viernes, 31 de diciembre de 2010

Se va, se va, se va


Bueeeeno, querido añito…
Pasamos cosas bastante piolas, otras no tanto, pero ya te vas, y bueno, otro te va a reemplazar. No nos vamos a volver a ver, pero portate bien, y si te llegas a cruzar con el que está llegando en tu lugar, decile que nos trate bien, ¿dale?

Salú

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Raíces

Fue poco tiempo después de su ruptura con aquella morena de ojos verdes, cuando se dio cuenta que su corazón había echado raíces. Ya no tenía, y posiblemente no volvería a tener jamás, ese mismo corazón de años atrás, cuando todavía no la había conocido a ella. En ese entonces era de todos modos un corazón frágil, pero con una superficie perfectamente lisa y definida, suave al tacto, y que podía ser graficado con bordes claros y concretos. Pero ya no después del paso que ella hizo por él. No estoy diciendo que la morena de ojos verdes haya sembrado el mal en su corazón con intenciones de alterar eso tan perfecto que él poseía. Nada de eso. Incluso es posible que ella nunca se haya enterado de la transformación ocurrida. Una transformación que tuvo que ser gradual e imperceptible a los ojos de ambos, hasta que poco tiempo después de la ruptura él se dio cuenta que algo había cambiado ahí, adentro de su pecho. Y aunque no haya sido un maléfico plan elaborado minuciosamente sino algo casual e incontrolable, fue ella la responsable de esta mutación. O mejor dicho, fue la causante, porque de otro modo puede llegar a interpretarse que fue ella quien tuvo absoluta responsabilidad por lo ocurrido. Pero es posible que también él se haya dejado estar, sumergido en la comodidad y vaya uno a saber en qué pensamientos, y se acordó de revisar el estado de su corazón cuando ya era demasiado tarde para remediarlo. Ese músculo que supo tener una textura impecable, casi meritoria de ser expuesto en una vitrina, hoy aparenta absolutamente diferente, plagado por cientos, y tal vez miles de raíces que como pequeños bracitos emergen de su interior y salen disparados en todas direcciones, generando que ese corazón que tiempo atrás supo ser libre, hoy permanezca suspendido en el centro de una telaraña autoprovocada por sus incontables raíces, que se extienden hasta mucho más allá de lo que se consigue ver. De todos modos no cuesta demasiado trabajo imaginar o suponer cuál es el destino de esos brazos. Es posible que el extremo allá distante de cada uno de ellos se encuentre sujeto con mucha fuerza a un recuerdo. Recuerdos que vinculan al propietario del corazón con aquella morena de ojos verdes. Algunos de ellos pueden ser de momentos muy puntuales como algún beso, pero otros, y tal vez sean éstos los que están fijados por raíces más difíciles de quebrantar, sean de cosas mucho más sutiles como la sensación provocada por un roce, el brillo de aquellos ojos verdes, un rayo de sol entrando a la cocina durante una mañana primaveral, e incluso otros tan sutiles e inexplicables que sólo poseen sentido en su mente, y resulta imposible siquiera pretender exteriorizarlos.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Muerte.com

