martes, 26 de octubre de 2010

Colisión

El sábado a la noche salimos con el señor Tonga, como todos los fines de semana, a hacer obras de caridad. Primero fuimos a un hogar de huérfanos a llevarles juguetes y contarles cuentitos a la hora de dormir, después fuimos a un hogar de ancianos a dar una mano, y por último pasamos por un comedor comunitario, donde pasamos las últimas horas de la noche trabajando arduamente para que los menos afortunados tuviesen un delicioso desayuno. Con los primeros rayos de luz solar asomando, y con nuestros corazones rebosantes de esa felicidad que sólo da ayudar al prójimo, emprendimos el regreso a nuestros hogares.

Íbamos muy plácidamente por la avenida, Tonga conduciendo y yo de copiloto, candando alabanzas al Señor, cuando de repente y como salido del séptimo subsuelo del infierno, un auto que estaba una cuadra delante nuestro comenzó a ir marcha atrás a toda velocidad. Al verlo nos arrinconamos bien contra el cordón, pero el vehículo endemoniado se acomodó en su marcha como apuntándonos. Al darnos cuenta de esto mi compañero puso reversa, sabiendo que era lo único que podíamos hacer, tal vez no para evitar la colisión, ya que el nefasto automóvil se acercaba a nosotros a unos 180 kilómetros por hora, pero quizás eso disminuyera el impacto. Nos mantuvimos rezando para que ningún inocente saliese herido, y justo antes de escuchar el sonido de cristales rompiéndose, pude ver cómo los ojos del conductor brillaban con un tinte anaranjado, como si fuesen las llamas mismas del templo de Lucifer.

Por suerte nadie sufrió lesiones, y nuestro coche sólo tuvo algunos daños menores en la parte frontal. Pero como si la Divina Providencia hubiese estado con nosotros en ese momento y haya querido dar un castigo aleccionador, el vehículo de ese sujeto malvado quedó bastante destruido tanto en la zona del impacto como en su parte frontal, para lo cual no hay explicación.

Antes de regresar definitivamente a nuestros hogares, fuimos a intentar convencer a una señora que vende su cuerpo, para que volviese a integrarse al camino sagrado.

Y eso fue lo que pasó.

7 comentarios:

  1. Que injusta que es la vida!!! los peregrinos que van por el camino del Señor se ven azotados por el latigo de la injusticia.
    Seguro que si iban a escabiarse unas cervezas y despues salian manejando como unos campiones eso jamás hubiese pasado. o no? o nooo???

    ResponderEliminar
  2. Tonga! eso te pasa por salir sin nariz

    ResponderEliminar
  3. Lo que no te creo es que marcha atrás el auto vaya a 180 kilómetros, el resto puede ser.

    jlg

    ResponderEliminar
  4. Si todo esto es cierto, avisame que mando a hacer estampitas con tu cara y te prendo una velita cada noche....

    besotes!!!

    ResponderEliminar
  5. :)) Jaaa..
    Me encantó...!!! :))

    ResponderEliminar
  6. :)) Jaaa...
    Me olvidé de firmar el anterior..
    Aprovecho para aclarar, Me encantó el relato.
    Besitos,
    Li.TUMA ;))

    ResponderEliminar
  7. La verdad misma,,, y eso que no estaba Batman de único tesstigo.

    ResponderEliminar