martes, 26 de enero de 2010

Aromas 2

Pablo siempre había sido tildado de vago. Pero eso no era cierto; no era más ni menos que el clásico argentino, que tiene la ilusión de algún día poder “salvarse para toda la cosecha”. La única diferencia es que él lo ponía en práctica, o al menos lo intentaba. Digamos que es muy fácil querer ganarse unos cuantos millones en el quini, pero si uno no juega, no existe la posibilidad de que pase. De todos modos, él no tenía esa inclinación ludópata, para nada. De hecho, siempre se había mostrado en total desacuerdo con los juegos de azar, y nunca había jugado ni siquiera un bingo familiar, aunque no faltan los que afirman que no lo hacía por tacaño.

Él aspiraba a iluminarse con una idea brillante, inventar algo, crear algo simple que estuviese dentro de sus posibilidades llevarlo a cabo, y así conseguir su tan ansiado éxito. Por eso había optado por no trabajar, alegando que si lo hacía iba a perder valioso tiempo, y se iba a desenfocar de su objetivo. Como consecuencia, a sus 32 años todavía vivía en casa de sus padres, y pasaba largas horas recostado sobre su cama, escuchando música, leyendo y comiendo dulces. Decía que absorber grandes cantidades de arte y azúcar simultáneamente, hacía que se trabajaran zonas del cerebro que de otro modo se mantendrían inactivas. También solía salir a caminar por las noches, y muchas veces regresaba alcoholizado, después de largas horas de ausencia.

Un día de abril, pese a que todos sus allegados lo acusaban de ser un caso perdido, consiguió eso que tanto había deseado: una idea. Supo que lo que le iba a cambiar la vida era algo tan simple, que se sorprendió de que a nadie se le haya ocurrido hasta el momento. Su misión era revolucionar el mercado de los desodorantes de ambientes. Se dio cuenta que las fragancias de estos productos ya no logran el efecto esperado. Algunos aromas como lavanda o jazmín, huelen muy diferente a las flores que su nombre indican, y además, como en el caso de la lavanda, da la sensación de estar sintiendo directamente olor a baño. Esto es porque es más conocido el olor artificializado del desodorante, que la flor misma, por lo que cuesta relacionarlo con algo proveniente de la naturaleza.

También hay aromas que son incomprobables, como el de “brisa polar”. Realmente hay muy pocas personas que tuvieron la posibilidad de viajar a la Antártida, y es muy dudoso que alguna de éstas haya participado en el testeo de la fragancia para ver si la misma era correcta. Y también están las otras variedades aromáticas, que Pablo catalogó de absurdas, como lo son por ejemplo “suavidad de algodón” o “caricia de bebé”. Esto lo terminó de convencer, ya que era completamente carente de sentido. Una caricia no es algo que pueda tener una fragancia reconocible, así como tampoco el concepto de suavidad lo tiene. Además, hay que tener en cuenta que el bebé puede estar recién higienizado, como pidiendo a gritos un cambio de pañal, lo cual no sería muy agradable.

Terminó de formular mentalmente todos los motivos por los cuales era menester una renovación aromática, y acto seguido comenzó a hacer una lista con las fragancias del futuro. Durante las siguientes semanas, cuando se encontraba reunido con alguien, cambiaba abruptamente el tema de conversación diciendo cosas como “¿sabés que olor está bárbaro? el de la grasa de litio…”, o cosas por el estilo, con el simple objetivo de ver si alguno de los presentes aportaba alguna nueva opción a su lista. Por supuesto que él forzaba el tema de conversación e intentaba que todos opinaran al respecto, pero prestándole mucha atención a sus palabras, ya que por temor a que le roben la idea había optado por mantenerla en absoluto secreto.

Así, luego de meses, obtuvo una lista de los olores más agradables para la gente común:

- Nafta
- Carpintería / madera recién cortada
- Café de filtro
- Asado de obra
- Obra en construcción / cemento fresco
- Lluvia en el campo / tierra mojada
- Pólvora
- Libro nuevo

Con su lista terminada, tenía tal vez la mitad más difícil del trabajo, por lo que sólo restaba poner en marcha el proyecto, materializarlo. Pero se dio cuenta que estaba en un problema, porque no sabía muy bien cómo seguir adelante. Definitivamente iba a necesitar dos cosas: orientación para ver qué camino seguir, y dinero para llevarlo a cabo. Durante tanto tiempo estuvo tan enfocado en conseguir esa idea, que ni se le cruzó por la cabeza todo lo que iba a requerir después de hallarla. No entendía como había sido tan idiota, porque ahora claramente necesitaba plata, pero sus fondos económicos eran nulos. Podía tal vez buscar a alguien que esté interesado en financiar su proyecto, pero no terminaba por convencerlo esto, porque suponía que aquella persona con plata, en cuanto tuviera conocimiento de su idea, se la apropiaría sin más. Así que dispuesto a no perder ni un minuto más, y viendo que era momentáneamente lo único que podía hacer al respecto, salió en búsqueda de trabajo.

Pobre Pablo. Ya lleva siete años trabajando de cadete en un sanatorio y nunca pudo confiarle su idea a nadie. Se lo nota un poco cansado después de tanto tiempo; su cara hoy no refleja el mismo entusiasmo, el mismo brillo en los ojos que cuando su mente se iluminó. De a momentos parece haberse olvidado ya de su proyecto, y se enfoca en su actual trabajo, sus salidas con amigos, y en conocer a alguna muchacha, pero más de una vez han visto alguna lágrima correr por sus mejillas, luego de salir del baño y desodorizar el ambiente.

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