La sociedad toda, desde los mismos comienzos de la civilización, ha intentado separar a la humanidad en dos bandos. Esta división fue cambiando con el correr de los años y de las culturas, pero siempre se mantuvo con un mismo fin: crear una rivalidad, un falso enfrentamiento entre ambas partes. Hombres y mujeres, blancos y negros, ricos y pobres, fieles y herejes, occidentales y orientales, conquistadores y nativos, peronistas y radicales: divisiones muy diferentes, pero siempre creando dos grupos que casi por necesidad y por sus diferencias tuvieron que enemistarse entre sí.
Pero hay una clasificación que es diferente a todas, tal vez por ser la única que no crea dos bandos enfrentados, sino que conviven en armonía. Es posible que el motivo de esto esté apoyado en que una misma persona no se encuentra únicamente de un lado de la vereda, sino que puede ir cambiando de grupo de acuerdo a factores como el estado de ánimo. Esta catalogación es la que divide a los humanos entre los que disfrutan de las fiestas y los que no.
Todos sabemos que las fiestas no son todas iguales. Son múltiples y evidentes las diferencias entre Navidad, una despedida de solteros, el cumpleaños de una tía, una fiesta de graduación, etc. Puede ocurrir, por ejemplo, que una persona que disfruta mucho de una fiesta de disfraces con alcohol de por medio, se deprima profundamente en año nuevo. Es por esta misma fluctuación que resulta imposible el odio a los del otro grupo, porque en cierto aspecto también pertenecemos a él. De este modo se mantiene el equilibrio.
En Buenos Aires, Esteban tuvo que ir al cumpleaños de su primo Lucas. No tenía ganas de asistir al boliche, pero ya había confirmado su presencia y no podía faltar a su palabra. La música tan diferente a la que él acostumbraba escuchar y el volumen al máximo le impiden involucrarse con el entorno. Se siente absolutamente ajeno viendo a la gente bailar, y lo invade una gran desazón al contemplar a todas esas chicas hermosamente seductoras que cree inalcanzables. Al mismo tiempo, en las afueras de París, Raoul siente la misma angustia y ganas de pertenecer al otro bando, cuando caminando por la calle oye música fuerte proveniente de una fiesta cercana en el patio de una casa. Tiene un deseo enorme de participar de ella, pero no lo queda más que masticar sus ganas y seguir avanzando hasta que el sonido se pierde a la distancia.
Pero hay una clasificación que es diferente a todas, tal vez por ser la única que no crea dos bandos enfrentados, sino que conviven en armonía. Es posible que el motivo de esto esté apoyado en que una misma persona no se encuentra únicamente de un lado de la vereda, sino que puede ir cambiando de grupo de acuerdo a factores como el estado de ánimo. Esta catalogación es la que divide a los humanos entre los que disfrutan de las fiestas y los que no.
Todos sabemos que las fiestas no son todas iguales. Son múltiples y evidentes las diferencias entre Navidad, una despedida de solteros, el cumpleaños de una tía, una fiesta de graduación, etc. Puede ocurrir, por ejemplo, que una persona que disfruta mucho de una fiesta de disfraces con alcohol de por medio, se deprima profundamente en año nuevo. Es por esta misma fluctuación que resulta imposible el odio a los del otro grupo, porque en cierto aspecto también pertenecemos a él. De este modo se mantiene el equilibrio.
En Buenos Aires, Esteban tuvo que ir al cumpleaños de su primo Lucas. No tenía ganas de asistir al boliche, pero ya había confirmado su presencia y no podía faltar a su palabra. La música tan diferente a la que él acostumbraba escuchar y el volumen al máximo le impiden involucrarse con el entorno. Se siente absolutamente ajeno viendo a la gente bailar, y lo invade una gran desazón al contemplar a todas esas chicas hermosamente seductoras que cree inalcanzables. Al mismo tiempo, en las afueras de París, Raoul siente la misma angustia y ganas de pertenecer al otro bando, cuando caminando por la calle oye música fuerte proveniente de una fiesta cercana en el patio de una casa. Tiene un deseo enorme de participar de ella, pero no lo queda más que masticar sus ganas y seguir avanzando hasta que el sonido se pierde a la distancia.
Para mi las fiestas siempre fueron frustración, las minas no me daban bola, no me pida poner borracho y la música de bailar no me movía nada, por eso debe ser que soy un wallflower!
ResponderEliminarEn fin, muy buena "reflesion" para los que nunca fuimos los piratas populares.
jlg
Yo digo que Esteban es un amargo.
ResponderEliminarY Raoul, es un zarpado en lagi que si quiere fiesta, que organice una. Y sino que deje de nenear. Estos franceses no entienden nada de la vida...
(8) nadie va a venir a buscarte, tenés que salir vos (8)
"nadie va a venir a buscarte, tenés que salir vos " que frase MG!! cargada de la pura verdattt
ResponderEliminarcoco
Una Fiesta puede ser cualquiera con mucha o poca gente, en el mejor o peor lugar, con o sin alcohol... una fiesta es solo un momento, que puede durar mucho o poco, pero que te hace reir, gozar y vivir!
ResponderEliminarPonele ganas y vas a disfrutar de muchas...
Besos
Alejandra (TUTI)