sábado, 6 de noviembre de 2010

Día 25: Todo comenzó algún tiempo atrás...

17.sep.2010

A la mañana salimos rumbo a la Isla del Sol. Fue una gran sorpresa cuando subimos a la lancha y nos encontramos ahí con Jordi y María, a quienes sinceramente no esperábamos volver a encontrar tan pronto. Ellos llegaron a Copacabana la noche anterior, pero nosotros no sabíamos nada de eso. Así que después de saludarnos afectuosamente y de zarpar, nos sentamos los cuatro en la proa del barco y así nos la pasamos la mayor parte del viaje, entre charlas, risas y también silencios para contemplar el paisaje que se iba abriendo a nuestro alrededor. Después de más o menos dos horas y media navegando llegamos hasta la parte norte de la Isla del Sol. Previamente nos habían comentado que los mejores lugares para hospedarse se encontraban en el sur de la isla, y que también desde allí salían las embarcaciones hacia la Isla de la Luna, por lo cual si nuestra intención era la de pernoctar, nos convenía ir de Copacabana a la parte norte, y desde allí hacer una travesía a pie de tres horas de duración hasta el sur, que es la mejor manera de recorrer la isla.


En la lancha, disfrutando del recorrido con Víctor, María y Jordi.


Jordi y María se quedaron en el norte, ya que tenían un contacto de dónde pasar la noche en ese sector de la isla, y nosotros fuimos a hacer una caminata para conocer algunas ruinas preincaicas que hay por la zona. A eso del mediodía nos sentamos a la sombra de una de esas construcciones para almorzar lo que habíamos comprado antes de partir, y después ya si empezamos la dura caminata bajo el sol del mediodía, por caminos con muchas subidas y bajadas que son agotadoras y te dejan sin aire debido a los cuatro mil metros de altitud.


Un paisaje increíble en la parte norte de la isla.


Por fin llegamos al sur, y conseguimos una habitación bastante modesta donde pasar la noche, pero con una vista increíble al algo. En este momento son las seis de la tarde, todavía es de día, pero de todos modos en un rato más ya vamos a ir a cenar, no tanto porque tengamos hambre, sino porque los pocos restaurantes que hay por acá dejan de trabajar temprano porque no tienen luz eléctrica, así que no tenemos demasiadas alternativas por el momento.


Ruinas preincaicas en el norte de la Isla de Sol.


Fuimos a comer al único lugar que permanecía abierto hasta las ocho de la noche; todos los demás cerraban una hora antes. El lugar estaba unos cuantos metros subiendo por la montaña, por lo que fue imposible llegar sin agitarse. Solamente tenía mesas al aire libre, pero como había mucho viento y estaba fresco, la chica nos ofreció si queríamos comer adentro, pero no en un comedor, sino en una habitación que tiene para alquilar a turistas, que como estaba desocupada, nos permitió entrar y acomodó en su interior una mesita con una vela, por la falta de iluminación. Comimos chicharrón de no se qué pescado que nos recomendó, que estaba bueno pero era muy parecido a los cornalitos, si es que no lo eran. La mujer, muy amable y atenta nos preguntó si necesitábamos alojamiento, a lo que le respondimos que ya teníamos. Dijo como afirmándolo, que seguramente unos chicos nos habían ofrecido alojamiento, que fue exactamente lo que pasó cuando llegamos a la parte sur: dos chicos se nos acercaron ofreciéndonos hospedaje, así que seguimos a uno de ellos, el que nos indicaba la habitación más cercana, y como el precio de la misma no nos pareció malo y estábamos muy cansados, nos quedamos directamente ahí. La mujer nos comentó que esos chicos son unos envidiosos, y que le piden plata para que recomienden su hospedaje, y como ella no les quiso dar, entonces llevan a los huéspedes hacia otro lado. El chico que nos llevó a la habitación también nos pidió una propina por su servicio.


La vista desde la ventana de nuestra habitación, en la parte sur.

2 comentarios:

  1. Chicos!! que bueno fue el reencuentro. Aunque el proximo rereencuentro no sea tan magico, llegaremos con ganas ! hasta febrero!!

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