martes, 14 de diciembre de 2010

Ex

Julián oía la música cada vez más fuerte a medida que se iba acercando al predio. Apuró el paso, entrada en mano, para poder estar finalmente dentro del festival. Todavía era temprano, y no había ninguna banda que particularmente quisiera ver a esa hora, pero disfrutaba mucho de esos eventos, pasando toda la tarde escuchando música en vivo, bajo el rayo del tibio sol de primavera, y en compañía de algunas miles de personas. El clima era ideal y eso ya lo predisponía a pasarla bien.

Pasó algunas horas caminando, recorriendo las distintas carpas y puestitos que estaban armados a lo largo del lugar, y la música funcionaba como el telón de fondo ideal para todo aquello. Cada tanto la vista se le desviaba hacia alguna linda chica que se paseaba como si nada a su lado, hipnotizándolo casi accidentalmente. Recién Julián podía romper el hechizo cuando las perdía de vista, y ahí seguía su camino, disfrutando la música, el clima y la tarde.

Cansado de caminar, se sentó en el suelo durante algunos minutos, contemplando el escenario desde la distancia, y entrecerrando los ojos para disfrutar mejor de una brisa fresca. Al abrirlos y mirar nuevamente a su alrededor, le pareció que había muchas más chicas de lo que habitualmente se veían en este tipo de recitales. Sin embargo no le dio mucha importancia a ello, y habiéndosele despertado el apetito, se compró algo para entretener el estómago antes que tocara su banda preferida.

El sol empezaba a caer lentamente, tiñendo todo el paisaje con un tinte rojizo, mientras las chicas parecían no dejarlo respirar con sus continuos vaivenes provocadores. Bajo aquella rojura estallaron los acordes de una canción que solía oprimirle el pecho a Julián como pocas otras eran capaces. Sentía el latir del bombo expandiéndose a través del suelo, y retumbando con notable fuerza dentro de su pecho. Era la canción que años atrás lo había vinculado con Mariana, y ahora al volver a escucharla comenzó a sentir una tibieza húmeda en sus ojos. Al limpiarse notó que era sangre, y sin siquiera sobresaltarse, como si se tratase de algo habitual, siguió caminando, restándole importancia a la sangre y a la canción que continuaba sonando.

De pronto vio pasar a una chica que le recordó mucho a Camila, una ex novia a la que nunca pudo olvidar. Al cerrar los ojos todavía escuchaba su dulce voz susurrándole palabras al oído, y le parecía sentir esa fragancia a caramelo que emanaban sus palabras. Seguía recordando continuamente la textura de sus labios tan suaves como la seda. Hacía años que no sabía nada de ella, y si bien muchas veces pensó en llamarla, nunca terminó de animarse por miedo a un rechazo.

La noche ya era absoluta, y allá en un rincón una morocha bailaba sola, sacudiendo sus caderas tan elegantemente como lo hacía Paula, su último gran amor. Sí que la habían pasado bien en su momento, y esa frescura, y esa desinhibición que tenía ella lo habían divertido muchísimo. En esas épocas la rutina no parecía ser un tema de preocupación, porque ella siempre salía con alguna ocurrencia tan original y acorde a la circunstancia que era imposible no sentir el deseo de estar en su compañía. Sin embargo no fue tan agradable cuando se enteró que Paula no podía seguir con la relación porque sentía que él ofuscaba sus ansias de libertad. Es que ella tenía ese algo que a él le faltaba, y por esto se le hizo difícil su ausencia.

Al terminar de tocar la banda, comenzó a hacerlo otra en un escenario ubicado en la otra punta del predio. La masa de gente, como bajo un encantamiento sonoro, se fue desplazando hacia allí, y en esa migración Julián se topó caminando detrás de una peticita de cabello lacio, largo hasta media espalda. Le fue inevitable pensar en Valeria, su primera novia. Todavía recordaba la ebullición de su sangre al posarle las manos sobre la cintura, y el profundo amor que llegó a sentir por ella. Esas largas caminatas que hacían abrazados o simplemente tomados de la mano, haciendo planes a futuro que nunca se concretarían, durante aquella juventud en que ese amor parecía algo inquebrantable.

Julián, intentando esquivar esos recuerdos que lo sumergían en una angustia casi desesperante, se escabulló hacia su izquierda para perder de vista a aquella chica. Pero al hacerlo se topó con un par de ojos azules que lo penetraron tan profundamente como lo supieron hacer los de Romina. Aquellas mañanas eternas en que ambos se quedaban recostados, con una leve sonrisa en sus rostros y sin poder dejar de mirarse durante horas, mientras el sol se filtraba por la ventana, regando con su luz cada pliegue de las sábanas. Con ella disfrutaba mucho de esos momentos en los que el tiempo parecía no avanzar, y quizás eso mismo fue lo que generó que se estancaran las cosas entre los dos.

Hacia donde Julián dirigiera la vista encontraba a alguien que lo llevaba a acordarse de sus ex novias. Pese al paso del tiempo seguía conservando en su memoria muy gratos recuerdos de todas ellas, y en el fondo aún las seguía extrañando. A todas ellas, menos a Mariana, que lo abandonó de un día para el otro sin motivo alguno, y eso lo dejó con la sangre en el ojo.

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