miércoles, 1 de diciembre de 2010

Día 37, parte 1: El fin de una etapa

29.sep.2010

Nos despertamos a las cinco de la mañana, ya que Frederique y Aurelie tenían que salir a eso de las seis, rumbo a Copacabana. El día anterior ya les había dicho que las iba a acompañar hasta la terminal para despedirlas. Fuimos en taxi, y al llegar nos dirigimos directamente a la oficina de Cisne, que era la empresa en la cual habían comprado el pasaje el día anterior. Vemos que no había nadie, lo cual no nos sorprendió teniendo en cuenta que todavía era muy temprano, pero un señor que estaba por ahí, al vernos cruza rápidamente del otro lado del mostrador para atendernos. De todos modos no teníamos que hacer nada ahí; simplemente fuimos a la oficina de Cisne porque la chica que nos vendió los boletos dijo que así lo hiciéramos. Tanto en Perú como en Bolivia, además del pasaje es necesario pagar una tarifa por el derecho de uso de la terminal, así que aprovecho para preguntarle al señor en dónde había que hacer ese pago, y me indica señalándome una cabina que estaba en el medio de la terminal, pero me dice que no era necesario hacerlo ahora, sino más tarde cuando estuviésemos saliendo hacia las plataformas. Faltaban todavía algunos minutos para el horario de salida del bus, y el señor dijo que él nos iba a avisar cuándo teníamos que ir saliendo, para que no estemos mucho tiempo afuera tomando frío en vano.

Pasaron como unos diez minutos y como se acercaba la hora de partida del micro, le pregunto al tipo si ya se podía ir a comprar el ticket por el uso de la terminal, a lo que responde que no nos preocupáramos, que él se encargaba de ir a comprarlos. Así que le pidió el importa a cada una de las chicas y también sus pasajes, ya que el comprobante de pago es autoadhesivo y se pega directamente sobre el pasaje. El tipo se alejó con las cosas de las francesas y por un momento hubo cierta intranquilidad con el correr de los minutos, pero que después desapareció cuando lo vimos volver y les devolvió los pasajes con el comprobante adherido. El señor explicó que ellas tendrían que ir en micro hasta Puno, y ahí hacer un trasbordo hasta Copacabana, ya que no había viajes directos, y nos mostró que estaban abrochados todos los pasajes que iban a necesitar para llegar hasta la ciudad boliviana. Nos indicó que saliésemos por la puerta número dos y esperáramos el micro en la primera plataforma.

Al llegar ya estábamos sobre la hora y vemos que no había ningún micro en la plataforma indicada. Le preguntamos a un muchacho que aparentemente trabajaba cargando y descargando equipaje, y nos indica que teníamos que ir hacia la plataforma diez, pero al llegar y ver que el micro que estaba ubicado ahí tenía un destino diferente, consultamos con el chofer, quien nos manda de regreso a la primera plataforma. Cansados de tanto correr de aquí para allá, y también un poco asustados con la idea de que hayan perdido el bus, nos encontramos nuevamente con el señor que estaba en la oficina, y nos señala nuestro micro que estaba estacionado fuera del sector de plataformas, y nos dice que tenía un poco de demora, y que iba a retrasarse unos quince o veinte minutos más. Le agradecimos por su amabilidad de venir a avisarnos, y nos quedamos ahí, ya más tranquilos esperando que llegara el micro.

Minutos más tarde llega el bus a la plataforma, las chicas cargan sus equipajes en la bodega y cuando le dan los pasajes al chofer, éste dice que le faltaba un pedazo al boleto. Rápidamente intercedo sabiendo que yo tenía más chance de entenderme con el conductor, y le digo que nos lo vendieron así. Me muestra que le faltaba la parte troquelada que es el control que le queda a él, y que sin eso no las podía dejar viajar. Viendo la cara de preocupación de ellas, le pido al chofer que me espere, que yo iba a ir nuevamente hasta la oficina a hablar con el señor que nos atendió anteriormente, ya que capaz por accidente le quedaron ahí los talones de control de los pasajes. Ingreso a la terminal pero me encuentro con que en la oficina de Cisne no había nadie. Me quedo unos instantes buscando al hombre con la mirada por el interior del recinto, y un gordo que anteriormente había estado hablando con él, me dice que el muchacho no estaba. Ya sin mucha paciencia le digo que necesitaba solucionar un tema con aquél, pero el gordo me dice que se había ido al taller por un problema que tenía en el coche y que iba a tardar. Resoplo y me quedo ahí parado con los pasajes en la mano y sin saber bien qué hacer. Empecé a sospechar que aquel tipo que tan amablemente nos había atendido, en realidad nos había estafado.

Continuará...

1 comentario:

  1. Cómo "continuará",Martín?????????????? No me dejes con la intriga!!!!

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