miércoles, 9 de diciembre de 2009

Lovecats

Siempre tuve gran afinidad con los gatos. Hay quienes le tienen bronca, alegando que son unos animales que se mueven por el interés, que solamente lo buscan a uno cuando tienen hambre y que no son fieles como los perros. Pero a mi me gustan mucho.
El otro día, pasada la medianoche, decidí salir a dar una vuelta. Sentí la necesidad de aprovechar la tranquilidad, la frescura y el silencio de la noche para realizar una caminata introspectiva. Venían a mi cabeza cataratas de pensamientos cuando de repente veo a un pequeño gatito blanco que asomaba su cabeza por entre los barrotes de la reja de una casa. Al verlo aminoré mi marcha, y el felino, en lugar de asustarse, vino decididamente a frotarse contra mi pierna, por lo cual me detuve y me agaché para hacerle unas caricias. Por lo general siempre que veo un gato callejero me detengo unos segundos para acariciarlo, aunque la mayoría de las veces estos salen asustados, o mantienen cierta distancia. Pero en esta ocasión fue diferente.
Me da un poco de pudor decirlo porque roza lo triste y patético, pero tal vez a raíz de los pensamientos que venían presentándose en mi mente en ese momento, y sumado a la decisión con que el gato vino hacia mi, sentí que esa fue una de las mayores muestras de cariño que recibí en mucho tiempo. Y cuando digo mucho, en el sentido exacto de esa palabra. Y no caigamos en el chiste fácil de la zoofilia, porque no tiene nada que ver. Simplemente supongo que uno en cierta forma se termina acostumbrando a la soledad. Digo en cierta forma, porque en el fondo nunca te podés acostumbrar completamente, y seguís esperando que la situación cambie. Pero pasó tanto tiempo ya, que una muestra de cariño, aunque bien provenga de un animal, te puede llegar a generar cosas que hace tiempo no sentías.
Lo malo del tiempo, es que te va vaciando por dentro, y te recubre de una caparazón bastante difícil de romper.

2 comentarios:

  1. Yo te quiero bocha, y tengo pruebas de que hay mucha gente que dice lo mismo, así que organizamos algo y hacemos un abrazo multitudinario.

    ResponderEliminar
  2. no! no!, hay que moverse, bailar desaforadamente, romper ese cascarón, limpiar las telarañas que, como dice el poeta, teje la costumbre diariamente en las pupilas... entonces abres los ojos y no sabes el maravilloso mundo que te puedes encontrar. te juro, a mí me ha pasado y me sigue pasando, por eso bailo encerrada en mi habitación, sola, pongo la música a todo lo que da y salto y salto, acaso si me vieran dirían que como una loca, pero eso me ayuda a romper el cascarón.
    líbrate del hielo, la vida está llena de sorpresas, pero el agua congelada no deja verlas.

    ResponderEliminar