viernes, 18 de enero de 2013

Poesía de viernes


Al fin de una semana
más larga que ninguna,
de una suerte perruna
la cual me ha disgustado,
y habiendo terminado
el horario laboral
pensamo' en albergar
algo 'e risa en el pecho,
y huyendo de aquel techo
que suele sofocar,
buscamos algún bar
que no esté alejado
pensando en el estado,
el cansancio que llevamos;
y así lo encontramos
después de unos minutos,
lugar no diminuto
y que mucho no tentaba,
pero con la manada
deseábamos llegar
pa' podernos sentar
a una buena mesa,
pedir varias cervezas,
tomarlas y charlar.

En principio nuestra idea,
al ir buscando un bar
era la de encontrar
alguno que tuviera
mesita en la vereda:
sentarse al aire libre
donde el cielo es visible
y la brisa es compañía.
Pero fue que aquel día
por lo lindo que era
las mesas de afuera
estaban ocupadas
y la gente abarrotada
durante viarias cuadras.
Y cual perro que ladra
más de uno señaló
que un cuarto de hora pasó
sin poder encontrar
aquel anhelado bar
que habíamos imaginado;
más tiempo que el pasado
no quisimos ya perder,
y para evitar volver
fuimos al menos deseado.

Y así nos la pasamos
durante un rato largo,
y aunque parezca amargo
por lo que viá decir
me vulevo a arrepentir
de aquel Porto Pirata;
y pese a que horas gratas
pasamo' en compañía,
lo cierto es que había
un clima depresivo,
olores repulsivos,
y música de antaño
sin olvidar que el baño
dejaba que desear.
Más lo peor del bar,
por lo cual no volvería
y que obviarlo no podría,
es la muy mala cerveza
que da dolor de cabeza
a la mañana siguiente.
Y no existe un aliciente
para que volver querramos.
La Cigale: reservanos
nuestra mesa, la de siempre!

(Inspirada en el after office del viernes 11 de enero)