puse a acomodar mis cosas después de haber desayunado, cuando me llega un mensaje de texto de Víctor que decía: “Che, recién desayuné. Si querés venite así te cuento un par de cosas.” Como habíamos pasado la noche en hospedajes diferentes, acordamos que en cuanto se levantara me iba a avisar así nos encontrábamos e íbamos a aprovechar las últimas horas. Pero algo me decía que tenía que hablarme de algo que no era muy bueno. Así que terminé de acomodar más o menos mis cosas y me fui para The Point, el hostel donde estaba él, al cual pude ingresar sin ningún problema mostrando mi pulserita. Lo encontré a Víctor en el bar, le pregunté si había pasado algo, y me contó que la noche anterior, después que se fue del bar donde estábamos reunidos con los del tour, habló con su hermana y ahí se enteró de la verdadera gravedad del accidente de su hermano: el golpe en la cabeza le produjo un derrame cerebral y se encontraba internado, en coma farmacológico, en un estado muy delicado, y no se sabía si se iba a recuperar. Por esto, y después de pensarlo durante toda la noche, tomó la decisión de volverse a Buenos Aires.

Continuará...

jueves, 2 de diciembre de 2010

Día 37, parte 2: Estafa a la francesa

Mirando el pasaje que tenía en mis manos recordé que el día anterior cuando Frederique y Aurelie los compraron en la oficina de Cisne, Víctor y yo habíamos hecho lo propio en la misma empresa para salir por la noche rumbo a Arequipa, y que los cuatro boletos eran iguales, con el estampado y el nombre de la empresa en color celeste, y en cambio estos que estaban ahora delante de mis ojos tenían el estampado en color marrón, y en su encabezado podía apreciarse el nombre de otra empresa, que era Expreso Power. Definitivamente el tipo les había cambiado los pasajes por otros, y esto me desorientaba más con respecto a lo que podía llegar a pasar. De todos modos me dirijo a la oficina de Power para tirarme el lance y ver si por casualidad ellos tenían por ahí la parte que les faltaba a los boletos, aunque ellos no tenían nada que ver con la estafa que empezaba a creer cada vez más como algo concreto. Así que me arrimo hasta la oficina, y le digo a uno de los muchachos que estaba ahí:
-Disculpame. Yo compré estos pasajes pero el chofer me dice que les falta un pedazo.
-No, pero no te hagas problema, suban igual al bus –me dice después de mirar los pasajes.
-Claro, pero el chofer me dice que sin ese talón no nos puede dejar viajar.
-Suban igual, no pasa nada, yo después le mando al chofer un comprobante para que tenga.
-Está bien, pero él me dice que sin eso no podemos viajar. ¿No podrías venir vos a hablar con él directamente?
-Si, si, no hay problema.
Así que el flaco con la mejor predisposición vino conmigo nuevamente hasta las plataformas para intentar solucionar el tema directamente con el conductor del micro.

El chofer y el muchacho conversaban entre sí, uno diciendo que sin el comprobante las chicas no podrían viajar, y el otro opinando que podían hacerlo lo mismo, y después él le mandaría un comprobante al conductor, y mientras tanto Frederique, Aurelie y yo éramos los espectadores más nerviosos de la charla. El chofer se dio cuenta que había algo raro en el asunto, y me preguntó que quién fue el que nos dio esos pasajes, así que le expliqué que había sido un tipo de Cisne, pero que cuando lo fui a buscar ya no estaba. Por iniciativa suya volvimos a ingresar a la terminal en busca de aquel sujeto, que obviamente no estaba por ningún lado. El conductor ya convencido de que hubo una estafa de por medio, me dice que habría que llamar a la policía. A un costado de la oficina de Cisne estaba el mismo gordo que me había dicho que el otro tipo se fue al taller, quien le repite las mismas palabras al chofer. Éste, un tanto indignado y ya metido en toda la situación, va para la oficina de Power y comenta con algún otro empleado de su empresa algo así como que no podía ser que pasaran estas cosas.

Mientras ellos seguían conversando con los pasajes en su poder, me doy cuenta que éstos tenían todos los datos impresos, es decir el nombre del pasajero, ciudad de destino, fecha y horario, pero el nombre impreso había sido tachado con birome, y sobre éste escrito a mano el de Aurelie. Hasta el momento ninguno de nosotros se había dado cuenta de ese detalle, y al notarlo hago un esfuerzo por leer el nombre que estaba tachado. Tomé el boleto con mis manos, y me quedé paralizado al leer que el nombre que se ocultaba bajo los garabatos era “MARTÍN PANARI”. No pude hacer más que quedarme inmóvil con la mirada fija en mi nombre, sin entender absolutamente nada. Miro el otro pasaje, y se repetía la situación: tenía impreso el nombre “VÍCTOR JANOTA”, el cual había sido tachado y luego escrito con birome el de Frederique. No había ninguna explicación razonable para que nuestros nombres estuviesen en esos boletos, porque la empresa a la cual nosotros le hicimos la compra en la jornada anterior era Cisne, y no Expreso Power, y además para nuestros pasajes nunca ingresaron los datos al sistema, sino que cuando los compramos la chica de la empresa escribió a mano nuestros nombres en los boletos, y nos los dio. Además el tipo de Cisne que hizo la estafa cambiando los pasajes originales por estos otros, en ningún momento tuvo nada en su poder que dijera mi nombre y el de Víctor.

