miércoles, 25 de noviembre de 2009

Terror en primera fila

El viernes pasado fui a ver a Kevin Johansen que tocaba en el Teatro de la Cova, acá en Martinez. Hacía rato que tenía ganas de ir a verlo en vivo, y ésta fue una buena oportunidad para aprovechar. Las entradas eran sin numerar, así que la idea era ir más o menos temprano como para poder conseguir una buena ubicación. Llegué temprano, así que espectacularmente pude posicionarme en la primera fila. Una ubicación impresionantemente buena, a apenas un par de metros de los músicos. Genial, mejor imposible.
Viernes a la noche, que mejor manera de terminar una semana agotadora viendo y disfrutando de un poco de música en vivo. Cinco días de esfuerzo, de levantarse temprano y de mantener la rutina de siempre. Pero ahora eso ya quedaba atrás, ahí, apenitas un paso atrás, pero atrás al fin.
La semana ya no tenía importancia, estaba entrando al fin de semana, sentado en mi butaca. Minutos más tarde se abre el telón, y arranca la música. Fenomenal. Increíblemente cerca estaba. Tan cerca que podía ver con absoluta claridad las expresiones de las caras de cada uno de los músicos.
Pero al cuarto o quinto tema aproximadamente, me doy cuenta que no andaba bien la cosa. El peso de la semana que estaba quedando atrás, empezaba a caer sobre mis hombros. El cansancio se empezó a hacer cada vez más evidente, y la estaticidad impuesta por las butacas no ayudaban mucho a la situación. Un ojo que se entrecierra, y una fuerza sobrehumana por mantenerlo abierto. Mierda, no me tengo que dormir, no me quiero dormir. Para colmo, estoy extraordinariamente cerca del escenario. Tanto que si me duermo, los músicos me van a ver, y no pinta. No da estar tocando, y ver que el de primera fila se quedó dormido, es un garrón. Si aunque sea hubiese estado sentado por el fondo, podría haberme relajado un poco. Pero no, estaba adelante, y no podía darme el lujo de hacer un papelón.
El recital seguía su curso, y el cansancio cada vez mayor. Intentaba a toda costa mantener la vista hacia el frente, pero sentía como que los ojos se me iban dando vuelta lentamente, como que quedaban en blanco, mirando hacia adentro. De a ratos creía estar prestándole plena atención al show, pero ante una de las ráfagas de lucidez que cada tanto me asaltaban, me daba cuenta que no, que había dormitado unos instantes, con los ojos abiertos.
Más tarde descubrí que aunque la mente intentaba apagarse, y entraba en una nube de ensoñamiento, todavía mantenía el control de mi cuerpo. Así que cuando empezaba a ver difuminadamente porque los ojos entraban en un apagamiento gradual, me pellizcaba un brazo (los ojos me abandonaban, pero las manos seguían estando bajo mi control) y el dolor me hacía reaccionar. Genial. Esto funciona. Igualmente, a medida que pasaba el tiempo se complicaba más, porque como que iba perdiendo un poco la fuerza, y además era muy fastidioso estar pellizcandome tan reiteradamente.
Un par de veces me sobresalté con risas generalizadas. Nunca supe el motivo de las mismas. Y otro par de veces di algún cabezaso al aire. De a momentos por ahí me invadía un despabilamiento, que duraba un par de canciones, no más, y luego de nuevo a la lucha por mantenerse. Durante las tres canciones del final logré mantenerme despierto (en realidad no fue un logro mio, sino que simplemente sucedió).
Definitivamente no está bueno dormirse en un recital, y muchisimo menos estando en primera fila. Yo calculo que los músicos se dieron cuenta, no queda otra. En cambio en el cine no existe ese problema. Harry Potter nunca se enteró.
Así que le pido perdón a la banda. Kevin... no sos vos, soy yo.

1 comentario:

  1. Kevin tiene muchos temas tranquis, puede pasar.
    Pero con Harry Potter...

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