sábado, 4 de diciembre de 2010

Día 37, parte 4: Nos volvemos

Yo me veía venir ese final a medida que él hablaba, pero una cosa es imaginarlo y otra es que te comuniquen algo que ya está definido. Su postura era la correcta y era el mismo camino que hubiese tomado yo estando en su lugar. Me preguntó que qué iba a hacer yo, porque pese a que iniciamos el viaje juntos, sabíamos que cada uno tenía la libertad de tomar sus decisiones y seguir adelante por su cuenta. Una de las opciones que tenía era la de seguir viajando yo solo, pero no me terminaba de convencer. Soy muy miedoso como para mandarme a viajar por lugares desconocidos. Tal vez sea una de las experiencias más grosas por las que se pueda pasar, y de hecho durante el viaje encontramos a mucha gente que sale a recorrer el mundo sin ningún tipo de compañía, pero me parece que eso depende muchísimo de cada persona, y no se si yo hubiese podido hacer todo el viaje que restaba. Rápidamente mandé mails a mis amigos contando la situación y preguntando si alguno podía llegar a sumarse, y obviamente fue imposible. Otra opción era quedarme en Cusco un tiempo, como para ver si al cabo de unos días me decidía a continuar solo, o incluso podía llegar a conocer a alguien que tuviese planeado un viaje similar, al cual me pudiese acoplar. Pero en el momento me dio la sensación que quedándome me iba a aburrir rápidamente e iba a terminar volviendo a Buenos Aires. También pensé en la posibilidad de mandarle un mensaje por Facebook a Frederique, para así poder encontrarnos en Copacabana y acompañarla en su viaje hasta Argentina, pero para esto dependía de que ella se conectara a internet en algún momento, cosa que podía llegar a tardar días o incluso semanas, dificultando un posible encuentro. De todos modos también era un poco extraña la idea de continuar viajando como si nada hubiese pasado, sabiendo que mi compañero se volvía por una delicada situación familiar. A todo esto el padre de Víctor ya le había comprado un pasaje en avión para él, y por las dudas había reservado otro para mí, el cual tenía que ser confirmado o rechazado antes de las 19:00hs de ese día. Así que después de pensarlo durante unas horas, pero sin estar cien por ciento convencido, me incliné por el retorno a Buenos Aires.

Como Víctor también se estaba quedando con muchas ganas de seguir viajando, la idea del regreso no significaba el fin de todo, sino una pequeña pausa en la travesía, que pensamos reanudar en algún momento no muy lejano. Y lo otro que me reconfortaba por el hecho de tener que volver a Argentina, era que ahora sí iba a poder encontrarme con Frederique. Esto funcionó como un efectivo calmante al dolor de tener que cortar todo así tan bruscamente.

Cerca del mediodía fuimos hasta la terminal a devolver los pasajes, pero nos dijeron que vayamos más tarde, porque no se encontraba el administrador de la empresa. Así que regresamos a la hora que nos indicaron, y nos quedamos sentados esperando al hombre que estaba por llegar. Mientras tanto, yo miraba para todos lados buscando al tipo que había estafado a las chicas francesas esa misma mañana. Veo a uno que estaba apoyado contra una columna, y que tenía la apariencia de trabajar en el lugar. Me pareció que podía ser, pero no estaba completamente seguro de ello. El flaco llevaba una campera de cuero negra al igual que el estafador, pero su cara me confundía. Lo veía muy parecido pero no llegaba a darme cuenta del todo, así que me quedé un buen rato mirándolo directamente a los ojos, para ver si al hacer contacto visual reaccionaba de algún modo extraño. No pasó nada. Otro tipo pasó caminando y también me pareció que podía ser, lo cual me desorientó bastante, porque me demostró que evidentemente no podía reconocer su cara.

Nosotros permanecimos sentados a la espera, hasta que llegó un señor con las mismas características del estafador. Me quedo observándolo, y me dio la sensación de que cuando me vio rápidamente evitó mi mirada y siguió su camino, ingresando a la oficina de Cisne: era el administrador. Yo tenía muchas ganas de increparlo, pero para poder hacerlo tenía que estar absolutamente convencido que fuese el mismo tipo, y si bien estaba en un noventa por ciento seguro, no era suficiente. Le comenté esto a Víctor y le pedí que fuera él a devolver los pasajes. Rápidamente y sin hacerle ningún tipo de cuestionamiento, el tipo le reintegró el dinero, cosa que nos resultó un tanto llamativa, porque veces anteriores como cuando quisimos cambiar los pasajes en Sucre, o que nos devolvieran la plata del micro que nos abandonó en Sorata, resultó imposible llegar a un acuerdo. Así que el hecho de que esto haya sido tan simple daba para pensar que efectivamente era el mismísimo estafador, que quería que nos fuéramos rápidamente. Terminamos yéndonos, y me quedé con la vena, pero no podía hacer nada al respecto sin estar convencido.


No éramos los únicos tristes. Las calles de Cusco lloraron esa misma tarde.

2 comentarios:

  1. Martín, te agradezco haber acompañado a Victor a un destino que si bien le habíamos pintado, era incierto, Gracias también a tu familia que también nos acompañó.
    Faltaba él para completar el esfuerzo para la recuperación de Franco que como sabés ahora es total.
    Esto es solo una pausa para el proyecto, seguramente más rápido de lo que se imaginan podrán terminarlo.
    Un gran abrazo, Pepi

    ResponderEliminar
  2. No hay absolutamente nada que agradecer. Acá lo importante era la recuperación de Franco, y hoy, con el diario del lunes, claramente tomamos la decisión correcta. El viaje... es lo de menos; siempre queda tiempo para completarlo. Lo primordial es la salud, y personalmente estoy muy contento de lo bien que está Franco hoy.
    Saludos a todos los Janotas.

    ResponderEliminar