Continuará...

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Día 37, parte 1: El fin de una etapa

29.sep.2010

Nos despertamos a las cinco de la mañana, ya que Frederique y Aurelie tenían que salir a eso de las seis, rumbo a Copacabana. El día anterior ya les había dicho que las iba a acompañar hasta la terminal para despedirlas. Fuimos en taxi, y al llegar nos dirigimos directamente a la oficina de Cisne, que era la empresa en la cual habían comprado el pasaje el día anterior. Vemos que no había nadie, lo cual no nos sorprendió teniendo en cuenta que todavía era muy temprano, pero un señor que estaba por ahí, al vernos cruza rápidamente del otro lado del mostrador para atendernos. De todos modos no teníamos que hacer nada ahí; simplemente fuimos a la oficina de Cisne porque la chica que nos vendió los boletos dijo que así lo hiciéramos. Tanto en Perú como en Bolivia, además del pasaje es necesario pagar una tarifa por el derecho de uso de la terminal, así que aprovecho para preguntarle al señor en dónde había que hacer ese pago, y me indica señalándome una cabina que estaba en el medio de la terminal, pero me dice que no era necesario hacerlo ahora, sino más tarde cuando estuviésemos saliendo hacia las plataformas. Faltaban todavía algunos minutos para el horario de salida del bus, y el señor dijo que él nos iba a avisar cuándo teníamos que ir saliendo, para que no estemos mucho tiempo afuera tomando frío en vano.

Pasaron como unos diez minutos y como se acercaba la hora de partida del micro, le pregunto al tipo si ya se podía ir a comprar el ticket por el uso de la terminal, a lo que responde que no nos preocupáramos, que él se encargaba de ir a comprarlos. Así que le pidió el importa a cada una de las chicas y también sus pasajes, ya que el comprobante de pago es autoadhesivo y se pega directamente sobre el pasaje. El tipo se alejó con las cosas de las francesas y por un momento hubo cierta intranquilidad con el correr de los minutos, pero que después desapareció cuando lo vimos volver y les devolvió los pasajes con el comprobante adherido. El señor explicó que ellas tendrían que ir en micro hasta Puno, y ahí hacer un trasbordo hasta Copacabana, ya que no había viajes directos, y nos mostró que estaban abrochados todos los pasajes que iban a necesitar para llegar hasta la ciudad boliviana. Nos indicó que saliésemos por la puerta número dos y esperáramos el micro en la primera plataforma.

Al llegar ya estábamos sobre la hora y vemos que no había ningún micro en la plataforma indicada. Le preguntamos a un muchacho que aparentemente trabajaba cargando y descargando equipaje, y nos indica que teníamos que ir hacia la plataforma diez, pero al llegar y ver que el micro que estaba ubicado ahí tenía un destino diferente, consultamos con el chofer, quien nos manda de regreso a la primera plataforma. Cansados de tanto correr de aquí para allá, y también un poco asustados con la idea de que hayan perdido el bus, nos encontramos nuevamente con el señor que estaba en la oficina, y nos señala nuestro micro que estaba estacionado fuera del sector de plataformas, y nos dice que tenía un poco de demora, y que iba a retrasarse unos quince o veinte minutos más. Le agradecimos por su amabilidad de venir a avisarnos, y nos quedamos ahí, ya más tranquilos esperando que llegara el micro.

Minutos más tarde llega el bus a la plataforma, las chicas cargan sus equipajes en la bodega y cuando le dan los pasajes al chofer, éste dice que le faltaba un pedazo al boleto. Rápidamente intercedo sabiendo que yo tenía más chance de entenderme con el conductor, y le digo que nos lo vendieron así. Me muestra que le faltaba la parte troquelada que es el control que le queda a él, y que sin eso no las podía dejar viajar. Viendo la cara de preocupación de ellas, le pido al chofer que me espere, que yo iba a ir nuevamente hasta la oficina a hablar con el señor que nos atendió anteriormente, ya que capaz por accidente le quedaron ahí los talones de control de los pasajes. Ingreso a la terminal pero me encuentro con que en la oficina de Cisne no había nadie. Me quedo unos instantes buscando al hombre con la mirada por el interior del recinto, y un gordo que anteriormente había estado hablando con él, me dice que el muchacho no estaba. Ya sin mucha paciencia le digo que necesitaba solucionar un tema con aquél, pero el gordo me dice que se había ido al taller por un problema que tenía en el coche y que iba a tardar. Resoplo y me quedo ahí parado con los pasajes en la mano y sin saber bien qué hacer. Empecé a sospechar que aquel tipo que tan amablemente nos había atendido, en realidad nos había estafado.

