martes, 23 de octubre de 2012

Obsesión y positividad

Es una relación rara la que tengo con Suede. La primera vez que escuché a la banda fue por los años 2002/2003, cuando un tema de ellos (Obsessions) sonaba mucho en la radio que yo escuchaba. Es una canción que me gustó mucho ya desde esa época, y aún hoy me genera algo internamente al oírlo, como una extraña mezcla de placer y melancolía. Por aquel entonces, además de Obsessions, sonaba otra canción llamada Positivity, que no me provoca lo mismo, pero que de todos modos me gusta mucho. Así conocí a la banda, y por algún motivo que no sabría precisar, nunca escuché otra canción de ellos. Desde aquel entonces hasta principios de este año, para mí Suede eran estas dos únicas canciones. Entrado el 2012 fue que me di cuenta de esto, y decidí bajarme un disco entero; era poco probable que teniendo esas dos grandes canciones, el álbum fuera una decepción. Y no lo fue: A New Morning me pareció un gran disco, y no entendí por qué durante tanto tiempo estuvo fuera de mis discos.

Hace cosa de un par de meses, me enteré que Suede iba a dar un show en Buenos Aires, lo cual fue una verdadera sorpresa. Me interesaba ir, pero la entrada era bastante cara ($390), lo cual hizo que medite bastante sobre el tema, más que nada siendo que no era una banda que “me acompañó”, sino más bien que dos de sus canciones lo hicieron. Pero no sé si apenas un par de canciones son suficientes para que valga la pena pagar una entrada tan elevada. Así que me decidí a escuchar otros discos más de la banda, para ahí sacar un veredicto, y determinar qué hacer. Al hacerlo tuve un pantallazo más general de Suede, y la verdad que todos sus discos me parecieron muy bien logrados, por lo que sin pensarlo demasiado para evitar arrepentimientos, me compré la entrada para el recital, que se llevó a cabo en la noche de ayer en el Teatro Vorterix.

Dicho sea de paso, es un gran lugar para ver bandas, y si bien el sonido no es el mejor del universo, es bastante aceptable, y el tamaño del teatro hace que se vea realmente muy bien desde cualquier lugar, lo cual ayuda bastante al disfrute del evento. Salió Suede al escenario, tocando una avalancha de canciones, sin mucha puesta en escena, pero la música era tan contundente que no eran necesarios otros elementos visuales. Tocaron unas cuantas canciones, algunas más tranquilas, otras con un público que agitaba bastante (yo no; yo estaba muy tranquilo), y empezaba lentamente a crecer mi ansiedad por escuchar alguna de esas dos canciones que yo quería escuchar. Llegaron a la pausa previa a los bises, y sabiendo que al volver a salir al escenario irían a tocar a lo sumo cuatro canciones más, ya me contentaba con que tocasen aunque sea Positivity. En realidad más que nada quería escuchar Obsessions. Volvió a aparecer la banda; tocaron una, dos, tres canciones… La tercera ya me dio mala espina, porque era una que no recuerdo el nombre, pero que cerraba uno de sus discos. Casi terminando la canción, la voz al micrófono empezó a saludar al público, y a agradecer. Dejó de sonar el último acorde, los músicos saludaron y se fueron del escenario. ¿Harán dos bises? Es lo que pasó por mi cabeza, pero era realmente poco probable. Empezó a escucharse música funcional, y la gente empezó a irse. Una sensación de decepción empezó a gestarse dentro de mí. No podía creer que no hayan tocado ninguna de las dos canciones que yo quería, que yo necesitaba escuchar. Alguien de por ahí dijo “por ahí vuelven a salir; todavía ni apagaron los equipos”. Quise aferrarme a esa idea, pero sabiendo que no iba a suceder. Los plomos ya estaban desarmando todo, y habían encendido las luces. Salí a la calle con un sabor amargo, porque el show fue realmente muy bueno, pero a mi parecer les faltó ese toque final. Me quedó esa sensación casi angustiante, como un coitus interruptus. A tal punto que me fui caminando 20 cuadras con una lluvia torrencial, sin importarme.


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