-Hola.
-Hola, ¿cómo estás? –le preguntó Patricia mientras lo saludaba con apenas un contacto de mejillas.
-Bien… dormido.
-Si, yo también. No pude dormir mucho por la tormenta.
-¿Sabés que no me di cuenta de nada? Me enteré que había llovido recién cuando salí a la calle.
-¿No escuchaste nada?
-No.
-No te puedo creer… hubo truenos, relámpagos, de todo.
-Lamentablemente no escuché nada de nada. Están bárbaras las tormentas eléctricas para dormir –respondió Esteban.
-Ay, no, no me gustan.
-Si, son lo mejor que hay, sobre todo si no hay que madrugar a la mañana siguiente.
-¡Estás loco! No está bueno dormir con tormenta.
-¡Si! Tirado en la cama… tapado hasta el cuello… y que afuera el mundo se venga abajo…
-No, no.
-…El ruido del viento sacudiendo los árboles… las gotas pegando contra la ventana…
-Me asustan las tormentas –confesó Patricia.
-¿Cómo te van a asustar? Si no pasa nada.
-Pasa que una vez tuve una mala experiencia. Estábamos una noche por una ruta en Córdoba con Carlos y la gordita. De repente se largó a llover, pero no una lluvia común… no te puedo explicar la cantidad de agua que caía. Nosotros seguíamos andando, y como la tormenta no aflojaba, se empezó a inundar toda la ruta.
-¡Uh!
-Si, al principio vimos cómo se empezaba a acumular agua en la banquina, pero después llegó un momento en que ya no se distinguía dónde estaba la ruta. ¡No sabés el pánico que me agarró!
-Jodido –dijo Esteban mientras levantaba las cejas por el asombro.
-Fue muy feo, porque no sabíamos por dónde estábamos. Y además, como era de noche, la luz de los faros del auto iluminaban las gotas, y no podíamos ver más allá de la trompa. Más o menos íbamos calculando de estar dentro de la ruta por la distancia a la que estábamos de unos cercos a un lado y otro del coche. El tema es que también nos daba miedo frenar o andar muy despacito, porque podía llegar a aparecer un auto de atrás y nos llevaba puestos.
-¿Y qué hicieron? –preguntó Esteban sin quitarle la vista de encima a Patricia.
-Anduvimos así un rato, unos veinte minutos más o menos, alertas y con mucho miedo. Nosotros queríamos tirarnos a la banquina, bien contra el cerco para asegurarnos de estar fuera de la ruta, y quedarnos ahí esperando a que afloje la lluvia. Pero no nos animamos porque viste que a veces en la banquina hay como una zanja…
-Ah, claro.
-Y si era así y nos llegábamos a caer ahí adentro con el auto…
-No, si, obvio. Te vas a la goma y ahí sí que no salís más.
-Claro. No sabíamos bien que hacer, y encima con la gordita…
-¿Y cómo siguió la cosa?
-En un momento vimos que había como una tranquera ahí nomás, a unos metros de la ruta, así que dedujimos que había un camino medianamente recto desde la ruta hasta ahí. El único problema fue que como era de noche, cuando vimos la tranquera ya estaba a nuestra par…
-Claro.
-…Así que con el riesgo de que viniera alguien atrás nuestro y nos llevara puestos, frenamos ahí nomás, en el medio de la ruta, e hicimos marcha atrás unos metros para poder meternos por el supuesto camino ese.
-Arriesgada la maniobra. Por suerte no venía nadie.
-Si, la verdad. Y ahí nos quedamos a esperar que dejara de llover.
-Pero, ¿no cruzaron la tranquera esa?
-No, ni locos –respondió Patricia-. Con lo que llovía. ¿quién iba a bajar del auto? Estaba todo lleno de agua. Además del otro lado de la tranquera tampoco se distinguía ningún camino.
-Es verdad. ¿Y estuvieron mucho tiempo esperando?
-Hasta la mañana siguiente. Primero estuvimos un buen rato hasta tranquilizarnos, tomamos unos mates, y después el sueño nos ganó y nos quedamos dormidos. Durante la noche me desperté un par de veces, pero seguía lloviendo, así que nada, ni lo desperté a Carlos. Capaz ya no había agua en la ruta, pero como estaba todo oscuro no se veía nada, y había que prender las luces del auto para eso. Y después me volví a despertar mientras estaba aclarando, y ahí vi que ya estaba mejor el panorama, y pudimos seguir camino. Pero la verdad que no la pasé para nada bien.
-Si, me imagino que debe haber sido un poco angustiante la situación, pero…
-¿Un poco? –interrumpió Patricia-. No sabés lo feo que fue. Esa sensación de estar a ciegas en el medio de la nada.
-Bueno, está bien, pero tampoco me parece que sea como para tenerle miedo a las tormentas. No es algo típico lo que viviste.
-Pero el hecho de sentir que la muerte puede estar cerca te cambia completamente el panorama. Ese día sentí que podíamos morir, que cualquier cosa nos podía pasar.
-El verdadero problema era que podías morir muy lejos y nadie se iba a ir hasta Córdoba para velarte –comentó Esteban intentando poner un poco de humor a la charla.
-Es verdad… -Patricia sonrió- …mucha guita en pasajes. No, pero me hubiesen traído y me velaban por acá.
-Me parece que yo no hubiese ido.
-Ah, pero qué mala onda –dijo siguiéndole la broma.
-No, pero hablando en serio, no están buenos los velorios.
-Y, obvio que no. Se acaba de morir una persona. No es una fiesta.
-Si, pero la muerte es algo natural, y que se yo, estaría bueno poder desdramatizar un poco los velorios. A los que tuve que ir, creo que me terminaron bajoneando más que la muerte misma. La sala de velatorios es un ambiente muy frío, lúgubre… la gente está ahí parada, mirando el ataúd, y ni te digo si es a cajón abierto. El fiambre ahí… ¿Qué necesidad hay? Es demasiado morbo. El cajón tendría que estar siempre cerrado, y el velorio… que se yo… tendría que ser distinto. Es muy deprimente que estén todos ahí parados, en silencio, casi empujándolo a uno a sentirse mal y al llanto. El que murió, murió. Ya fue, no se va a poder hacer nada contra eso. Capaz que tendría que haber algo de música en el ambiente, que la habitación esté decorada de una forma un poco más cálida, y no ese frío mármol por todos lados. Unos sillones tendría que haber, y también algo de comida… no se, unos sandwichitos, o unas masas para entretener a la gente.
-No, no podés hacer eso. Es una falta de respeto al que se acaba de ir.
-¿Por qué falta de respeto? Es como hacen en las películas. Capaz que al muerto le gustaría que sus seres queridos la pasen bien en su propio funeral. Sería como ser un buen anfitrión desde el más allá.
-Me parece demasiado.
-O sino directamente que no haya velorios. El negocio de la muerte es de terror. Lo que lucran con todo eso. El cajón vale un huevo, las coronas de flores también, y para mi gusto no sirven de nada. Primero que cuando están en la sala largan un olor que es repulsivo, no tienen un perfume rico. Y después las llevan hasta el cementerio y quedan ahí, pudriéndose… no le veo demasiado sentido. Además genera cierta competencia: como si el que compra la corona más cara fuese el que más quiso al fiambre. Tendrían que desaparecer los velorios y fue.
-Coincido con lo que decís, que hay mucho negocio alrededor de la muerte, pero es necesario el velatorio, porque hay gente que quiere despedirse del que se acaba de ir.
-Bueno, pero entonces habría que buscar nuevas formas. Por ejemplo, se me ocurre que podrían sentarlo al muerto en una silla, y ponerlo arriba del techo de un auto…
-Vos estás loco –comentó Patricia divertida con la ocurrencia de Esteban.
-…Y salir a dar vueltas con el homenajeado ahí, encabezando la caravana. Estaría bueno, sería pintoresco por lo menos. Pero eso sí, hay que tener cuidado y atarlo bien. No vaya a ser cosa que se caiga y que lo pisen todos los que vienen atrás.
-¿Y la gente lo saludaría a su paso? –preguntó sumándose a la idea.
-Claro, esa es buena. Se organiza el paso de la caravana por el barrio del difunto, ponele. Algunos pueden sumarse a la marcha de autos, y los demás están parados en las veredas, saludando a medida que avanza el muerto. Incluso podrían tirarle flores a su paso… aunque pensándolo bien, lo de las flores es como más de lo mismo. Podrían tirarle papel picado, bombitas de agua, serpentinas…
-¿Pero qué es, un velorio o un carnaval?
-Y… si me presionás un poco te digo que el carnaval tiene mucha más onda. Yo creo que si se hiciera algo por el estilo, la gente dejaría de vivir las muertes como algo tan trágico. No tiene mucho sentido sufrir tanto, si de hecho la única certeza que tenemos es que todos vamos a terminar así.
-Bueno, entonces intentá que alguien me avise cuando te mueras, así voy a tirarte de esas espumas en aerosol.
-¡Genial! –exclamó Esteban.
-Igualmente no termina de convencerme del todo. Es como un método demasiado festivo. Pero se me acaba de ocurrir que existen otras maneras para que la gente pueda despedirse. No se bien cómo, pero ya que internet acorta las distancias, capaz se la podría aplicar a todo este asunto.
-Si, totalmente. ¡Sos una genia! –exclamó Esteban-. Habría que inventar un portal que sea de velatorios virtuales. Los que quieran despedir al muerto entran al sitio, y ahí pueden ver imágenes que lo inmortalizan, tal vez acompañadas de su música favorita. Todos los parientes que visitan el sitio pueden chatear entre sí, tal como lo harían en un velorio convencional. Se le pueden dejar mensajes al fallecido, y seguramente varias cositas más. La verdad que me parece una idea muy buena.
-Fuera de toda la locura de esta charla, creo que puede llegar a convertirse en algo realizable.
-Absolutamente. Yo creo que habría que trabajar la idea un poco más y buscar la forma de concretarla. Si se puede hacer algo, vamos mitad y mitad con las ganancias.
-Si, dale, pero lo dejo en tus manos porque yo no entiendo nada de todo eso.
-Ah, bueno, entonces después arreglamos bien el tema de los porcentajes –dijo Esteban, esbozando una sonrisa-.
-Me parece bien. Ahí viene mi colectivo, tarde como siempre. Espero que mi jefe no me mate.
-O por lo menos que espere a que esté terminado el sitio web.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Tiempo al tiempo


