viernes, 3 de diciembre de 2010

Día 37, parte 3: El pasaje misterioso

Todavía absolutamente desencajado por la situación, les muestro a las chicas el hallazgo que había hecho y ellas también se quedaron perplejas al ver nuestros nombres ahí. El tercer pasaje que ellas tenían abrochado junto al resto era el que las iba a llevar de Puno a Copacabana cuando hicieran el cambio de micro. Éste era un único pasaje que era válido para ambas, y también llevaba originalmente el nombre de Víctor y el mío escritos a mano, y posteriormente tachados y sobrescritos los de ellas dos. Frederique se quedó mirando fijamente el papel y moviendo sutilmente la cabeza, dando a entender que no encontraba lógica para aquello. El chofer me preguntó cuánto habíamos pagado por los pasajes, y al responderle que les costó cincuenta soles a cada una, puso cara de disgusto y dijo que el valor de ese pasaje era de treinta soles. Lo que yo imagino es que el viaje con Cisne puede ser más caro, y que el tipo de la oficina al hacer el cambio de pasajes, se quedó con los de más valor para intentar revenderlos a alguien y así quedarse con unos mangos, pero de todos modos eso no explica la aparición de nuestros nombres impresos ahí. Sentí que el conductor se compadeció un poco por toda la situación y finalmente dejó que las chicas subieran al micro.

Antes de que las chicas subiesen al micro nos despedimos, y Frederique dijo que igualmente nos veríamos en Buenos Aires. Días antes, hablando de nuestros viajes, ella mencionó que iba a estar por la capital argentina para mediados de noviembre, según lo que tenía calculado. Era casualmente la fecha aproximada que teníamos nosotros para el regreso, lo cual me alegró porque significaba volver a verla más adelante. Pero después, haciendo mejor los cálculos, me pareció que ni con suerte íbamos a estar en Buenos Aires para esa fecha, teniendo en cuenta que en cinco semanas de viaje habíamos recorrido todo Bolivia y dos ciudades de Perú, pero todavía nos restaban otras seis de este país, todo Ecuador y Colombia, siendo este último destino donde nos íbamos a encontrar con Manu, lo cual podía extender un poco más nuestra estadía allí. Me parecía imposible poder terminar todo lo que restaba en tan sólo un mes y medio más, y eso un poco me angustiaba, aunque a ella nada le dije y mantuve mi palabra de reencontrarnos en Argentina.


El pasaje que nos desencajó.


Una vez que ellas estaban sobre el bus, aproveché para pedirle por favor al chofer que cuando llegasen a Puno se fijara que no tuvieran problemas con el cambio de micro, ya que me imaginé que podría llegar a ocurrir algo similar. Se fijó en el pasaje y dijo que estaba todo bien, que no iba a haber inconvenientes. Así que más tranquilo les hice señas a ellas de que estaba todo en orden, y después que el micro arrancó me volví caminando al hostel sin poder dejar de pensar en lo ocurrido con los pasajes, y sin encontrar ninguna explicación. Lo único que se me ocurrió era que como nosotros habíamos viajado por Expreso Power diez días antes cuando fuimos de Puno a Cusco, nuestros datos estaban cargados en el sistema de la empresa, y por algún motivo inexplicable imprimieron pasajes con nuestros nombres, y que casualmente llegaron a nosotros. Esa explicación implicaba una seguidilla de coincidencias, pero aportaba cierta lógica al asunto. Pero después me fijé en el pasaje viejo de Power que yo tenía guardado en el fondo de mi mochila, y ahí mi apellido aparecía bien escrito, con las dos “N”, mientras que en boleto misterioso estaba con una sola, lo cual tiraba abajo mi teoría, porque implicaba que los nombres tuvieron que ser tipeados nuevamente. Creo que nunca vamos a saber qué fue lo que realmente pasó.

De regreso en el hostel me puse a acomodar mis cosas después de haber desayunado, cuando me llega un mensaje de texto de Víctor que decía: “Che, recién desayuné. Si querés venite así te cuento un par de cosas.” Como habíamos pasado la noche en hospedajes diferentes, acordamos que en cuanto se levantara me iba a avisar así nos encontrábamos e íbamos a aprovechar las últimas horas. Pero algo me decía que tenía que hablarme de algo que no era muy bueno. Así que terminé de acomodar más o menos mis cosas y me fui para The Point, el hostel donde estaba él, al cual pude ingresar sin ningún problema mostrando mi pulserita. Lo encontré a Víctor en el bar, le pregunté si había pasado algo, y me contó que la noche anterior, después que se fue del bar donde estábamos reunidos con los del tour, habló con su hermana y ahí se enteró de la verdadera gravedad del accidente de su hermano: el golpe en la cabeza le produjo un derrame cerebral y se encontraba internado, en coma farmacológico, en un estado muy delicado, y no se sabía si se iba a recuperar. Por esto, y después de pensarlo durante toda la noche, tomó la decisión de volverse a Buenos Aires.

Continuará...

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