Continuará...

martes, 30 de noviembre de 2010

Día 36: Todos juntos otra vez

28.sep.2010

Nuevamente de paseo por las calles cusqueñas, y ya sin el paro con el que nos habíamos topado días atrás, nos dedicamos a recorrer un poco la ciudad, más que nada el mercado y las ferias artesanales en busca de algo que valiera la pena comprar. Pasado el mediodía nos encontramos en la plaza de armas con Frederique y Aurelie, tal como habíamos acordado la noche anterior. La tarde se pasó demasiado rápido. Fuimos los cuatro a comer algo, estuvimos caminando, haciendo algunas compras, y también aprovechamos de ir hasta la terminal a sacar nuestros pasajes, ya que todos debíamos continuar nuestros recorridos al día siguiente; ellas a la mañana saldrían rumbo a Copacabana y nosotros a la noche hacia Arequipa. A la nochecita habíamos quedado de encontrarnos con todos los del tour en un bar, así que antes de eso Frederique aprovechó para llamar por teléfono a su familia y conectarse a internet. Como yo seguía teniendo mi pulserita para poder ingresar a The Point pese a haber hecho el check out, entré, me encontré con Víctor ahí y aproveché para usar internet. En eso, al él leer un mail me dice que tenía malas noticias desde Buenos Aires, ya que su hermano se había caído del techo mientras podaba una planta, y a raíz de ello se había quebrado un par de costillas, y también se había golpeado la cabeza, por lo que estaba inconsciente. Ahora estaba internado y viendo como evolucionaba. Si bien hubo cierta preocupación por la situación, el panorama que le planteó su padre no parecía demasiado preocupante, o por lo menos yo lo tomé como algo no muy serio.


Reencuentro en el bar, todos limpios y perfumados. De izquierda a derecha: yo, Frederique, Aurelie, Víctor, Fabian, Max, Jaana, Michael, Christina, Jacquie, Tero, Steven y Wouter.


Más tarde fuimos para el bar y nos reencontramos con casi todo el grupo del tour, ya que algunos tuvieron que irse ese mismo día. Después de vernos continuamente durante cinco días, ahora parecíamos otras personas al estar todos bañados y con ropa limpia. Cenamos, tomamos, charlamos, nos divertimos mucho, e incluso festejamos el cumpleaños de Aurelie después de medianoche. Al despedirnos lo hicimos deseándonos nuestros mejores deseos para el resto del viaje de cada uno, ahora por rumbos diferentes, y con la idea de poder encontrarnos más adelante con algunos. Víctor se había ido minutos atrás para hablar por teléfono a su casa, y ya no volvía al bar sino que se iba directamente al hostel, por lo que no nos volvíamos a ver hasta la mañana siguiente ya que yo me había cambiado al otro hospedaje.


La improvisada torta de cumpleaños de Aurelie.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Día 35, parte 4: ¿Dónde mierda me metí?

Al llegar nuevamente al bar sentí una especie de escalofrío al encontrarme con un panorama completamente diferente al que había dejado minutos atrás: una vela iluminaba tenuemente el rincón en donde ella seguía recostada sobre el banco, pero ahora David la había descalzado y pasaba por debajo de sus pies un trozo de madera humeante mientras ella lloraba. Al ver ese escenario un tanto tétrico me preocupé, y no entendía nada de lo que estaba pasando. Me acerqué con un poco de temor, le acaricié la frente a ella para que supiese de mi regreso, y sentí muchos nervios al ver las lágrimas cayendo de sus ojos mientras sacudía su cuerpo, producto del fuerte llanto. Le pregunté a David que qué estaba haciendo y por qué Frederique estaba llorando, a lo que me respondió que ella necesitaba largar mucho dolor que tenía dentro de sí. Durante unos segundos quedé como un espectador de aquello, sin saber si debía dejarlo a David que hiciese lo suyo o si por el contrario tenía que ponerle fin a todo en ese mismo momento. Él nos dejó solos y aproveché para preguntarle a ella si estaba bien, si David le había hecho algo, pero me respondió todavía con lágrimas en sus ojos que no me preocupara, que todo estaba bien, y que él le inspiraba mucha confianza. Seguí acompañándola todo el tiempo, aunque todavía asombrado por la escena con la que me había encontrado. David vuelve a acercarse, y ante mi insistencia por saber qué fue lo que llevó a Frederique al estado en el que estaba, me mostró que sólo le había tocado unos puntos clave del cuerpo, ubicados en la mano, el codo y el tobillo, y que eso le provocó el llanto, pero por una necesidad de desahogo. Me explicó por ejemplo que el punto ubicado en el tobillo es el que controla los músculos del cuerpo, y para demostrármelo le apretó esa parte del cuerpo a Frederique, pero muy suavemente con apenas dos dedos, y al hacerlo ella sacudió toda la pierna con bastante brusquedad. Él me dijo que esto significaba que ella tenía todos los músculos muy agotados. Al ver la reacción con mis propios ojos me di cuenta que él sabía lo que estaba haciendo, y eso me tranquilizó un poco. También iba a necesitar tomar mucho líquido, porque estaba claramente deshidratada, así que fui a comprarle una Gatorade, la cual se tomó rápidamente.

Pasado el llanto y más relajada, nuevamente estaba ella en el baño cuando David se me acerca con una Biblia en mano, diciéndome que ese libro lo era todo. Pensé que me iba a salir con el típico discurso evangelista, pero no. Dijo que está bueno leerlo, pero no por la religión en sí, que son todas cualquier cosa, sino porque lo ayuda a uno a conocerse a sí mismo. Como vi que lo que decía iba para otro lado, le comenté que yo la estoy leyendo íntegramente, sólo por curiosidad. Me dijo que mucha gente viaja hasta el Machu Picchu en busca de esa montaña sagrada, en busca de algo que no saben qué es. Pero que para encontrar esa montaña no es necesario viajar tantos kilómetros. Él mismo tenía su montaña, que era su madre; lo era todo para él. Años atrás él consumía drogas, y muchas veces volvía a su casa temblando, con el cuerpo duro por la merca, pero en cuanto tocaba el pie de su madre, los músculos se le relajaban instantáneamente. Y cuando su vieja murió se le desmoronó esa montaña, se le vino todo abajo. Y ahí se dio cuenta de lo valiosa que era ella en su vida, y que la había perdido, pero que de todos modos ella seguía estando presente en todos lados, y que la Biblia le fue necesaria para darse cuenta de eso.