El sábado fue el casamiento de Javi, un amigo, con quien fuimos al colegio. Increíble cómo pasa el tiempo. Uno no se da cuenta, pero después aparecen estos momentos clave, que lo devuelven a uno a la realidad de un cachetazo. Y en un momento en particular de la fiesta, me di cuenta que éramos cinco ex compañeros los que estábamos compartiendo la mesa, todos con sus respectivas parejas salvo uno: yo, que no tengo. No voy a apelar al clásico recurso del violín, pero es cierto que una de las tantas cosas que hace el tiempo es “acomodar” la vida. O por lo menos debería. Me sentí como sapo de otro pozo, pero qué le vamos a hacer.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Nieve



Un hermoso recuerdo de aquella helada mañana boliviana del 1º de septiembre, yendo de Tupiza a Uyuni.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Wikiverga

Yo a Wikipedia lo banqué siempre, pero ahora resulta que uno no puede publicar cosas porque te las borran. ¿Bajo concepto de qué? ¿Quién determina qué es válido y qué no? Si aparecen publicadas las reglas de todo tipo de juegos, ¿por qué no pueden aparecer las del Espléntiful?



Y encima Jimmy tiene el tupé de aparecer, mirando con esos ojitos y cara de bueno, pidiendo una ayuda monetaria. Seguramente tiente toda la papota. ¿Te obligó alguien a crear Wikipedia? ¿Eh? Entonces jodete y bancátela. Y te merecés que nadie te de un mango, por forro. Para tu información el mundo necesita conocer las reglas del Espléntiful, así que voy a usar mi blog para difusión. ¿O ahora también me lo vas a prohibir? ¿Tampoco puedo publicarlas acá? Por favor...

martes, 14 de diciembre de 2010

Ex

Julián oía la música cada vez más fuerte a medida que se iba acercando al predio. Apuró el paso, entrada en mano, para poder estar finalmente dentro del festival. Todavía era temprano, y no había ninguna banda que particularmente quisiera ver a esa hora, pero disfrutaba mucho de esos eventos, pasando toda la tarde escuchando música en vivo, bajo el rayo del tibio sol de primavera, y en compañía de algunas miles de personas. El clima era ideal y eso ya lo predisponía a pasarla bien.

Pasó algunas horas caminando, recorriendo las distintas carpas y puestitos que estaban armados a lo largo del lugar, y la música funcionaba como el telón de fondo ideal para todo aquello. Cada tanto la vista se le desviaba hacia alguna linda chica que se paseaba como si nada a su lado, hipnotizándolo casi accidentalmente. Recién Julián podía romper el hechizo cuando las perdía de vista, y ahí seguía su camino, disfrutando la música, el clima y la tarde.

Cansado de caminar, se sentó en el suelo durante algunos minutos, contemplando el escenario desde la distancia, y entrecerrando los ojos para disfrutar mejor de una brisa fresca. Al abrirlos y mirar nuevamente a su alrededor, le pareció que había muchas más chicas de lo que habitualmente se veían en este tipo de recitales. Sin embargo no le dio mucha importancia a ello, y habiéndosele despertado el apetito, se compró algo para entretener el estómago antes que tocara su banda preferida.

El sol empezaba a caer lentamente, tiñendo todo el paisaje con un tinte rojizo, mientras las chicas parecían no dejarlo respirar con sus continuos vaivenes provocadores. Bajo aquella rojura estallaron los acordes de una canción que solía oprimirle el pecho a Julián como pocas otras eran capaces. Sentía el latir del bombo expandiéndose a través del suelo, y retumbando con notable fuerza dentro de su pecho. Era la canción que años atrás lo había vinculado con Mariana, y ahora al volver a escucharla comenzó a sentir una tibieza húmeda en sus ojos. Al limpiarse notó que era sangre, y sin siquiera sobresaltarse, como si se tratase de algo habitual, siguió caminando, restándole importancia a la sangre y a la canción que continuaba sonando.

De pronto vio pasar a una chica que le recordó mucho a Camila, una ex novia a la que nunca pudo olvidar. Al cerrar los ojos todavía escuchaba su dulce voz susurrándole palabras al oído, y le parecía sentir esa fragancia a caramelo que emanaban sus palabras. Seguía recordando continuamente la textura de sus labios tan suaves como la seda. Hacía años que no sabía nada de ella, y si bien muchas veces pensó en llamarla, nunca terminó de animarse por miedo a un rechazo.

La noche ya era absoluta, y allá en un rincón una morocha bailaba sola, sacudiendo sus caderas tan elegantemente como lo hacía Paula, su último gran amor. Sí que la habían pasado bien en su momento, y esa frescura, y esa desinhibición que tenía ella lo habían divertido muchísimo. En esas épocas la rutina no parecía ser un tema de preocupación, porque ella siempre salía con alguna ocurrencia tan original y acorde a la circunstancia que era imposible no sentir el deseo de estar en su compañía. Sin embargo no fue tan agradable cuando se enteró que Paula no podía seguir con la relación porque sentía que él ofuscaba sus ansias de libertad. Es que ella tenía ese algo que a él le faltaba, y por esto se le hizo difícil su ausencia.

Al terminar de tocar la banda, comenzó a hacerlo otra en un escenario ubicado en la otra punta del predio. La masa de gente, como bajo un encantamiento sonoro, se fue desplazando hacia allí, y en esa migración Julián se topó caminando detrás de una peticita de cabello lacio, largo hasta media espalda. Le fue inevitable pensar en Valeria, su primera novia. Todavía recordaba la ebullición de su sangre al posarle las manos sobre la cintura, y el profundo amor que llegó a sentir por ella. Esas largas caminatas que hacían abrazados o simplemente tomados de la mano, haciendo planes a futuro que nunca se concretarían, durante aquella juventud en que ese amor parecía algo inquebrantable.

Julián, intentando esquivar esos recuerdos que lo sumergían en una angustia casi desesperante, se escabulló hacia su izquierda para perder de vista a aquella chica. Pero al hacerlo se topó con un par de ojos azules que lo penetraron tan profundamente como lo supieron hacer los de Romina. Aquellas mañanas eternas en que ambos se quedaban recostados, con una leve sonrisa en sus rostros y sin poder dejar de mirarse durante horas, mientras el sol se filtraba por la ventana, regando con su luz cada pliegue de las sábanas. Con ella disfrutaba mucho de esos momentos en los que el tiempo parecía no avanzar, y quizás eso mismo fue lo que generó que se estancaran las cosas entre los dos.

Hacia donde Julián dirigiera la vista encontraba a alguien que lo llevaba a acordarse de sus ex novias. Pese al paso del tiempo seguía conservando en su memoria muy gratos recuerdos de todas ellas, y en el fondo aún las seguía extrañando. A todas ellas, menos a Mariana, que lo abandonó de un día para el otro sin motivo alguno, y eso lo dejó con la sangre en el ojo.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Discos


Dublin, año 1997

Bono: Che, ya se me ocurrió como puede ser la tapa del disco nuevo.
The Edge: Uh, joya, porque yo estoy re quemado y no se me ocurre nada.
Bono: Ésta es buena de verdad, eh. Es, ponele, la tapa del disco dividida en cuatro partes. En cada parte aparece uno de nosotros, y como para hacerlo más flashero, le metemos un color diferente a cada foto.
Adam Clayton: ¡Groso, Bono! ¿Ves?, por estas cosas es que sos el líder de la banda. Me re cabió. Y además está piola la idea porque queda todo simétrico y equitativo.
Larry Mullen: ¿No había ya un disco así?
Bono: No que yo sepa.
The Edge: Callate, Larry, no seas amargo. No hay ningún disco así. Vos porque sos batero y estás resentido porque nadie se acuerda de tu cara. Pero ésta es tu oportunidad: tu cara va a aparecer en la tapa.
Larry Mullen: Chupala. Sólo dije que me parecía que ya existía, pero capaz me equivoqué.
Bono: Bueno, bueno che… ¡Yo elijo el amarillo, canté pri!
The Edge: ¡Rojo!
Adam Clayton: A mí me da lo mismo, soy daltónico.
Larry Mullen: Entonces yo elijo verde, y que Adam sea azul, así quedan los cuatro colores más pop.
The Edge: Joya, y además eso concuerda con el nombre del disco.
Bono: Señores… ¡tenemos portada!


28 años antes en Nueva York…

jueves, 9 de diciembre de 2010

Estol y los soratíes

Maacá, concubina de Caleb, dio a luz a Séber y Tirjama. Engendró también a Saaf, padre de Madmaná, y a Sevá, padre de Majbená y padre de Guibeá. Hija de Caleb fue Axá. Estos fueron los hijos de Caleb. Hijos de Jur, primogénito de Efratá: Sobal, padre de Cariatiarim; Salmá, padre de Belén; Jaref, padre de Bet-Gader. Sobal, padre de Cariatiarim, tuvo por hijos a Haroé, es decir, la mitad de los manajistas y las familias de Cariatiarim; los jitríes, los putíes, los sumatíes y los misraíes. De ellos salieron los soratíes y los de Estol.

