sábado, 28 de noviembre de 2009

-No.
-¿No? ¿Cómo que no?
-No pasó nada al final.
-¿No me habías dicho que estaba como servida la cosa?
-No se, eso parecía, pero nada.
-No entiendo, explicame un poco.
-No hay demasiado para explicar.
-No querés contarme, bueno, listo.
-No es que no quiera contar, es que realmente no entiendo los motivos.
-No te guardes nada, largá.
-No estoy conforme con estas cosas.
-No se ahora bien a qué te estás refiriendo.
-No debería ser así. Ellas esperan demasiado de uno.
-No es justo, ahí tenés razón. Es como que te encajan una mirada, y listo, ya se sacan toda responsabilidad de encima. Lo que sigue tiene que ir todo por cuenta tuya.
-No es fácil, no es para nada fácil eso.
-No sólo no es fácil, sino que es muy injusto.
-No te digo que la mina me miró. Me miró varios días, esas miradas encontradas.
-¿No te habrás equivocado?
-No se, que se yo. Ahí está el tema. La mirada esa te confunde, uno la puede interpretar para cualquier lado. En cambio si no existiese esta “ley” y te vinieran de frente…
-No habría margen de error. O por lo menos sería más chico.
-No se, me confunde.
-¿No le habrás dicho lo del sueño, no?
-No, ni a palos. Eso hubiese sido lo peor.
-No se si lo peor… mirá cómo están las cosas ahora.
-No, pero es otra cosa.
-No sirve pensar en cómo podrían haber salido las cosas.
-No suelen salirme bien las cosas.
-No, es verdad, pero lo que pasó, pasó.
-No pasó, igual. O sea, pasó esta historia, pero es siempre más o menos lo mismo.
-¿No será que vos te hacés demasiado problema por todo?
-No me hago más problema del que existe. Qué más quiero yo que estar tranquilo, en paz.
-No, pero siempre tenés algo. Si no es una es otra. Si no es la otra, es la anterior.
-No, no. No digas pelotudeces. Bien sabés que tengo justificadas cada una de mis quejas.
-No siempre.
-No siempre las pelotas. A ver, ¿decime cuál?
-No se me viene a la mente ninguna justo en este momento.
-No hubo ninguna.
-¿No? ¿Y que me decís de la mina de Palermo?
-No me quejé ahí, eso fue diferente.
-No se, siempre encontrás un pero.
-No, pero…
-¿No ves? ¿No ves?
-No me jodas, yo se que tengo mis motivos, y vos tambien.
-No me metas en la misma bolsa, yo no me quejo tanto.
-No te quejás porque a vos te va más o menos bien. Además me refería a que vos también sabés que tengo mis motivos.
-¿No te estarás haciendo adicto a los problemas?
-No, no creo. Además es muy fácil hablar desde tu posición.
-¿No te acodrás cuando salía con Marina, acaso?
-No.
-No seas boludo, como no te vas a acordar de Marina. La morocha de ojos verdes. ¡Maru!
-No tenía ojos verdes.
-No, bueno, más o menos verdosos.
-No sabía siquiera que se llamaba Marina.
-No le iba a decir Maru si se hubiese llamado Romina.
-No me sonaba el nombre, que se yo. ¿Y qué pasa con Maru?
-No se que te iba a decir… ya me olvidé.
-¿No tomaste la pastilla?
-No, ahí esta. Nosotros terminamos y me dolió. Si hasta el día de hoy sigo pensando en ella.
-¿No fue hace como tres años eso?
-¡No! Más de cuatro… Cuatro y medio ponele.
-No te puedo creer que haya pasado tanto tiempo ya.
-No se, y me sigue dando vueltas por la cabeza todavía.
-No entiendo cómo haces para manejar eso con tu novia entonces.
-No es para nada fácil. Más que nada porque viste que con el tiempo las cosas fuleras se disuelven, se filtran, y quedan los recuerdos lindos.
-No podría hacer eso yo. Si tengo a una en la cabeza no tengo chance.
-¿No pensaste que a lo mejor tenés que aprender a vivir con esos fantasmas?
-No se puede convivir con eso, es inhumano.
-No se, yo pude… puedo.
-No somos iguales entonces. O a lo mejor los fantasmas no son todos de la misma magnitud.
-No puedo razonar eso, se está haciendo demasiado filosófica la charla. ¿Qué hora es?
-No tengo reloj.
-¿No querés ir a tomar unas cervezas?
-Si, dale.

1 comentario: