El cambio más grande en el mundo de la psicología se dio cuando la gente empezó a sentir que era una pérdida de tiempo asistir a terapia, no por la sesión en si (que les era de mucha utilidad), sino por los valiosos minutos e incluso horas que debían ser invertidas en el traslado hasta el consultorio del terapeuta. Tampoco tenía mucha coherencia tener asignado un turno semanal, porque muchas veces solía pasar que el paciente llegaba a su sesión, pero por algún motivo ese día no tenía ánimos de hablar, pero sentía la obligación de aprovechar esa hora, y entonces con mucho esfuerzo intentaba concentrarse para recordar cosas que le pasaron durante la última semana. Cosas que le produjeron una enorme crisis momentánea, y donde sí le hubiese servido la charla con el profesional. Pero ahora se forzaba a recordarlo por el simple hecho de sentir que al no hacerlo estaría desaprovechando al terapeuta, aunque sea cual fuere la respuesta de éste, la angustia vivida días atrás sería imposible de anular.
Así fue como las grandes cabezas de la salud mental, luego de ver un fuerte decaimiento en el número de personas que acudían al terapeuta, decidieron implementar algo absolutamente revolucionario: el psicólogo por teléfono. La idea principal corría con dos grandes ventajas para el paciente: se eliminaban los tiempos de viaje al consultorio, y además uno no tenía la obligación de analizarse mecánicamente en un día y horario prefijado, sino que podía hacerlo en cualquier momento y tantas veces como lo creyese necesario. Esta actualización del sistema terapéutico fue tomada con gran aceptación por la gente. Los psicólogos tuvieron que hacer un convenio con las empresas de telefonía, mediante el cual se les otorgaba una nueva línea, y el paciente a fin de mes debía abonar lo consumido en dicha línea, lo cual luego era reintegrado al terapeuta como forma de pago.
Al principio todo funcionaba bastante bien hasta que poco a poco los psicólogos, al no tener una agenda que respetar, empezaron a sobrecargarse de pacientes, lo cual produjo que muchas veces, cuando alguien llamaba ante una urgencia, se encontraba con que le daba ocupado. Empezó a notarse la imperfección del sistema, y la gente paulatinamente comenzó a descontentarse. Como consecuencia también de la excesiva demanda, los terapeutas empezaron a recibir llamados durante casi las veinticuatro horas, y en más de una ocasión les resultaba imposible recordar con quien estaban hablando. Para tener un poco de paz los psicólogos se vieron obligados a apagar sus teléfonos en reiteradas ocasiones, lo que hacía que los pacientes prácticamente no pudiesen comunicarse. Y al igual que cuando uno necesita con urgencia un auto y prueba llamando a varias remiserías porque todas tienen demora, la gente empezó a tener más de un terapeuta, para cuando el de cabecera estuviese ocupado. ¿Pero que pasó con esto? Se fue perdiendo el trato personalizado, porque en un momento tal, ya se terminaba llamando a cualquiera al azar, con el fin de desahogarse por alguna pena o crisis del momento, pero el profesional que estaba al otro lado del tubo ya desconocía completamente a su interlocutor y su historial.
Claramente el sistema había fracasado, pero siendo ya imposible dar marcha atrás debido a que la gente se había acostumbrado a la inmediatez más que al contacto personal con el terapeuta, los líderes del mundo de la psicología volvieron a reunirse en busca de una solución al conflicto que había en puerta. Y así fue como después de muchos debates, aparecieron los C.A.P.O.s (Centros de Asistencia Psicológica Organizada).
Dentro de cada C.A.P.O. había un plantel de terapeutas que trabajaban de a turnos de ocho horas rotativas, de modo que el centro pudiese atender a los pacientes durante todo el día. Las llamadas recibidas por un C.A.P.O. eran derivadas automáticamente a alguno de los psicólogos que formaban parte del staff, quienes ya no necesitaban conocer el historial de los pacientes, sino que solamente se limitaban a escuchar y a dar algún que otro consejo. Incluso muchas veces esto último no era necesario, ya que la gente usaba al C.A.P.O. como un mero sistema para el desahogue.
Si bien el paciente escuchaba la voz del terapeuta e incluso podía hacerle preguntas, las respuestas y comentarios de éstos empezaron a volverse muy ambiguas, principalmente como consecuencia de la imposibilidad que tenían de conocer al que llamaba. Nuevamente la actualización del sistema daba un resultado no del todo positivo, pero todo este camino fue necesario. Todas las pruebas y errores dieron finalmente como resultado la más alta innovación en la materia de la salud mental. Más simple e instantáneo que nunca. Mandá ya mismo un mensaje de texto con la palabra “PSICO” seguida de tu consulta al 22022, y recibí diariamente los consejos de los mejores especialistas. Recordá: “PSICO” seguido de tu consulta al 22022.