1-Crónicas 2, 48-54

Mirá lo que se viene uno a enterar leyendo la Biblia. Martín Estol y los nativos de Sorata están estrechamente ligados al pueblo de Israel.

martes, 7 de diciembre de 2010

Día 39: El final

1.oct.2010

Nos levantamos muy temprano, a eso de las cinco, en nuestra última mañana en Cusco. Sin siquiera tiempo para desayunar nos tomamos un taxi hasta el aeropuerto. Después de despachar el equipaje y pagar la tasa de embarque, pasamos los últimos minutos en la ciudad cusqueña antes de partir. Yo nunca había viajado en avión y era algo que siempre me causó temor, no tanto como para paralizarme, pero sí como para evitarlo de ser posible.

Llegada la hora salimos a la pista y embarcamos. Para mi debut aéreo me senté del lado de la ventanilla para disfrutar del vuelo, porque pese a los temores me sentía bastante confiado. En el momento del despegue el avión empezó a carretear acelerando cada vez más, lo cual me produjo una sensación de adrenalina inexplicable. Después de algunos segundos la nave se despegó del suelo, pero lo hizo tan suavemente que me inspiró mucha más confianza. Ya alcanzada cierta altura, y sobrevolando las montañas de la zona, era muy extraño el paisaje en el exterior, porque al no verse ningún tipo de edificación se perdía completamente la noción de las distancias y las dimensiones de lo que estaba afuera.


Desde las alturas, pocos minutos despues del despegue.


Luego de una hora de vuelo muy tranquilo y con un aterrizaje perfecto, llegamos a la ciudad de Lima, donde teníamos que tomar la conexión rumbo a Buenos Aires. Teníamos un rato de espera entre ambos vuelos, que usamos para comer algo y también para dar un paseo por el free shop. Volvimos a embarcar, y esta vez por la manga, como yo tenía ganas. Si bien mi experiencia en vuelos había comenzado tan sólo una hora atrás, lo sentía como algo absolutamente habitual, y ya había perdido todo temor. De todos modos el despegue de este segundo avión me pareció un tanto más brusco, y algún motor o turbina había un ruido como si estuviese sobreexigido, pero de todos modos intenté relajarme y disfrutar del momento. En alguna ocasión el avión se inclinó demasiado para mi gusto, y ahí por un instante tuve la sensación de que nos podíamos ir al carajo, pero después se enderezó y siguió su curso. También hubo alguna que otra turbulencia menor que hizo que la nave se sacudiera un poco, pero ni siquiera llegó a preocuparme.

El viaje duró unas cuatro horas, pero como la mayor parte del tiempo fue por sobre las nubes o directamente entre ellas, no podía apreciarse ningún tipo de vista aérea. Aterrizamos pasadas las cuatro de la tarde, hora argentina, en el aeropuerto de Ezeiza, donde después de tramitar el ingreso al país y recoger nuestro equipaje fuimos recibidos por la familia de Víctor que había ido a buscarnos.


Muy rico todo, muy lindo todo, pero nosotros queríamos seguir viajando.


No se si el viaje va a continuar luego de un tiempo tal como estaba planeado desde un principio, si se modificarán la ruta y los destinos, si seremos nosotros dos nuevamente o si se sumarán más amigos, pero sí se que lo vivido en estos 39 días fue algo en verdad increíble, tanto por los lugares maravillosos que conocimos como por la gente. Pero es algo muy complicado de explicar con palabras, y siento que tal vez haya un antes y un después en mi vida al hacer un viaje de estas características.

-FIN-

lunes, 6 de diciembre de 2010

Día 38: Suspiro cusqueño

30.sep.2010

Fue un día casi sin contenido, y en el cual hubo prácticamente durante todo el tiempo un halo de melancolía por el tan próximo y prematuro final. Ocupamos nuestras horas recorriendo el mercado y las ferias cusqueñas, comprando cantidades de obsequios. Era un poco cómico porque en tres oportunidades salimos a dar una vuelta y regresamos al hostel cargando bolsas llenas de artículos recién comprados. Compartimos nuestra última cena de Cusco ahí mismo, en The Point, junto a otros viajeros, y después de clavarme un buen fernet salimos en busca de un restaurante para probar el suspiro limeño, el postre que Víctor quería probar antes que abandonemos el país.


Última noche caminando por las calles de Cusco.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Sr. Penergido


Bajo ningún punto de vista voy a llamar por teléfono y preguntar por el señor Penergido. Me estaré perdiendo la oportunidad más importante de mi vida, no lo se, pero es cuestión de principios.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Día 37, parte 4: Nos volvemos

Yo me veía venir ese final a medida que él hablaba, pero una cosa es imaginarlo y otra es que te comuniquen algo que ya está definido. Su postura era la correcta y era el mismo camino que hubiese tomado yo estando en su lugar. Me preguntó que qué iba a hacer yo, porque pese a que iniciamos el viaje juntos, sabíamos que cada uno tenía la libertad de tomar sus decisiones y seguir adelante por su cuenta. Una de las opciones que tenía era la de seguir viajando yo solo, pero no me terminaba de convencer. Soy muy miedoso como para mandarme a viajar por lugares desconocidos. Tal vez sea una de las experiencias más grosas por las que se pueda pasar, y de hecho durante el viaje encontramos a mucha gente que sale a recorrer el mundo sin ningún tipo de compañía, pero me parece que eso depende muchísimo de cada persona, y no se si yo hubiese podido hacer todo el viaje que restaba. Rápidamente mandé mails a mis amigos contando la situación y preguntando si alguno podía llegar a sumarse, y obviamente fue imposible. Otra opción era quedarme en Cusco un tiempo, como para ver si al cabo de unos días me decidía a continuar solo, o incluso podía llegar a conocer a alguien que tuviese planeado un viaje similar, al cual me pudiese acoplar. Pero en el momento me dio la sensación que quedándome me iba a aburrir rápidamente e iba a terminar volviendo a Buenos Aires. También pensé en la posibilidad de mandarle un mensaje por Facebook a Frederique, para así poder encontrarnos en Copacabana y acompañarla en su viaje hasta Argentina, pero para esto dependía de que ella se conectara a internet en algún momento, cosa que podía llegar a tardar días o incluso semanas, dificultando un posible encuentro. De todos modos también era un poco extraña la idea de continuar viajando como si nada hubiese pasado, sabiendo que mi compañero se volvía por una delicada situación familiar. A todo esto el padre de Víctor ya le había comprado un pasaje en avión para él, y por las dudas había reservado otro para mí, el cual tenía que ser confirmado o rechazado antes de las 19:00hs de ese día. Así que después de pensarlo durante unas horas, pero sin estar cien por ciento convencido, me incliné por el retorno a Buenos Aires.

Como Víctor también se estaba quedando con muchas ganas de seguir viajando, la idea del regreso no significaba el fin de todo, sino una pequeña pausa en la travesía, que pensamos reanudar en algún momento no muy lejano. Y lo otro que me reconfortaba por el hecho de tener que volver a Argentina, era que ahora sí iba a poder encontrarme con Frederique. Esto funcionó como un efectivo calmante al dolor de tener que cortar todo así tan bruscamente.

Cerca del mediodía fuimos hasta la terminal a devolver los pasajes, pero nos dijeron que vayamos más tarde, porque no se encontraba el administrador de la empresa. Así que regresamos a la hora que nos indicaron, y nos quedamos sentados esperando al hombre que estaba por llegar. Mientras tanto, yo miraba para todos lados buscando al tipo que había estafado a las chicas francesas esa misma mañana. Veo a uno que estaba apoyado contra una columna, y que tenía la apariencia de trabajar en el lugar. Me pareció que podía ser, pero no estaba completamente seguro de ello. El flaco llevaba una campera de cuero negra al igual que el estafador, pero su cara me confundía. Lo veía muy parecido pero no llegaba a darme cuenta del todo, así que me quedé un buen rato mirándolo directamente a los ojos, para ver si al hacer contacto visual reaccionaba de algún modo extraño. No pasó nada. Otro tipo pasó caminando y también me pareció que podía ser, lo cual me desorientó bastante, porque me demostró que evidentemente no podía reconocer su cara.

Nosotros permanecimos sentados a la espera, hasta que llegó un señor con las mismas características del estafador. Me quedo observándolo, y me dio la sensación de que cuando me vio rápidamente evitó mi mirada y siguió su camino, ingresando a la oficina de Cisne: era el administrador. Yo tenía muchas ganas de increparlo, pero para poder hacerlo tenía que estar absolutamente convencido que fuese el mismo tipo, y si bien estaba en un noventa por ciento seguro, no era suficiente. Le comenté esto a Víctor y le pedí que fuera él a devolver los pasajes. Rápidamente y sin hacerle ningún tipo de cuestionamiento, el tipo le reintegró el dinero, cosa que nos resultó un tanto llamativa, porque veces anteriores como cuando quisimos cambiar los pasajes en Sucre, o que nos devolvieran la plata del micro que nos abandonó en Sorata, resultó imposible llegar a un acuerdo. Así que el hecho de que esto haya sido tan simple daba para pensar que efectivamente era el mismísimo estafador, que quería que nos fuéramos rápidamente. Terminamos yéndonos, y me quedé con la vena, pero no podía hacer nada al respecto sin estar convencido.


No éramos los únicos tristes. Las calles de Cusco lloraron esa misma tarde.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Día 37, parte 3: El pasaje misterioso

Todavía absolutamente desencajado por la situación, les muestro a las chicas el hallazgo que había hecho y ellas también se quedaron perplejas al ver nuestros nombres ahí. El tercer pasaje que ellas tenían abrochado junto al resto era el que las iba a llevar de Puno a Copacabana cuando hicieran el cambio de micro. Éste era un único pasaje que era válido para ambas, y también llevaba originalmente el nombre de Víctor y el mío escritos a mano, y posteriormente tachados y sobrescritos los de ellas dos. Frederique se quedó mirando fijamente el papel y moviendo sutilmente la cabeza, dando a entender que no encontraba lógica para aquello. El chofer me preguntó cuánto habíamos pagado por los pasajes, y al responderle que les costó cincuenta soles a cada una, puso cara de disgusto y dijo que el valor de ese pasaje era de treinta soles. Lo que yo imagino es que el viaje con Cisne puede ser más caro, y que el tipo de la oficina al hacer el cambio de pasajes, se quedó con los de más valor para intentar revenderlos a alguien y así quedarse con unos mangos, pero de todos modos eso no explica la aparición de nuestros nombres impresos ahí. Sentí que el conductor se compadeció un poco por toda la situación y finalmente dejó que las chicas subieran al micro.

Antes de que las chicas subiesen al micro nos despedimos, y Frederique dijo que igualmente nos veríamos en Buenos Aires. Días antes, hablando de nuestros viajes, ella mencionó que iba a estar por la capital argentina para mediados de noviembre, según lo que tenía calculado. Era casualmente la fecha aproximada que teníamos nosotros para el regreso, lo cual me alegró porque significaba volver a verla más adelante. Pero después, haciendo mejor los cálculos, me pareció que ni con suerte íbamos a estar en Buenos Aires para esa fecha, teniendo en cuenta que en cinco semanas de viaje habíamos recorrido todo Bolivia y dos ciudades de Perú, pero todavía nos restaban otras seis de este país, todo Ecuador y Colombia, siendo este último destino donde nos íbamos a encontrar con Manu, lo cual podía extender un poco más nuestra estadía allí. Me parecía imposible poder terminar todo lo que restaba en tan sólo un mes y medio más, y eso un poco me angustiaba, aunque a ella nada le dije y mantuve mi palabra de reencontrarnos en Argentina.


