sábado, 5 de diciembre de 2009

La música no es para todos

El músico Julián Viconte era poseedor de un gran talento, pero nunca había tenido la oportunidad para hacer llegar al mundo la profundidad de sus obras. Sus composiciones rozaban lo más alto que jamás había escuchado, pero debo considerarme un afortunado, ya que fuimos realmente pocos los que tuvimos el privilegio de verlo tocar en algún momento.
Aunque nunca había estudiado música y no tenía la menor idea de cómo interpretar una partitura, poseía un oído asombroso. Él tenía su predilección por el ukelele como instrumento para expresar su arte. Durante largos años estuvo a la búsqueda de músicos para que lo acompañaran en su proyecto, pero no obtuvo resultados. A raíz de esto, un buen día decidió empezar a tocar piano, lo cual le iba a dar mayores oportunidades de desarrollar una carrera solista, debido a la mayor prestación tonal de este instrumento.
Claramente la situación mejoró para él, ya que a partir de este cambio, la gente dejó de reírsele cada vez que tocaba. Julián estaba convencido de la genialidad melódica de su obra, pero aparentemente éramos unos pocos los que nos dábamos cuenta de ello. El piano le dio no solamente una mayor aceptación, sino que además le permitió añadir arreglos a sus viejas canciones, pudiendo así enfatizar lo que quería expresar.
La mayor respuesta por parte del público lo motivó a ofrecer shows con mayor frecuencia, y hasta se dio el lujo de improvisar en el piano, sacando lo mejor de sí, y dando origen a obras que estremecerían al mismísimo Bach. Durante unos cuantos meses no tuvo fin de semana libre, y los bares de Vicente López, Martínez y Núñez explotaban de ovaciones con sus presentaciones.
Una de aquellas noches tuvo la fortuna de que un alto productor de la industria publicitaria estuvo presente en uno de sus shows. Al día siguiente recibió en su casa una carta que decía:


Sr. Viconte:

Ayer por la noche, tuve el agrado de verlo interpretando su fabulosa música, y me tomé el atrevimiento de pedirle sus datos al encargado del establecimiento.
Mi nombre es Christian Madeau, y pertenezco a LatinCoffee Group. Estamos interesados en alguien con su talento, para un proyecto publicitario a gran escala.
Sería un honor poder contar con usted. Le dejo mis datos en la tarjeta.
Atentamente.

Christian Madeau


Julián, asombrado, no lo dudó un momento. Si bien el carácter masivo y frívolo de una publicidad iba un poco en contra de la profundidad sentimental de su obra, era una gran oportunidad para catapultarse hacia más allá de lo que podría llegar por sus propios medios.
Esa misma semana Julián y Christian se encontraron en un café, y muy pronto llegaron a un acuerdo. La productora pretendía que Julián compusiese un la música para una campaña publicitaria por el Día de la Madre, que saldría en televisión en los canales mas importantes, y con altas probabilidades de que sonara también en las radios locales. Ante la conformidad del músico, Christian le hizo rápidamente un cheque como adelanto de su paga, y quedaron en encontrarse nuevamente en quince días, período en el cual Julián debería tener ya algunas propuestas musicales.
En esos días, estuvo realmente muy emocionado con este proyecto. No quiso presentarse a tocar en ningún lado para mantenerse concentrado, ya que tenía que lograr la mejor creación de su vida. Un par de veces lo crucé por la Italia, y me dijo que estaba teniendo unas ideas increíbles, y que esto iba a ser sin duda su salto definitivo a la fama.
Cumplido el plazo, volvieron a encontrarse con Christian en el mismo café, donde se saludaron y elogiaron mutuamente. Julián, excusándose por no poder escribir la partitura, le alcanza una hoja doblada en dos, donde estaban los acordes que conformaban la armonía principal para este proyecto. Mientras buscaba en su mochila el disco en donde había grabado la canción, Christian abrió la hoja por simple curiosidad, pese a que sus conocimientos musicales eras casi nulos. En ella leyó:


F E Am Am A
B A C A D Em.
G E7 A D E
C A C Am A7 A7 E


Lo cual explica todo. Se ve que el señor Madeau, debido a falta de conocimientos, habría leído “Fea mamá. Baca de m… Geta de caca, matate”. Por eso Christian rápidamente abolló la hoja, le dijo a Julián “Sos un pelotudo”, y se fue del café. Y el músico, asombrado, viéndolo al otro todavía cruzando la calle, lo escuchó gritando “Pelotudo y encima bruto”.

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