Así fue como las grandes cabezas de la salud mental, luego de ver un fuerte decaimiento en el número de personas que acudían al terapeuta, decidieron implementar algo absolutamente revolucionario: el psicólogo por teléfono. La idea principal corría con dos grandes ventajas para el paciente: se eliminaban los tiempos de viaje al consultorio, y además uno no tenía la obligación de analizarse mecánicamente en un día y horario prefijado, sino que podía hacerlo en cualquier momento y tantas veces como lo creyese necesario. Esta actualización del sistema terapéutico fue tomada con gran aceptación por la gente. Los psicólogos tuvieron que hacer un convenio con las empresas de telefonía, mediante el cual se les otorgaba una nueva línea, y el paciente a fin de mes debía abonar lo consumido en dicha línea, lo cual luego era reintegrado al terapeuta como forma de pago.
Al principio todo funcionaba bastante bien hasta que poco a poco los psicólogos, al no tener una agenda que respetar, empezaron a sobrecargarse de pacientes, lo cual produjo que muchas veces, cuando alguien llamaba ante una urgencia, se encontraba con que le daba ocupado. Empezó a notarse la imperfección del sistema, y la gente paulatinamente comenzó a descontentarse. Como consecuencia también de la excesiva demanda, los terapeutas empezaron a recibir llamados durante casi las veinticuatro horas, y en más de una ocasión les resultaba imposible recordar con quien estaban hablando. Para tener un poco de paz los psicólogos se vieron obligados a apagar sus teléfonos en reiteradas ocasiones, lo que hacía que los pacientes prácticamente no pudiesen comunicarse. Y al igual que cuando uno necesita con urgencia un auto y prueba llamando a varias remiserías porque todas tienen demora, la gente empezó a tener más de un terapeuta, para cuando el de cabecera estuviese ocupado. ¿Pero que pasó con esto? Se fue perdiendo el trato personalizado, porque en un momento tal, ya se terminaba llamando a cualquiera al azar, con el fin de desahogarse por alguna pena o crisis del momento, pero el profesional que estaba al otro lado del tubo ya desconocía completamente a su interlocutor y su historial.
Claramente el sistema había fracasado, pero siendo ya imposible dar marcha atrás debido a que la gente se había acostumbrado a la inmediatez más que al contacto personal con el terapeuta, los líderes del mundo de la psicología volvieron a reunirse en busca de una solución al conflicto que había en puerta. Y así fue como después de muchos debates, aparecieron los C.A.P.O.s (Centros de Asistencia Psicológica Organizada).
Dentro de cada C.A.P.O. había un plantel de terapeutas que trabajaban de a turnos de ocho horas rotativas, de modo que el centro pudiese atender a los pacientes durante todo el día. Las llamadas recibidas por un C.A.P.O. eran derivadas automáticamente a alguno de los psicólogos que formaban parte del staff, quienes ya no necesitaban conocer el historial de los pacientes, sino que solamente se limitaban a escuchar y a dar algún que otro consejo. Incluso muchas veces esto último no era necesario, ya que la gente usaba al C.A.P.O. como un mero sistema para el desahogue.
Si bien el paciente escuchaba la voz del terapeuta e incluso podía hacerle preguntas, las respuestas y comentarios de éstos empezaron a volverse muy ambiguas, principalmente como consecuencia de la imposibilidad que tenían de conocer al que llamaba. Nuevamente la actualización del sistema daba un resultado no del todo positivo, pero todo este camino fue necesario. Todas las pruebas y errores dieron finalmente como resultado la más alta innovación en la materia de la salud mental. Más simple e instantáneo que nunca. Mandá ya mismo un mensaje de texto con la palabra “PSICO” seguida de tu consulta al 22022, y recibí diariamente los consejos de los mejores especialistas. Recordá: “PSICO” seguido de tu consulta al 22022.
jajajaja....convida!!!!!
ResponderEliminarjajaja coincido con anónimo, Convida!!!
ResponderEliminarSos un loco lindo ;)
Por algo deje psicológica a tiempo
Excelente final!
ResponderEliminar:)
ResponderEliminarUyyyyyyyy!! Cuanta verdad Martin!! Hay cada uno dando vueltas!!
ResponderEliminarA mi me ha pasado de caer a terapia y no saber que decir... pero cuando uno cae asi lo mejor es cerrar temas hablados anteriormente!!! jajajaj
Ahora que deje cuando lo necesite voy a mandar un sms a Psico al 22022 a ver si me arreglan un poco mas jajajajajaj
Besos!!!!!!
Maravilloso motor de ideas hay en esos rulos, hermano!
ResponderEliminarjlg
Yess: Gracias, muchas gracias. Y si, hay que convidar, je.
ResponderEliminarVic: Se agradece. Para vos también hay.
Guadex: Para mi hay que empezar a mentirle al psicólogo. Si es tan bueno como dicen, te tiene que sacar la ficha de todos modos, ja.
Joe: No se si tan maravilloso... ja
Me asuste con lo de "para vos tambien hay". Despues entendi que hablabas de fafafa. O no?
ResponderEliminarGenial. Igaul a mi me re caba la terapia semanal y de 45 min.
ResponderEliminarPatentá la idea del sms porque si todavía no existe está muy próxima!!
Ningún viaje más placentero, que el de camino a mi terapeuta
ResponderEliminarEs lo más!
TUTI