El pasaje que nos desencajó.


Una vez que ellas estaban sobre el bus, aproveché para pedirle por favor al chofer que cuando llegasen a Puno se fijara que no tuvieran problemas con el cambio de micro, ya que me imaginé que podría llegar a ocurrir algo similar. Se fijó en el pasaje y dijo que estaba todo bien, que no iba a haber inconvenientes. Así que más tranquilo les hice señas a ellas de que estaba todo en orden, y después que el micro arrancó me volví caminando al hostel sin poder dejar de pensar en lo ocurrido con los pasajes, y sin encontrar ninguna explicación. Lo único que se me ocurrió era que como nosotros habíamos viajado por Expreso Power diez días antes cuando fuimos de Puno a Cusco, nuestros datos estaban cargados en el sistema de la empresa, y por algún motivo inexplicable imprimieron pasajes con nuestros nombres, y que casualmente llegaron a nosotros. Esa explicación implicaba una seguidilla de coincidencias, pero aportaba cierta lógica al asunto. Pero después me fijé en el pasaje viejo de Power que yo tenía guardado en el fondo de mi mochila, y ahí mi apellido aparecía bien escrito, con las dos “N”, mientras que en boleto misterioso estaba con una sola, lo cual tiraba abajo mi teoría, porque implicaba que los nombres tuvieron que ser tipeados nuevamente. Creo que nunca vamos a saber qué fue lo que realmente pasó.

De regreso en el hostel me puse a acomodar mis cosas después de haber desayunado, cuando me llega un mensaje de texto de Víctor que decía: “Che, recién desayuné. Si querés venite así te cuento un par de cosas.” Como habíamos pasado la noche en hospedajes diferentes, acordamos que en cuanto se levantara me iba a avisar así nos encontrábamos e íbamos a aprovechar las últimas horas. Pero algo me decía que tenía que hablarme de algo que no era muy bueno. Así que terminé de acomodar más o menos mis cosas y me fui para The Point, el hostel donde estaba él, al cual pude ingresar sin ningún problema mostrando mi pulserita. Lo encontré a Víctor en el bar, le pregunté si había pasado algo, y me contó que la noche anterior, después que se fue del bar donde estábamos reunidos con los del tour, habló con su hermana y ahí se enteró de la verdadera gravedad del accidente de su hermano: el golpe en la cabeza le produjo un derrame cerebral y se encontraba internado, en coma farmacológico, en un estado muy delicado, y no se sabía si se iba a recuperar. Por esto, y después de pensarlo durante toda la noche, tomó la decisión de volverse a Buenos Aires.

Continuará...

jueves, 2 de diciembre de 2010

Día 37, parte 2: Estafa a la francesa

Mirando el pasaje que tenía en mis manos recordé que el día anterior cuando Frederique y Aurelie los compraron en la oficina de Cisne, Víctor y yo habíamos hecho lo propio en la misma empresa para salir por la noche rumbo a Arequipa, y que los cuatro boletos eran iguales, con el estampado y el nombre de la empresa en color celeste, y en cambio estos que estaban ahora delante de mis ojos tenían el estampado en color marrón, y en su encabezado podía apreciarse el nombre de otra empresa, que era Expreso Power. Definitivamente el tipo les había cambiado los pasajes por otros, y esto me desorientaba más con respecto a lo que podía llegar a pasar. De todos modos me dirijo a la oficina de Power para tirarme el lance y ver si por casualidad ellos tenían por ahí la parte que les faltaba a los boletos, aunque ellos no tenían nada que ver con la estafa que empezaba a creer cada vez más como algo concreto. Así que me arrimo hasta la oficina, y le digo a uno de los muchachos que estaba ahí:
-Disculpame. Yo compré estos pasajes pero el chofer me dice que les falta un pedazo.
-No, pero no te hagas problema, suban igual al bus –me dice después de mirar los pasajes.
-Claro, pero el chofer me dice que sin ese talón no nos puede dejar viajar.
-Suban igual, no pasa nada, yo después le mando al chofer un comprobante para que tenga.
-Está bien, pero él me dice que sin eso no podemos viajar. ¿No podrías venir vos a hablar con él directamente?
-Si, si, no hay problema.
Así que el flaco con la mejor predisposición vino conmigo nuevamente hasta las plataformas para intentar solucionar el tema directamente con el conductor del micro.

El chofer y el muchacho conversaban entre sí, uno diciendo que sin el comprobante las chicas no podrían viajar, y el otro opinando que podían hacerlo lo mismo, y después él le mandaría un comprobante al conductor, y mientras tanto Frederique, Aurelie y yo éramos los espectadores más nerviosos de la charla. El chofer se dio cuenta que había algo raro en el asunto, y me preguntó que quién fue el que nos dio esos pasajes, así que le expliqué que había sido un tipo de Cisne, pero que cuando lo fui a buscar ya no estaba. Por iniciativa suya volvimos a ingresar a la terminal en busca de aquel sujeto, que obviamente no estaba por ningún lado. El conductor ya convencido de que hubo una estafa de por medio, me dice que habría que llamar a la policía. A un costado de la oficina de Cisne estaba el mismo gordo que me había dicho que el otro tipo se fue al taller, quien le repite las mismas palabras al chofer. Éste, un tanto indignado y ya metido en toda la situación, va para la oficina de Power y comenta con algún otro empleado de su empresa algo así como que no podía ser que pasaran estas cosas.