Frederique salió del baño notablemente mejor, y ya aparentemente recuperada de la extraña sesión chamánica. Volvió a recostarse y nos quedamos los dos escuchando a David, hasta que llegó Mercedes porque ya era hora de ir a la estación del tren. Frederique dijo que se sentía bien, así que le agradecimos mucho a David por todo su tiempo y dedicación, quien además no quiso cobrarnos ninguno de los te que preparó. Además me regaló algunas hojas de coca y el trozo de madera que había utilizado anteriormente, que era de palo santo, y que dijo que a ella le iba a hacer bien. Lo saludamos con un fuerte abrazo y agradeciéndole con todo nuestro corazón.

Nos fuimos caminando tranquilamente hasta la estación, y ella con mucho mejor semblante y estado de ánimo que antes. El tren que nos llevó hasta Ollantaytambo no era el más cómodo. Yo quería sentarme a su lado por cualquier cosa que pudiera llegar a necesitar, pero no pudo ser. Durante el viaje ella intentó descansar, pero se notaba en su cara que seguía con malestar, hasta que nos bajamos del tren y tomamos el micro a Cusco. Ahí sí pude sentarme a su lado, y más relajados llegamos a nuestro destino pasadas las once de la noche, donde cada uno se fue hacia su hostel. Yo estaba tan agotado física y mentalmente, que ni siquiera tuve fuerzas para ducharme, y me fui a dormir como estaba.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Día 35, parte 3: Hay que avisarle a alguien

David se alejó hasta la puerta, y aprovechando esos segundos solo le mandé un mensaje de texto a Víctor comentándole toda la situación por la que estábamos pasando, y de la cual nadie sabía nada. Un par de minutos después se me acerca nuevamente David para reiterarme una vez más que ese lugar era mi casa, que me ponga cómodo, y que si llegaba a necesitar hielo que lo saque de la heladera. Pero en lugar de llamarme por mi nombre de dijo “Víctor”. Yo me sorprendí, porque él sabía mi nombre, y en caso de confundirse era muy poco probable que le pegue justo al de mi amigo a quien le acababa de mandar un mensaje, y a quien él no conocía. Entonces le pregunto:
-¿Cómo me llamaste?
-Víctor. Ah, no, vos eras Martín. Cierto que me habías dicho.
-¿Pero por qué me dijiste Víctor?
-Me equivoqué de nombre.
-Acabo de mandarle un mensaje a mi amigo Víctor.
-Ah… -dice él, mientras se aleja con una sonrisa, tocándose la sien con su dedo índice, como indicando el poder de su mente.
Yo me quedé unos instantes solo, intentando razonar de algún modo lo que estaba pasando. Frederique seguía en el baño, y unos minutos más tarde cuando vuelve a acercarse David aproveché para preguntarle si era un chamán, a lo que me respondió que si. Su padre y su abuelo habían trabajado con este tipo de medicinas naturales, y que en determinado momento, años atrás, él también sintió ese llamado y empezó a dedicarse a ayudar y curar a la gente que lo necesitaba. Me contó que una vez encontró a un nene tirado en la calle, que se había intoxicado comiendo una flor de floripondio, y que gracias a su trabajo el chico pudo salir adelante.

Cuando Frederique salió de baño se la veía un poco mejor, había recuperado su color y parecía tener mejor ánimo. De todos modos David nos dijo que tenía que descansar; que hoy iba a mejorar un poco y que para eso iba a prepararle un segundo te de hierba buena, pero que recién mañana iba a estar bien del todo, después de dormir. Ella volvió a recostarse sobre el banco y yo me quedé a su lado haciéndole compañía. Pero el tema era que ya hacía más de una hora que estábamos ahí y nadie sabía de nosotros, y en un rato más saldría nuestro tren. El grupo no tenía conocimientos de nuestro paradero, si ya habíamos bajado del Machu Picchu o si todavía estábamos dentro del parque. Le comenté esto a ella, y que básicamente teníamos tres opciones para seguir: la primera era intentar ir hasta nuestro hotel para poder dar aviso de la situación al resto del grupo, y además para que ella pudiese acostarse aunque sea un rato; la segunda era que ella me esperase ahí, recostada en el bar, mientras yo iba hasta el hotel rápidamente para dar aviso y volvía; y la tercera era quedarnos esperando ahí a que alguien pase caminando por afuera, ya que el bar estaba en lo que era la principal calle de acceso a Aguas Calientes. De todos modos le dije que no se hiciera ningún problema, y que si ella no se sentía del todo bien como para viajar de regreso a Cusco y prefería pasar ahí la noche, yo me iba a quedar con ella acompañándola, y al día siguiente íbamos a encontrar alguna forma para volver. Me agradeció con la mirada y yo intenté transmitirle seguridad. De todos modos ahora era momento de deliberar qué hacer, y después de unos segundos optó por la segunda alternativa, así que le dije que solamente iba a ausentarme durante algunos minutos y salí corriendo de allí.

Al llegar al hotel, el muchacho de la recepción me pregunta en qué habitación estaba. Con el poco aire que tenía, producto de haber corrido esas cuadras demoledoras, le respondo, pero él me dice que ese cuarto estaba vacío, que sólo había sido reservado por la noche pasada. Ahí reacciono que tenía razón, por lo que el resto del grupo podía estar en cualquier lugar de la ciudad. Además de dar aviso a nuestros compañeros, tenía que ir a buscar el pasaje de vuelta de Frederique, que Henry lo había dejado en algún lado junto con los del resto del grupo, pero no sabía bien en dónde. El flaco del hotel me dice que me fije en el restaurante de al lado, porque ahí estaban algunos de los que habían estado hospedados. Voy para ahí y me encuentro con algunos de los del otro grupo que hizo la travesía con nosotros. Les comento rápidamente la situación, para que por lo menos ellos estuviesen al tanto, pero no tenían idea de dónde podían estar nuestros compañeros. Entra al restaurante el muchacho de la recepción del hotel y me dice que los pasajes de vuelta tienen que estar en el mismo restaurante donde cenamos la noche anterior. Así que salgo nuevamente corriendo hacia ese lugar que estaba a no más de cuatro cuadras, pero las laberínticas calles internas de Aguas Calientes me desorientaron y no llegué a mi destino. Me quedé parado en medio de la calle, muy agitado e intentando recuperar un poco el aire, cuando lo veo a Ziv que venía caminando, así que con un poco de alivio me arrimo, le pregunto si sabía en dónde estaba el resto del grupo, y me señala que apenas cruzando la calle estaban Víctor, Aurelie, Mercedes, Tero y Jaana sentado a la mesa de un bar. Al verme agitado como estaba y con cara de preocupación se borraron las sonrisas que había en ese grupo. Les expliqué lo que había pasado y en dónde estaba Frederique, y por supuesto no tuvieron ningún problema en encargarse ellos de ir a buscar el pasaje de vuelta y las cosas nuestras que habían quedado en el hotel, lo que fue un gran respiro para mí. Arreglamos que cuando fuese el momento de irnos, Mercedes iba a pasar a buscarnos por el bar, así que les agradecí y volví velozmente para encontrarme con Frederique quien había quedado sola.

Continuará...

sábado, 27 de noviembre de 2010

Día 35, parte 2: ¿Será un chamán?

Tardamos cerca de una hora hasta llegar a la base del cerro, con reiteradas pausas y preocupación de mi parte porque no le veía buena cara a Frederique, estaba pálida, y de a momentos me daba la sensación que estaba como débil y tal vez mareada, con la mirada semi perdida. Durante la bajada por la escalera yo iba caminando delante suyo, y repetidas veces me giraba para mirarla y ver como seguía, y me mantenía alerta por si ella empeoraba, para que no cayera. Al llegar abajo ya el camino era bastante más sencillo, pero de todos modos quedaban unos cuantos minutos hasta el hotel. Seguimos caminando y cuando estábamos a apenas algunas cuadras del hospedaje, se frena en un banco de plaza y me dice que necesitaba agua. Como la que llevábamos encima ya se había terminado, cruzo la calle y me meto en un bar para comprar una. El flaco que atendía el lugar me saluda dándome la mano y me dice algo que no logro entender. Al ver mi cara de desconcierto, sorprendido me pregunta si no entendí, y al confirmárselo me dice que era un saludo rastafari. Le digo que yo solamente tengo rastas por la falta de higiene, y el flaco empieza a reírse divertido. Yo no estaba de humor, así que medio que le corté la broma y le pregunté si tenía agua, y él con buena onda me dijo que pase al baño y tome directamente de la canilla, que era buena. Le explico que no era para mí, sino para una amiga que estaba afuera y se sentía mal, mientras le señalo el banco. Me pregunta que le pasó, y le explico que andaba con dolores de estómago; entonces agarra una botella de agua mineral suya que tenía debajo del mostrador y me dice “vamos”, mientras sale del bar.


Mientras bajábamos de Macchu Picchu a Aguas Calientes.


Frederique se había recostado en el banco, y cuando llegamos nosotros, el flaco del bar la saluda dándole el agua, le toca la cabeza, y dice que seguramente estaba así por el sol. Ella intentaba prestarle atención, pero yo me daba cuenta por su cara que el malestar le dificultaba la comprensión. El muchacho nos dice que pasemos al bar, que era nuestra casa por si queríamos ponernos cómodos y utilizar el baño, y que le iba a preparar un te de coca que le iba a hacer bien. Entramos, ella fue directamente al baño, y yo me quedé al lado de la puerta por si llegaba a necesitar algo. El flaco se acerca a preguntarme qué había pasado, y entonces le cuento que estuvimos haciendo la caminata de cinco días, y que hoy fuimos hasta Machu Picchu, y que por ahí el causante del malestar es todo el esfuerzo realizado. Él dice que capaz algo que comió le cayó mal, pero ella sólo comió fruta así que es poco probable, pero sí puede estar insolada y un poco deshidratada. El flaco se presenta: se llama David y es colombiano.

