martes, 7 de diciembre de 2010

Día 39: El final

1.oct.2010

Nos levantamos muy temprano, a eso de las cinco, en nuestra última mañana en Cusco. Sin siquiera tiempo para desayunar nos tomamos un taxi hasta el aeropuerto. Después de despachar el equipaje y pagar la tasa de embarque, pasamos los últimos minutos en la ciudad cusqueña antes de partir. Yo nunca había viajado en avión y era algo que siempre me causó temor, no tanto como para paralizarme, pero sí como para evitarlo de ser posible.

Llegada la hora salimos a la pista y embarcamos. Para mi debut aéreo me senté del lado de la ventanilla para disfrutar del vuelo, porque pese a los temores me sentía bastante confiado. En el momento del despegue el avión empezó a carretear acelerando cada vez más, lo cual me produjo una sensación de adrenalina inexplicable. Después de algunos segundos la nave se despegó del suelo, pero lo hizo tan suavemente que me inspiró mucha más confianza. Ya alcanzada cierta altura, y sobrevolando las montañas de la zona, era muy extraño el paisaje en el exterior, porque al no verse ningún tipo de edificación se perdía completamente la noción de las distancias y las dimensiones de lo que estaba afuera.


Desde las alturas, pocos minutos despues del despegue.


Luego de una hora de vuelo muy tranquilo y con un aterrizaje perfecto, llegamos a la ciudad de Lima, donde teníamos que tomar la conexión rumbo a Buenos Aires. Teníamos un rato de espera entre ambos vuelos, que usamos para comer algo y también para dar un paseo por el free shop. Volvimos a embarcar, y esta vez por la manga, como yo tenía ganas. Si bien mi experiencia en vuelos había comenzado tan sólo una hora atrás, lo sentía como algo absolutamente habitual, y ya había perdido todo temor. De todos modos el despegue de este segundo avión me pareció un tanto más brusco, y algún motor o turbina había un ruido como si estuviese sobreexigido, pero de todos modos intenté relajarme y disfrutar del momento. En alguna ocasión el avión se inclinó demasiado para mi gusto, y ahí por un instante tuve la sensación de que nos podíamos ir al carajo, pero después se enderezó y siguió su curso. También hubo alguna que otra turbulencia menor que hizo que la nave se sacudiera un poco, pero ni siquiera llegó a preocuparme.

El viaje duró unas cuatro horas, pero como la mayor parte del tiempo fue por sobre las nubes o directamente entre ellas, no podía apreciarse ningún tipo de vista aérea. Aterrizamos pasadas las cuatro de la tarde, hora argentina, en el aeropuerto de Ezeiza, donde después de tramitar el ingreso al país y recoger nuestro equipaje fuimos recibidos por la familia de Víctor que había ido a buscarnos.


Muy rico todo, muy lindo todo, pero nosotros queríamos seguir viajando.


No se si el viaje va a continuar luego de un tiempo tal como estaba planeado desde un principio, si se modificarán la ruta y los destinos, si seremos nosotros dos nuevamente o si se sumarán más amigos, pero sí se que lo vivido en estos 39 días fue algo en verdad increíble, tanto por los lugares maravillosos que conocimos como por la gente. Pero es algo muy complicado de explicar con palabras, y siento que tal vez haya un antes y un después en mi vida al hacer un viaje de estas características.

-FIN-

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