jueves, 18 de marzo de 2010

Un clavo saca a otro

Es de saber popular que un clavo saca a otro, y Esteban había escuchado tantas veces esta frase, que inconscientemente terminaba aceptándola como si fuese una premisa infalible, aunque bien siempre supo mostrarse en contra de ella. Él defendía la idea de que era indispensable primero extraer el clavo viejo. Es cierto que no todas las personas tienen la misma facilidad para ello. Algunos toman una tenaza en el momento en que ellos desean, y sin mucho esfuerzo eliminan ese estorbo metálico sin siquiera dejar marca aparente sobre la superficie de madera. Pero otros, como Esteban, se ven imposibilitados de proceder de esta manera, y la única opción que encuentran es esperar. Esperar que con el tiempo, y algún que otro golpe recibido, el calvo se vaya aflojando por sí solo, hasta el punto tal que pierda por completo su capacidad de permanecer sujeto, y simplemente caiga. Aunque en esa espera que puede durar mucho más de lo deseado, se corre el riesgo de que los factores climáticos actúen, tornando más dificultosa la eliminación del clavo, incluso impidiéndolo eternamente en algunos casos, o tal vez sólo dejando una marca más pronunciada.

De tanto escuchar que un clavo saca a otro, que le afirmaban y le recontra aseguraban que esto era así, llegó un momento en que Esteban hizo caso omiso a su voz interior, y decidió ponerle fin de una vez por todas a su larga espera. No fue tarea simple; tampoco era cuestión de agarrar el primer clavo que encontrara a su alcance. Pero un día dio con uno que parecía ser el indicado para concretar su objetivo. Hecho de un metal tan liso y pulido, que reflejaba la luz de tal modo que parecía brillar por su propia cuenta. Y no fue simplemente su belleza lo que lo deslumbró, sino la forma en la que lo halló. Aunque más bien parecía que el clavo lo estaba buscando a él: Esteban oyó un sonido metálico, algo que caía al suelo rebotando sobre su eco, y ahí lo vio, encegueciéndolo levemente con su luz. Era obra del destino.

Lo estudió cuidadosamente para asegurarse, y si, se amoldaba a sus necesidades. Con mucha paciencia y delicadeza, y hasta tal vez con extrema lentitud para ojos de terceros, lo tomó entre sus dedos intentando colocarlo en el lugar exacto. Mientras lo sujetaba cuidadosamente en el punto preciso donde debía dar el golpe, con su otra mano iba elevando el martillo. Sabía que no había segundas oportunidades: el golpe tenía que ser uno solo y certero. Una pequeña gota comenzaba a resbalar por su frente. Empezaba a sentirse la presión, pero no había tiempo para dar marcha atrás; era el momento de actuar. Sus ojos no se podían dar el lujo de pestañear, inmóviles puestos sobre la figura de metal, cuando el martillo impulsado por su brazo derecho comenzaba a descender a toda velocidad, dibujando en el aire una trayectoria casi instantánea que terminó con un violento ruido producto del impacto…

Esteban quedó inmóvil, contemplando la madera. Y un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando comprendió que algo había salido mal. El martillo había golpeado de lleno al nuevo clavo que segundos atrás representaba la esperanza, pero que ahora lo llenaba de desasosiego, al ver que se había hundido completamente en la madera, pero sin mover ni un milímetro al anterior. Tal vez los nervios le jugaron en contra, o quizás la falta de práctica en el manejo de estas herramientas. Lo cierto es que ahora había dos clavos, perfectamente incrustados en su madera.

Con lágrimas en los ojos y con el rostro impoluto, Esteban soltó el martillo y se dejó caer. Y ahí yace, sentado en el suelo con la vista fijada en ese calvo que sigue brillando como antes, y que de a momentos parece devolverle el reflejo de una risa burlona.

6 comentarios:

  1. que mas puedo decir.
    Gracias por leerme anoche.

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  2. Tal vez sea que ningún clavo saca a otro clavo sino que se suma, como bien le pasa a Esteban, yo hago como hacía él, siempre espero que se aflojen solos, después de todo, por alguna razón están ahí, algo debió aprender.

    jlg

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  3. ... comprate un par de tornillos que van como piña... sobre todo los filipss,,, con un simple giro y sin ningun golpe podes fijarlos a la madera y sacarlos para siempre... aparte agarran mejor... los clavos son para putos...

    decodificacion a libre interpretacion... (no estoy hablando de travas! jajaja)

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  4. que raro en vos Tonga... no hablar de trabas jajaj

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  5. Ante todo: me encantó !
    Nada ni nadie te va a dar la seguridad de que ese clavo que clavaste sea eterno, pero si sabemos que el mundo está lleno de infinidad de clavos de distintos modelos y marcas, lo importante es empezar a probarlos todos y alguno seguramente va a ser el que calce justo y que casi no haya que golpear porque lentamente se va a ir amoldando a la madera...

    Besos
    Alejandra (TUTI)

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