Cuando Frederique sale del baño nos sentamos en un banco, ella bastante pálida y con la mirada un poco perdida. Yo me quedé a su lado intentando animarla un poco y sosteniéndole la mano. David nos trae el te y le dice que lo tome, que le va a hacer bien. Nos dice que va a necesitar descansar y que podemos quedarnos en el bar todo el tiempo que necesitemos. Frederique toma un poco del te y se recuesta. Yo sólo quería que nos quedásemos ahí un rato, tranquilos, esperando una pronta mejoría para poder continuar hasta el hotel, donde tal vez podría descansar mejor hasta que llegase la hora de salida de nuestro tren, pero David cada dos minutos venía donde estábamos nosotros para hacer algún comentario, y si bien era buena onda, en el momento me fastidiaba un poco.

Mientras Frederique seguía con su te de coca, David nos dijo que después de ese le iba a preparar otro de hierba buena, que es lo mejor para el estómago, y a su vez vino con una flor a la cual le arrancó dos pedazos: uno se lo dio a ella y otro a mí para que los tengamos apretados en nuestras manos. Era floripondio lo que nos dio, una planta alucinógena, y tomando nuestros puños nos dijo que teníamos que estar unidos entre nosotros y cuidarnos. David se retiró y ella con cara de incertidumbre me preguntó si no sería un chamán. Yo no lo sabía, ni tampoco si las propiedades del floripondio causarían efecto por vía táctil, pero por lo menos ella parecía estar un poco más animada después del te, y eso me alegraba. Más tarde David le alcanzó el te de hierba buena tal como lo había prometido, y a Frederique pareció gustarle. Por las dudas le pregunté a él si no tenía alguna propiedad alucinógena, pero me dijo que no, que solamente era bueno para el estómago y que era purgante, y pareció hacer efecto ya que después de un par de sorbos ella tuvo que ir al baño.

Continuará...

viernes, 26 de noviembre de 2010

Día 35, parte 1: El impacto del Machu Picchu

27.sep.2010

Arrancamos el día bien temprano apenas pasadas las cuatro de la mañana. Hicimos punto de encuentro con todo el grupo en la plaza de Aguas Calientes, y arrancamos con la caminata ascendente hasta el Machu Picchu. El acceso al parque fue absolutamente demoledor, ya que constó en subir escalón tras escalón durante una hora. Pese a la relativa frescura de la mañana, ya que el sol aún no había salido, llegamos muy agotados, y creo que transpiramos más durante esa hora que en todos los días pasados. No éramos solamente nosotros intentado llegar, sino cientos y cientos de personas, ya que en Aguas Calientes había muchísimos contingentes de turistas, y obviamente todos con un mismo objetivo. Al ser angosta la escalera de acceso a Machu Picchu, se formaba una fila interminable que algunos respetábamos, pero que otros pelotudos tomaban como si fuese una carrera por llegar primero, e intentaban avanzar por el costado.


Junto a Víctor, Mercedes, Frederique y Aurelie en la entrada
del parque, en un estado absolutamente deplorable.


Llegar a la entrada del parque se sintió como un gran logro, y como durante la caminata nos fuimos dispersando con los demás compañeros del grupo, ya que cada uno lo fue haciendo a su ritmo, al encontrarnos nuevamente arriba lo festejamos. Para poder ingresar tuvimos que esperar ahí unos cuantos minutos, y también para anotarnos para subir al Waynapicchu, que es esa montaña alta que se ve detrás de la típica postal del Machu Picchu, ya que solamente puede subir una cantidad limitada de personas por día. Por tantos minutos de espera no pudimos ver el amanecer sobre las ruinas, aunque posiblemente de todos modos no lo hubiésemos podido hacer ya que estaba bastante nublado, o mejor dicho éramos nosotros quienes estábamos dentro de las mismas nubes.


Las ruinas, todavía cubiertas por las nubes de la mañana.


Una vez dentro del parque empezaron a verse algunas ruinas, pero fue muy impactante un momento en que íbamos todos por una especie de pasillo lleno de gente que impedía ver hacia delante, y cuando por fin pude avanzar y llegar al frente de la fila, me encontré con esa típica imagen del Machu Picchu que uno tiene vista de todos lados; esa impresionante postal te impacta no gradualmente, sino que de lleno en el medio de la cara y del pecho. Empezamos a recorrer esa ciudad incaica que es realmente muy grande, y que es imposible hacerlo todo en un solo día. Cuando el sol empezó a subir las nubes desaparecieron, permitiendo apreciar el espectáculo de ese lugar en todo su esplendor. Y ahora mientras escribo me doy cuenta que tengo muy poco para decir sobre este sitio, pese a todo el impacto que genera y lo maravilloso que es, posiblemente porque haya que conocerlo para saber de qué se trata.


Impresionante vista del Machu Picchu que te llena los ojos.


Después de unas cuantas horas caminando por entre esas ruinas con tanta historia, empezamos a subir al Waynapicchu, que significa “montaña nueva”, así como Machu Picchu es “montaña vieja”, ya que antes de que las ruinas incas fuesen descubiertas, la gente del lugar llamaba a la montaña con ese nombre. Ascender al Waynapicchu es bastante difícil y cansador, por la altura a la que se está y las grandes rocas que hay que subir, pero vale la pena llegar hasta el punto más elevado de la zona y ver todo desde las alturas. Después de bajar y pese al cansancio, con Frederique teníamos ganas de seguir recorriendo el parque, tal vez subiendo alguna otra montaña, y como Víctor y Aurelie no tenían muchas ganas de eso, fuimos nosotros dos hasta el puente del Inca, cosa que sinceramente no vale la pena.