Mientras ellos seguían conversando con los pasajes en su poder, me doy cuenta que éstos tenían todos los datos impresos, es decir el nombre del pasajero, ciudad de destino, fecha y horario, pero el nombre impreso había sido tachado con birome, y sobre éste escrito a mano el de Aurelie. Hasta el momento ninguno de nosotros se había dado cuenta de ese detalle, y al notarlo hago un esfuerzo por leer el nombre que estaba tachado. Tomé el boleto con mis manos, y me quedé paralizado al leer que el nombre que se ocultaba bajo los garabatos era “MARTÍN PANARI”. No pude hacer más que quedarme inmóvil con la mirada fija en mi nombre, sin entender absolutamente nada. Miro el otro pasaje, y se repetía la situación: tenía impreso el nombre “VÍCTOR JANOTA”, el cual había sido tachado y luego escrito con birome el de Frederique. No había ninguna explicación razonable para que nuestros nombres estuviesen en esos boletos, porque la empresa a la cual nosotros le hicimos la compra en la jornada anterior era Cisne, y no Expreso Power, y además para nuestros pasajes nunca ingresaron los datos al sistema, sino que cuando los compramos la chica de la empresa escribió a mano nuestros nombres en los boletos, y nos los dio. Además el tipo de Cisne que hizo la estafa cambiando los pasajes originales por estos otros, en ningún momento tuvo nada en su poder que dijera mi nombre y el de Víctor.

Continuará...

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Día 37, parte 1: El fin de una etapa

29.sep.2010

Nos despertamos a las cinco de la mañana, ya que Frederique y Aurelie tenían que salir a eso de las seis, rumbo a Copacabana. El día anterior ya les había dicho que las iba a acompañar hasta la terminal para despedirlas. Fuimos en taxi, y al llegar nos dirigimos directamente a la oficina de Cisne, que era la empresa en la cual habían comprado el pasaje el día anterior. Vemos que no había nadie, lo cual no nos sorprendió teniendo en cuenta que todavía era muy temprano, pero un señor que estaba por ahí, al vernos cruza rápidamente del otro lado del mostrador para atendernos. De todos modos no teníamos que hacer nada ahí; simplemente fuimos a la oficina de Cisne porque la chica que nos vendió los boletos dijo que así lo hiciéramos. Tanto en Perú como en Bolivia, además del pasaje es necesario pagar una tarifa por el derecho de uso de la terminal, así que aprovecho para preguntarle al señor en dónde había que hacer ese pago, y me indica señalándome una cabina que estaba en el medio de la terminal, pero me dice que no era necesario hacerlo ahora, sino más tarde cuando estuviésemos saliendo hacia las plataformas. Faltaban todavía algunos minutos para el horario de salida del bus, y el señor dijo que él nos iba a avisar cuándo teníamos que ir saliendo, para que no estemos mucho tiempo afuera tomando frío en vano.

Pasaron como unos diez minutos y como se acercaba la hora de partida del micro, le pregunto al tipo si ya se podía ir a comprar el ticket por el uso de la terminal, a lo que responde que no nos preocupáramos, que él se encargaba de ir a comprarlos. Así que le pidió el importa a cada una de las chicas y también sus pasajes, ya que el comprobante de pago es autoadhesivo y se pega directamente sobre el pasaje. El tipo se alejó con las cosas de las francesas y por un momento hubo cierta intranquilidad con el correr de los minutos, pero que después desapareció cuando lo vimos volver y les devolvió los pasajes con el comprobante adherido. El señor explicó que ellas tendrían que ir en micro hasta Puno, y ahí hacer un trasbordo hasta Copacabana, ya que no había viajes directos, y nos mostró que estaban abrochados todos los pasajes que iban a necesitar para llegar hasta la ciudad boliviana. Nos indicó que saliésemos por la puerta número dos y esperáramos el micro en la primera plataforma.

Al llegar ya estábamos sobre la hora y vemos que no había ningún micro en la plataforma indicada. Le preguntamos a un muchacho que aparentemente trabajaba cargando y descargando equipaje, y nos indica que teníamos que ir hacia la plataforma diez, pero al llegar y ver que el micro que estaba ubicado ahí tenía un destino diferente, consultamos con el chofer, quien nos manda de regreso a la primera plataforma. Cansados de tanto correr de aquí para allá, y también un poco asustados con la idea de que hayan perdido el bus, nos encontramos nuevamente con el señor que estaba en la oficina, y nos señala nuestro micro que estaba estacionado fuera del sector de plataformas, y nos dice que tenía un poco de demora, y que iba a retrasarse unos quince o veinte minutos más. Le agradecimos por su amabilidad de venir a avisarnos, y nos quedamos ahí, ya más tranquilos esperando que llegara el micro.

Minutos más tarde llega el bus a la plataforma, las chicas cargan sus equipajes en la bodega y cuando le dan los pasajes al chofer, éste dice que le faltaba un pedazo al boleto. Rápidamente intercedo sabiendo que yo tenía más chance de entenderme con el conductor, y le digo que nos lo vendieron así. Me muestra que le faltaba la parte troquelada que es el control que le queda a él, y que sin eso no las podía dejar viajar. Viendo la cara de preocupación de ellas, le pido al chofer que me espere, que yo iba a ir nuevamente hasta la oficina a hablar con el señor que nos atendió anteriormente, ya que capaz por accidente le quedaron ahí los talones de control de los pasajes. Ingreso a la terminal pero me encuentro con que en la oficina de Cisne no había nadie. Me quedo unos instantes buscando al hombre con la mirada por el interior del recinto, y un gordo que anteriormente había estado hablando con él, me dice que el muchacho no estaba. Ya sin mucha paciencia le digo que necesitaba solucionar un tema con aquél, pero el gordo me dice que se había ido al taller por un problema que tenía en el coche y que iba a tardar. Resoplo y me quedo ahí parado con los pasajes en la mano y sin saber bien qué hacer. Empecé a sospechar que aquel tipo que tan amablemente nos había atendido, en realidad nos había estafado.

Continuará...