Con Frederique en la cima del Waynapicchu.


A media tarde y después de todo un día agotador en las ruinas empezamos a bajar, ya que poco después del anochecer teníamos que tomar el tren en Aguas Calientes para el retorno a Cusco. Frederique me comenta que no se sentía muy bien del estómago, así que frenamos algunos segundos a la sombra para que pudiese descansar y tomar un poco de agua. Algunos minutos más tarde otra vez tuvimos que hacer una pausa por su malestar, que ya se reflejaba en su semblante y en la desaparición de su sonrisa. Seguimos avanzando escalones abajo y la situación no parecía mejorar. Al toparnos con la ruta zigzagueante que cortaba en repetidas ocasiones el trayecto de la escalera, le pregunto a ella si no prefería que esperásemos ahí a que pasara uno de los buses que bajaban desde el Machu Picchu hasta Aguas Calientes, pero me dijo que no era necesario, y que podía seguir caminando. Así que continuamos, y para alivianarla un poco cargué con su mochila, sumándola a la mía.

Continuará...

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Día 34: Cuidado con el tren

26.sep.2010

Al comenzar el día nos dividimos en dos grupos para ir hasta Hidroeléctrica: Steven, Wouter, Mercedes, Frederique, Aurelie, Max, Jacquie, Víctor y yo fuimos caminando con Dany durante unas tres horas, y el resto fue con Henry en micro. Al encontrarnos en destino almorzamos todos juntos y más tarde emprendimos una nueva caminata, esta vez por un paisaje mucho más atractivo que el anterior, rodeados de verde, en medio de un entorno absolutamente selvático y siguiendo las vías del tren. En un momento teníamos que cruzar por sobre un río, y al costado de las vías había una pasarela que hacía las veces de puente peatonal. En lugar de avanzar por ahí decidí hacerlo por la vía misma, con mucho cuidado por la distancia que había entre los durmientes, y por el vértigo provocado por la altura, ya que entre los listones de madera podía verse la profundidad hacia abajo. Cuando estaba todavía a mitad de camino, escucho a quienes ya habían terminado de cruzar gritándome que venía el tren. Me detengo un poco alarmado, pero no veo nada ni adelante ni atrás mío, ni tampoco oigo ningún ruido que indique la aproximación del vehículo. Sigo caminando sobre los durmientes con la misma cautela, pero rápidamente vuelven a gritarme, esta vez con más desesperación. Me freno, y busco con la mirada la forma para poder pasarme al sendero peatonal, pero veo que era imposible porque había muchos fierros que me impedirían el avance, así que no me quedó alternativa más que ponerme a correr, saltando los huecos por donde se veía el río unos cuantos metros bajo mis pies. Finalmente llegué a tierra firme y el tren pasó sin inconvenientes. Si bien no estuvo a punto de atropellarme, la adrenalina que tuve en ese momento fue bastante elevada.


Cara de encandilado, pero cuánta felicidad!


Siguiendo las vías hasta Aguas Calientes.
Se recomienda ir caminando por el caminito del costado.



Más tarde llegamos para darle final a nuestra jornada a la ciudad de Aguas Calientes, que es un lugar increíble. Si bien el día anterior ya nos habíamos llevado una sorpresa al encontrarnos con la ciudad de Santa Teresa, esto fue algo absolutamente superior. Aguas Calientes es una ciudad hecha y derecha, enorme, y plagada de hoteles, restaurantes, comercios, y todo lo que el turismo puede llegar a necesitar, ya que ese es su fuerte y se nota mucho. Es muy raro encontrarse con semejante monstruo lleno de gente, autos, luces, y toda la vida que una ciudad tiene, después de cuatro días enteros de caminata por la montaña y con la sensación de estar alejándose de todo. Lo primero que hicimos fue ir hacia nuestro hotel. Nos tocó compartir habitación con Víctor, Arik y Ziv, y una vez instalados, nos turnamos para bañarnos, cosa que era lo que más necesidad teníamos de hacer, después de tantos días. Después del baño fuimos a tomar unas cervezas con Víctor, Frederique y Aurelie, asombrándonos por esa magnífica ciudad. Más tarde nos juntamos todos a cenar en un restaurante, sintiéndose en el ambiente una unión en el grupo mucho más fuerte que durante los días anteriores. Pese a que al día siguiente habría que levantarse muy temprano, quisimos aprovechar un poco más la última noche, así que fuimos a tomar unos tragos con Víctor y Mercedes.


La cena en Aguas Calientes, con todo el grupo.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Aniversario

El monstruo cumple un año. Mirá vos...

domingo, 21 de noviembre de 2010

De sábado a sábado en 150 palabras

MERMELADA AWAYMANTO INKA CAÍDA EXPLOSIÓN VIDRIOS PÉRDIDA DARDO ROCHA MATE FACTURAS CARTAS YANIV MÚSICA NAVIDAD DESFILE ALPARAMIS MUCHEDUMBRE BICICLETA NOCHE MUSEOS PALERMO PLANETARIO MALBA CANAL SIETE MADRUGADA HAMBRE HAMBURGUESA BOURBON ALMUERZO FAMILIA DIEZ MUNDOS RECITAL MOON ROCK DÚO ENERGÍA TIEMPO PLANCK GOYENECHE PIZZAS BELLE SEBASTIAN LUNA MÚSICA CONFORT PLACER MELANCOLÍA CATA REENCUENTRO CAMINATA CHARLA ABRAZO FRED AMIGAS ESTADOS UNIDOS PARQUE PALERMO MATES BIZCOCHOS SOL RISAS PASTITO TONGA PASEO ABRAZO DESPEDIDA TRISTEZA LUNA SMASHING EOY ADOLESCENCIA REGRESIÓN ROCK CALOR APRETUJAMIENTO SALTAR PIN PÉRDIDA CUSCO TRISTEZA PARADA COLECTIVO MENDOCINAS VIAJE TELÉFONO CAMISA SUBTE CASAMIENTO CIVIL TANO EUGE EMOCIÓN ARROZ LIBRETA FESTIVAL MÚSICA MIKA SCISSOR SISTERS HOT CHIP PHOENIX GIRL TALK YESAYER COLOR CALOR HLOGR PROMOTORA ENAMORAMIENTO ENCUESTA SALUDO REICH REGRESO NICO COLECTIVO ESPERA INDEFINIDA DEMORA HORAS CASA AMANECER CANSANCIO MASSIVE ATTACK THIEVERY CORPORATION STEREOPHONICS BIOLAY ESPALDA DOLOR ENCUESTA REINCIDENCIA BELLEZA CORAJE INTENTO FALLIDO GLOBOS POWER OSCURIDAD IVANA FINAL SESENTA CAMINATA CASA CAMA

sábado, 20 de noviembre de 2010

Día 33: El paraíso

25.sep.2010

La satisfacción de amanecer en un lugar privilegiado.


La caminata no fue tan dura como durante los días anteriores, pero en algunos momentos se complicaba porque una pequeña cantidad de agua fluía sobre el mismo camino, haciendo que éste fuese resbaloso. En una de las oportunidades en que nos detuvimos para descansar, los coordinadores de los diferentes grupos empezaron a organizar un partido de fútbol. El simple hecho de ver la pelota hacía muy tentadora la propuesta, pero por otro lado era muy difícil correr a casi tres mil metros de altura, y más teniendo en cuenta todo el desgaste físico previo, y lo que aún faltaba. De todos modos fue un gustito que hubo que darse. Se terminó armando un enfrentamiento entre Perú y el resto del mundo. La selección local estaba integrada por todos los guías más Chris, el escocés de nuestro grupo, y nosotros éramos un italiano, un español y un estadounidense del otro grupo, Max, Fabian, Víctor y yo. El partido se hizo muy difícil, y a los pocos minutos ya no podíamos respirar y el aire no nos alcanzaba. Igualmente hicimos un gran esfuerzo, y le pusimos muchas ganas pese a estar bajo un sol complicado, y terminamos ganando por cuatro a cero, con dos goles de Fabian, uno del español, y el último mío. Cabe destacar la actuación de Max en el arco, que tapó unas cuantas pelotas. Pese a que fueron unos cuantos minutos demoledores, valió la pena, fue muy divertido, conseguimos la victoria y dejamos bien parado a nuestro país, no como un brasilero amargo que no quiso jugar.


A media mañana encontramos un salto de agua. De izquierda a
derecha: Mercedes, Víctor, yo, Frederique, Aurelie, Chris y Wouter.


Después del almuerzo Chris se separó del grupo porque él tenía un vuelo programado y debía haber arrancado el tour un día antes que nosotros, cosa que no pudo por el paro que hubo en Cusco, por lo que debía llegar al Machu Picchu un día antes que el resto. Nosotros fuimos en camión hasta Santa Teresa, que era la ciudad donde teníamos que pasar nuestra tercer noche. Yo personalmente no sabía que era una ciudad, y de hecho creía que una vez que arrancábamos con el tour casi no nos íbamos a encontrar con civilización. Pero evidentemente no era así, y fue una gran sorpresa toparse con una ciudad ahí, tan lejos de todo, con plaza, casas, comercios… De todos modos donde nosotros paramos era un camping que estaba un tanto alejado de todo eso. Del cerro que estaba ahí cercano, bajaba un ruido muy fuerte, como un zumbido, que no sabíamos de dónde provenía, pero que parecía algún tipo de maquinaria. Más tarde nos dimos cuenta lo que generaba ese sonido, y eran simplemente unas chicharras gigantes que andaban por todos lados.


Anna, Mercedes, Frederique, Tero y yo en el camión rumbo a Santa Teresa.

Algunos minutos después y ya entrada la noche, fuimos a un complejo de aguas termales que está ahí cerca de la ciudad. Después de tantos días de caminata y sin poder refrescarnos, fue realmente muy placentero poder meterse en ese piletón de agua tibia, en medio de la oscuridad, relajando todos los músculos del cuerpo y mirando el cielo estrellado. Estar ahí era desconectarse de todo, y se sentía como haber llegado al paraíso después de esas jornadas de tanto esfuerzo. Ahí nos quedamos un rato, sumergidos y con tan sólo nuestras caras fuera del agua mirando hacia el cielo, que se veía iluminado por relámpagos que lo atravesaban. La sensación de paz y bienestar que contagiaba ese momento es inexplicable.